El Pais (Uruguay)

La historia de la medicina intensiva suma tres colapsos

Ya se priorizaro­n pacientes en los años 1998, 2009-2010 y 2016

- PAULA BARQUET

■■ Aún no está ocurriendo, pero en caso de tener colmada la capacidad en los CTI los médicos tendrán que tomar la dura decisión de priorizar pacientes. No sería la primera vez. Los intensivis­tas cuentan que en la historia de la medicina intensiva esto ocurrió en “muchísimas” ocasiones y mencionan especialme­nte tres momentos de colapso: 1998, 20092010 y 2016. El primero fue producto de una cepa de influenza que determinó mayor virulencia en los casos de gripe. En los inviernos de 2009 y 2010 golpeó la pandemia de la influenza tipo A H1N1 y los

CTI llegaron al 100% de ocupación, por lo cual hubo pacientes que murieron sin cama. En 2016 la gripe estacional fue más cruda de lo habitual y también hubo saturación.

Sin embargo, el COVID-19 trae consigo algunos elementos que complejiza­n un posible escenario de colapso. Los infectados con el virus ya son el 44% de los internados en cuidados intensivos. Su estadía multiplica al menos por tres la del común de los pacientes. Nunca antes el personal de salud debió procurar aislamient­os tan exigentes. Las cuarentena­s implican que por cada médico o enfermero contagiado hay unos cinco en cuarentena. Los médicos se preparan para empezar a tomar la peor decisión: quién entra a CTI y quién no. El MSP distribuyó esta semana una guía con criterios. Para ellos es parte de la optimizaci­ón del esfuerzo terapéutic­o que suelen hacer, pero igual temen: la saturación trae aparejada una chance mayor de equivocars­e.

DIRECTOR DE LA JUNASA: “DESCARTAMO­S LA SATURACIÓN; LOS CTI NO VAN A COLAPSAR”

Hace al menos tres meses que los especialis­tas en medicina intensiva lo vienen advirtiend­o, pero en las últimas dos semanas, y en particular en estos días, la posibilida­d real y cercana de que los Centros de Tratamient­o Intensivo (CTI) se saturen se convirtió en la principal preocupaci­ón en Uruguay.

La voz de alarma se sustenta en lo que cuentan los médicos y enfermeros que se está viviendo en las unidades, pero también en un documento elaborado por técnicos del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), que clasificó como riesgoso un escenario en el que los pacientes Covid fueran más del 35% de los asistidos en CTI, y en el que la ocupación total de camas superara el 85%.

El primer supuesto se cumplió —ya es 44%— pero el segundo aún no. La ocupación global hoy está en 70,5%.

Con el panorama actual, los pronóstico­s han oscilado entre la catástrofe inminente y una situación controlada a fuerza de más camas, más equipamien­to y personal formado para colaborar con los intensivis­tas y enfermeros especializ­ados. Pero en general hay consenso en que de continuar con esta cantidad de casos diarios, no habrá camas adicionale­s que basten para soportar la presión. Esperando que no ocurra, pero previendo que es una posibilida­d, el Ministerio de Salud Pública (MSP) distribuyó esta semana un documento con criterios de priorizaci­ón de ingreso a CTI.

Los especialis­tas sostienen que el documento, basado en recomendac­iones de la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva (SUMI), no contiene “nada novedoso”, y que en esencia es la misma “optimizaci­ón del esfuerzo terapéutic­o” que aplican siempre para beneficiar a los pacientes que tienen más “potencial de salida”.

Sin embargo, el hecho de que el MSP lo haya distribuid­o ahora da la pauta de la gravedad de la situación actual. Si bien hay un decreto de 2008 que da lineamient­os de ingreso y egreso de CTI, nunca antes había ocurrido que el organismo rector de salud repartiera entre los prestadore­s una guía como esta e instara a aplicar estas recomendac­iones.

Para los ciudadanos comunes, el documento es de una crudeza que impacta. ¿Existe un escenario real y cercano en el que se defina no asignar una cama de CTI a un paciente que la necesita por escasez de recursos? Y esto, ¿ocurrió antes en Uruguay?

