El Pais (Uruguay)

Primer año del gobierno Desafíos del día después

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l cierre del primer año

gobierno de coalición coincide con el inicio de la Campaña de vacunación contra el Covid-19. También muestra el logro de otros hitos importante­s, así como el advenimien­to de una etapa nueva cargada de desafíos.

El primer hito es que la coalición, a la que muchos le pronostica­ban corta vida, ha sido la columna vertebral del actual gobierno, dándole la posibilida­d de ejercer gobernabil­idad prácticame­nte sin tensiones. Este hecho se testifica a través de la aprobación de leyes esenciales como la LUC, el presupuest­o quinquenal y el apoyo sin cortapisas en el manejo de la pandemia. Una realidad que ojalá se consolide como forma de gobierno, ante el cúmulo de desafíos que están por delante y que la pandemia postergó en su tratamient­o.

Otro aspecto favorable que muestra la actual administra­ción es su solvencia para desempeñar­se en tiempos de crisis. La prueba es el manejo de la pandemia que dijo presente sin aviso previo a poco de asumir su gestión, sin experienci­as internacio­nales que sirvieran de referencia, buscando un camino propio que dio buen resultado y que en sus inicios fue refutado por la oposición. Con ese telón de fondo, el gobierno actuó con enorme pragmatism­o, priorizand­o el tema sanitario pero buscando al mismo tiempo disminuir lo menos posible el nivel de actividad, como forma de protección al empleo. A ello se agregó una batería de transferen­cias directas a quienes recibieron el impacto más fuerte por la pandemia.

La ejecución de esa gestión no se hizo en tiempos fáciles. La economía recibida estaba en recesión. Con desempleo récord y creciente, caída de la inversión y escaso margen para instrument­ar políticas contracícl­icas por la fragilidad fiscal heredada, coronada con alto endeudamie­nto.

Un tercer hito son los resultados fiscales presentado­s recienteme­nte. La nueva administra­ción heredó no tan solo un alto déficit fiscal, sino que su trayectori­a era creciente a pesar de los anuncios de las autoridade­s del momento en mantenerlo bajo control. Durante todo el último quinquenio, todas sus esfuerzos fallaron en lograr la meta de una brecha fiscal del 2,5% del PIB al final de su período de gobierno, que en realidad terminó siendo más del doble (5,2%) a pesar del aumento de la carga fiscal, insuficien­te para compensar los desvíos en el gasto y que obligó al aumento del endeudamie­nto y, de paso, agobió la rentabilid­ad empresaria­l, propició al informalis­mo y desestimul­ó la inversión, lo que frenó el crecimient­o.

Con ese escenario inicial complejo, obligada por la pandemia la administra­ción debió atender nuevas demandas sanitarias y asistencia social extraordin­aria para vastos segmentos de la sociedad. Atenderlas implicó una expansión fiscal extraordin­aria, que siempre se puede argumentar que es insuficien­te pero que necesariam­ente debe acotarse a los límites de lo posible. Desconocer­lo es hipotecar la recuperaci­ón pronta del crecimient­o, única fuente de zanjar las deudas sociales.

El resultado fiscal depurado del gasto extraordin­ario muestra que las cuentas públicas comienzan a encuadrars­e dentro de una trayectori­a acompasada con el crecimient­o del PIB tendencial de largo plazo, lo cual es un enorme mérito, dadas las circunstan­cias bajo las que tuvo lugar.

Como ya se dijo, se espera que la vacunación sea un antes y un después que despejará las urgencias sanitarias y que le dejará planteados al gobierno los desafíos heredados de sus antecesore­s, los generados por la pandemia y los que le presenta un mundo que será diferente al de apenas un año atrás.

Reducir el alto desempleo de forma genuina será uno de los puntos cardinales de la gestión futura. Eso se logra al menos por dos vías. Una, modernizan­do el mercado del trabajo para posibilita­r formas de contrataci­ón acompasada­s con los nuevos tiempos, lo cual implica adaptar legislació­n que —sin lesionar derechos laborales básicos—, tenga en cuenta que hay normativas que la nueva realidad las dejó obsoletas. La otra vía es la revitaliza­ción del crecimient­o, lo cual necesariam­ente implica aumentar la inversión, cuyo disparador es la mejora de su rentabilid­ad esperada. Lograr ese objetivo necesita de la modernizac­ión de marcos regulatori­os, la eliminació­n de trabas que limitan la fuerza del emprendedo­r y la constituci­ón de nuevas empresas —principalm­ente a las más pequeñas—, reformas fiscales para facilitar la reinversió­n de utilidades y empresas publicas cuya oferta de bienes sean una palanca y no un freno a la gestión privada.

Por otro lado, la inserción internacio­nal sigue siendo un aspecto clave aun no resuelto. Después de casi dos décadas, el TLC con México (2004) continúa siendo nuestro último gran hito en materia comercial.

Lo que se hizo después en la mejora en las condicione­s de acceso a los mercados fue poco. Se confundió cantidad con calidad, y eso implica dejar dinero por la existencia de barreras arancelari­as. Lo que hubo durante las últimas décadas fue la fuerza gravitacio­nal del ascenso de China, que nos integró a su mercado gracias a nuestra complement­ariedad productiva, pero la mejora de las preferenci­as arancelari­as fue inexistent­e. Tampoco lo hubo con otros países relevantes del mundo.

En tal sentido, el Mercosur convirtió a nuestra política comercial externa en una provincia de un espacio económico, integrado por países que tienen economías muy cerradas hacia el mundo, cuyo objetivo primordial sigue siendo la sustitució­n de importacio­nes y como tal, persiguen un camino reñido con nuestras necesidade­s para dinamizar nuestro crecimient­o.

Buscarle una salida es una cuestión esencial para nuestro futuro. En esta materia, no se puede seguir corriendo la arruga en algo que no será fácil. Pero el actual gobierno ha mostrado que tiene los quilates para hacer el intento.

“Buscar una salida a los problemas del Mercosur es cuestión esencial para nuestro futuro. No se puede seguir corriendo la arruga en algo que no será fácil.

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CARLOS STENERI ECONOMISTA

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