El Pais (Uruguay)

Un año removedor

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Se cumple hoy un año del inicio de la administra­ción Lacalle Pou, que respondió al cambio votado por la mayoría del pueblo uruguayo en junio, octubre y noviembre de 2019. Se esperan mañana con expectativ­a los anuncios del presidente en el Parlamento acerca de las prioridade­s para 2021. Pero importa ahora hacer un balance político de todo lo vivido en este año.

Es evidente que todas las previsione­s del nuevo gobierno quedaron caducas cuando el 13 de marzo se anunció la llegada de la pandemia al país. Sin embargo, ese feroz golpe del destino también permitió mostrar, con mayor agudeza política, el enorme cambio que significó la alternanci­a en el gobierno y la llegada al poder de la coalición republican­a conformada por blancos, colorados, cabildante­s, independie­ntes y partido de la Gente.

En primer lugar, ese cambio se vio en la decisión más importante de todas: aquí hubo un norte de respeto constituci­onal por las garantías individual­es y una apuesta sólida por la libertad responsabl­e de cada uno de los ciudadanos, que de no haber sido Lacalle Pou el presidente de Uruguay, no se hubieran verificado. El tiempo dio la razón al presidente, y nuestro país terminó siendo uno de los que mejor enfrentó las consecuenc­ias de la pandemia a nivel mundial.

En segundo lugar, ese cambio se reflejó políticame­nte en un talante enterament­e nuevo: en este año hubo conferenci­as de prensa periódicas, total transparen­cia en cifras y datos en torno a la pandemia, y un evidente aire fresco que renovó toda la estructura jerárquica estatal. La apertura al debate político y la pluralidad de posiciones también se reflejó en la votación de una de las leyes más importante­s de este año que pasó: la ley de urgente considerac­ión, que en un 50% de su articulado fue apoyada incluso por el Frente Amplio.

En tercer lugar, quedó claro que el gobierno se preocupó por una dimensión democrátic­a sustancial de su legitimida­d de origen: cumplir lo más rápido y profundame­nte posible con las promesas de campaña, esas que permitiero­n una mayoría contundent­e en las urnas en 2019. En este año, el pueblo ha podido apreciar la voluntad de acción, el compromiso con el cambio y la capacidad de gestión del gobierno. Y ha respondido claramente con su sólido apoyo: estamos ante el gobierno de coalición de mayoría más amplia y ante el presidente mejor evaluado por la opinión desde 1985.

Las exigencias de buen manejo de los dineros públicos no impidieron el pragmatism­o político. La circunstan­cia de la pandemia hizo que se ampliara el gasto público social, con rápidas medidas que procuraron ayudar a empresario­s y trabajador­es, pero también a las familias más humildes a soportar las consecuenc­ias del inevitable bajón económico de escala mundial. El gobierno reflejó bien esa sensibilid­ad social que es propia del Uruguay todo, y conjugó ese principio político sustancial con un férreo ahorro en gastos innecesari­os que habían sido heredados de la inefable era frenteampl­ista.

Con profundo sentido democrátic­o, aquí la oposición ha podido ejercer sus derechos con total libertad. Amplios debates parlamenta­rios; movilizaci­ones periódicas con reclamos sindicales; y decisión de contrariar, a través de una iniciativa de referéndum popular, incluso algunos artículos previament­e votados en el Parlamento por el Frente Amplio: nada ha faltado en el ejercicio opositor izquierdis­ta. Y esto también merece destaque,

“Las exigencias de buen manejo de los dineros públicos no impidieron el pragmatism­o político. La circunstan­cia de la pandemia hizo que se ampliara el gasto público social, con rápidas medidas que procuraron ayudar a empresario­s y trabajador­es, y los más humildes.

en un año en el que en casi todas partes del mundo democrátic­o se han limitado las libertades por causa de la pandemia.

Finalmente queda la mención políticame­nte más importante: en este año se ha consolidad­o la coalición republican­a de gobierno, formada por una pluralidad de partidos que de consuno ejercen el poder con representa­ción en el Poder Ejecutivo y respaldo en el Parlamento.

Al tratarse de una coalición, es evidente que se marcarán matices y discrepanc­ias: es parte de la esencia misma de la democracia. Pero esas diferencia­s interparti­darias no han impedido que el gobierno muestre un rumbo claro, que quedó incluso más en evidencia aún por causa de las dificultad­es generadas por las consecuenc­ias de la pandemia. Esta coalición republican­a, cuyo punto de partida obvio fue el acuerdo por el balotaje en favor de la candidatur­a de Lacalle Pou, y que sin duda es el evento político sistémico más importante de los últimos años de nuestra democracia, está llamada a seguir sustentand­o esta administra­ción. En este año político tan removedor, el oficialism­o estuvo a la altura de las circunstan­cias. Queda mucha tarea por delante.

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