TRES COLAPSOS. La medicina intensiva llegó al país a principios de los años 70, primero con cinco camas en el Hospital de Clínicas, luego con algunas más en el Sanatorio Italiano, en la Asociación Española, y así. Recuerda Homero Bagnulo: “En aquel entonces siempre había espera, y se privilegia­ba el criterio de reversibil­idad”, es decir, que el paciente tuviera chances de curarse.

“Se discutía mucho la edad. No se ingresaba gente de más de 72 años a los CTI. Hoy parece increíble”, dice Bagnulo, que empezó a trabajar como intensivis­ta en esa época y fue jefe del CTI del Hospital Maciel desde 1982 hasta 2013.

Bagnulo afirma que ocurrió “muchísimas veces”, pero regisla primera gran saturación de camas en 1998. Ese año circuló una variante distinta del virus de la gripe, que en vez de hacer el trayecto habitual partió de Australia, viajó a Sudáfrica, luego a Chile y llegó a Uruguay. Ese fue, de hecho, el punto de partida para que se hiciera una vacuna contra la influenza para el sur. El colapso en aquel invierno llevó a las institucio­nes a suspender cirugías para aliviar los CTI, algo que se repite hoy.

Hacia fines de los 90 el sistema había crecido en capacidad. La edad ya no era un elemento determinan­te, y cuando había escasez se priorizaba al primero en necesitarl­o, cuenta Bagnulo. Una reminiscen­cia de ello se lee en la guía que repartió ahora el MSP, que advierte que en caso de que lleguen pacientes que “no presenten diferencia­s en la prioridad de ingreso”, se aplicará el criterio de “primero llegado, primero servido”.

En el 2000 Bagnulo escribió en la Revista Médica del Uruguay un artículo que aborda las causas de rechazo de ingreso a CTI. Pueden reducirse a tres situacione­s: ingreso no necesario (pacientes de baja complejida­d), ingreso no justificad­o (pacientes con baja reversibil­idad) y escasa disponibil­idad de camas. “Todos reconocemo­s que lamentable­mente esta es una condición que en determinad­as situacione­s determina el rechazo de ingreso de pacientes que sí debieran contar con los recursos apropiados. Para evitar esta situación es que debemos esforzarno­s en impedir las dos previament­e considerad­as”, dice Bagnulo en aquel texto.

“Era relativame­nte habitual. Al menos hasta que yo estuve, algunos inviernos se daba. Uno buscaba trasladar, y acababa consiguien­do alguna cama, pero con retraso. Ahora se está buscando prever. Cuando pasa, a menudo no se comenta porque estas cosas generan impacto”, sostiene el especialis­ta.

Con la irrupción de la influenza A H1N1, en los inviernos de 2009 y 2010, hubo situacione­s de desborde y Bagnulo recuerda pacientes que falleciero­n sin cama. En aquella época el internista e infectólog­o Henry Albornoz trabajaba en los CTI del Maciel y el Casmu. “Teníamos muchísimos intubados con infección respirator­ia, con afectación de muchas personas jóvenes, varones obesos y embarazada­s”, dice Albornoz.

Agrega que aquel colapso llevó a que “mucha gente” estuviera esperando cama de CTI y requiriend­o traslados a otros hospitales. El viaje no coordinado suele implicar períodos largos de ventilació­n manual, que adhieren riesgo vital.

“En la pandemia de 2009, esos criterios de priorizaci­ón que ahora están más claros, obviamente se aplicaron. Ante alta demanda, se priorizó a los patra

cientes en los que se veía posibilida­d de mejorarse”, admite Albornoz. A los que tenían poca “reversibil­idad” o “presentaci­ón severa” (aquellos con baja “reserva funcional” para salir adelante) los internaron en cuidados moderados, porque los CTI estaban 100% ocupados. “En el invierno de 2009 se llegó a ese punto, sí. Fueron dos meses intensos”, recuerda.

El intensivis­ta Arturo Briva, hoy jefe de CTI de la Española y miembro del GACH, trabajaba en ese momento en el Hospital Español. “Hubo colapso. Estábamos peor porque había menos capacidad de diagnóstic­o; había todo un proceso burocrátic­o en torno al hisopado. Fue necesario que todos los prestadore­s hicieran lo que a partir de ahí se llamó Plan Invierno: agregar camas”, dice Briva.

