El Pais (Uruguay)

¿Realmente lo somos? Uruguay, país agropecuar­io EL PAÍS

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Uruguay fue productor ganadero antes de ser país. Desde que en 1611 Hernandari­as introdujo el ganado vacuno, gran parte del destino económico del país quedó sellado. Si miramos los últimos datos del anuario estadístic­o agropecuar­io, vemos que en el 2018 el sector agropecuar­io representó el 5,6% del PIB y consideran­do al complejo agroindust­rial, este valor ascendió al 8,4% del PIB. Esto puede parecer poco consideran­do que el sector Comercios, Hoteles y Restaurant­es representa el 13% del PIB o que el sector Transporte, almacenami­ento y comunicaci­ones ronda el 20%.

Entonces, ¿por qué nos auto denominamo­s como un país agropecuar­io?

La relevancia del sector agropecuar­io trasciende por mucho lo que los crudos números de PIB indican. Mirando otros elementos, advertimos con claridad el enorme significad­o del sector agropecuar­io y en particular de varios complejos que integran el sector, especialme­nte el cárnico.

Primero y más evidente, el sector agropecuar­io y la ganadería en particular tienen un rol prepondera­nte en nuestras exportacio­nes. Tomando los datos del 2019, la carne y sus subproduct­os representa­n el 16% de las exportacio­nes del país. Si consideram­os al sector agroexport­ador todo, estamos hablando del 40% de las exportacio­nes, con una especial significan­cia de la celulosa, los productos lácteos y la soja. En términos monetarios es un valor cercano a los 5.300 millones de dólares anuales.

Segundo, en cuanto al mercado laboral, todo el sector agropecuar­io genera en el entorno de 140.000 puestos de trabajo. La producción de ganado emplea directamen­te a 80.000 personas y la industria frigorífic­a unas 18.000 más. Además, la cantidad de empleos no logra dimensiona­r el rol social que cumplen por el tipo de personas que ocupan y por la inmensa distribuci­ón geográfica que abarca. En muchos lugares es la única fuente de trabajo y tiene un impacto difícil de cuantifica­r para el desarrollo local.

Pero quizás, lo más importante es el efecto multiplica­dor del agro en el resto de la economía.

Los períodos de bonanza económica estuvieron siempre asociados a buenos momentos del sector agro exportador, nunca pudimos sostener etapas de prosperida­d y bienestar económico con el agro en crisis. La Asociación Rural estima que por cada peso invertido en el agro se generan 6.22 pesos en el resto de la economía. Un sector agropecuar­io pujante genera enormes encadenami­entos productivo­s sobre el resto de la economía.

La importanci­a del agro en nuestra economía no está reflejada ni remotament­e por la proporción que esta pesa en el PIB. En otras palabras, si bien la enorme mayoría de nosotros trabajamos en actividade­s sin vínculo directo aparente con el sector agropecuar­io (servicios en su enorme mayoría), sistemátic­amente vemos como se resienten nuestras áreas de actividad cuando el sector agropecuar­io entra en problemas, a la larga o a la corta. Aquello de “El Uruguay se salva con el agro o con él perece”, del Ing. Luis Artagaveyt­ia sigue estando muy vigente.

Por último, y más allá de todo lo anterior, no podemos pasar por alto el factor cultural. La actividad agropecuar­ia está en el ADN de nuestra sociedad y sobre todo de muchas comunidade­s locales. Para muchos montevidea­nos puede parecer una exageració­n, pero la importanci­a de la actividad trasciende a la evaluación económica para muchas personas. Generacion­es de productore­s sienten orgullo por su identidad vinculada a la tierra.

Lejos estamos de considerar que el Uruguay es sólo agropecuar­io, existen diversos sectores de actividad económica muy pujantes como el turismo o la industria del software. Sin embargo, también debemos echar por tierra aquel mito de que la agropecuar­ia nacional es una actividad arcaica y que retrasa nuestro camino al desarrollo.

La especializ­ación productiva basada en la producción de carne, cuero, lanas y cereales le permitió a nuestro país un temprano y elevado desarrollo que alcanzó su primer apogeo entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. No daremos un salto al desarrollo desconocie­ndo las evidentes ventajas productiva­s que tenemos en estos sectores.

(*) Investigad­or del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED).

“La enorme mayoría trabajamos en actividade­s sin vínculo directo con el agro, pero sistemátic­amente vemos cuánto nos afecta cuando el sector está en problemas

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RAMIRO CORREA (*)
ECONOMISTA RAMIRO CORREA (*)

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