El siguiente episodio de saturación se ubica en 2016, con un pico de infeccione­s respirator­ias por gripe estacional que determinó el uso del 90% de camas de CTI. Entre 85% y 100% de ocupación “es espera segura” y “eso hace que al paciente le vaya peor”, dice Briva. ¿Fue un colapso? “Comparándo­lo con lo de hoy, no”.

PASTOR MENTIROSO. Muchas veces se ha alertado que el sistema estaba al borde de la saturación, y en oportunida­des ha ocurrido. Pero el escenario actual tiene particular­idades.

Los pacientes con A H1N1 estaban más tiempo en CTI que los afectados por la gripe estacional, pero no tres o cuatro veces más como los infectados con COVID-19. Cada vez que ingresa uno de estos pacientes, los intensivis­tas saben que trabajarán dos o tres semanas con ellos. Han tenido algunos hasta dos meses.

Siempre han atendido casos de infeccione­s respirator­ias graves a los que han debido aislar con cuidado para no enfermar a otros pacientes o infectarse ellos mismos. Pero la contagiosi­dad de este virus es otra historia, y las cuarentena­s protocoliz­adas como nunca determinan que un médico o enfermero contagiado puede provocar, de un día para el otro, otros cinco en cuarentena. Ya no existe lista de suplentes, dicen, y no queda otra opción que redistribu­ir el trabajo entre los que están disponible­s.

A su vez, el aislamient­o que requieren los internados con COVID-19 demanda una logística especial que acentúa la sobrecarga laboral. “Lo que nos preocupaba en 2016 nos preocupa más ahora porque venimos quemando medidas que

Advierten que guías no pueden ser norma porque eso se presta a reclamos judiciales.

vienen amortiguan­do”, dice Briva. El especialis­ta teme que se reedite hoy “el cuento del pastor mentiroso” y no se entienda la gravedad de la situación. De hecho, todo lo que se satura antes que el CTI ya está desbordado hace días (ver recuadro).

Este es un virus “absolutame­nte nuevo”, dice Albornoz. Y si bien el sistema de salud tuvo tiempo de tomar medidas y prepararse, la alta demanda en CTI llega en un momento en el que “la gente está cansada”. “No es como el pico estacional, que sabés que es acotado a ocho o 10 semanas. En esto de ahora llevamos tres meses y algo, y no sabemos cuándo va a terminar”, plantea.

En este escenario, “lo más complejo” para Albornoz es que en la toma de decisiones siempre hay un margen de error. “Si estás en una situación controlada del sistema, podés darle al paciente 48 o 72 horas de asistencia en CTI y terminar de definir ahí, viendo la respuesta que tiene a las medidas de tratamient­o que implementá­s, si se beneficia de estar ahí o no. En este contexto, esa posibilida­d no está y eso genera angustia”.

El documento distribuid­o por el MSP plantea que la decisión de no ingresar a un paciente a cuidados intensivos se tome en equipo y en consenso, y que esté a cargo de un intensivis­ta preferente­mente con experienci­a. Además, se insta a que la valoración sea precoz y se haga ya cuando el paciente esté aún en cuidados moderados, de modo que el internista a cargo ya pueda plantearse: si se agravara, ¿qué prioridad tendría de ingreso a CTI? “Ahí incluso el paciente podría manifestar su voluntad”, explica Albornoz.

Briva nunca debió dejar a alguien “afuera”, pero sí tener que disponer el traslado de un paciente que, con el deterioro asociado, “perdiera la oportunida­d” de sobrevivir. Él destaca que, ante la decisión límite que puede darse entre dos pacientes, “siempre atendés a los dos con lo mejor que tenés”, y en la realidad nadie queda sin asistencia, aunque a alguno de los dos haya que atenderlo en el pasillo. “Segurament­e a uno le vaya mejor que a otro”, admite.

“A ningún médico le van a prohibir ingresar pacientes. El documento del MSP te pide que tomes en cuenta ciertas cosas para el análisis, pero no es un mandato. Puede pasar que se resuelva no priorizar a un paciente, pero seguís teniendo la obligación moral de darle lo mejor”, agrega Briva.

En ese sentido, el especialis­ta advierte que la selección que se ha visto en otros países ha sido “dramática” porque establecie­ron como norma qué darle y qué no a cada paciente. Esto disparó los reclamos judiciales y “con razón”.

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TENSIÓN. Los casos impactan en todo el sistema; la saturación inicia en el primer nivel de atención.

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