El Pais (Uruguay)

El gobierno apuesta a la vacunación para bajar casos graves

Uruguay entre dos carreras: la de la vacuna y la de los contagios

- DELFINA MILDER

La vacunación en Uruguay avanza “a buen ritmo”, dice el gobierno. De hecho, a nivel mundial, Uruguay se posicionó en el podio de países que más personas ha vacunado en promedio en los últimos siete días, solo superado por cuatro islas y dos países que no llegan al millón de habitantes. En Semana Santa hubo un récord: 260.000 personas de entre 18 y 70 años fueron inoculadas; fue la semana de mayor concurrenc­ia a vacunatori­os. En esta carrera vamos ganando. Pero, también en la de los contagios y muertes. Mil, dos mil, tres mil contagios se registraro­n en los últimos días y solo en marzo murieron 366 personas por COVID-19. El personal de salud de los CTI augura el colapso. “Se viene brava”, dicen. Los ingresos aumentan y los pacientes son cada vez más jóvenes. Pero, entre el miedo y la impotencia hay lugar para la esperanza: que este ritmo de vacunación frene los casos graves de la enfermedad. “Las personas que reciben la vacuna tienen mucha menos probabilid­ad de padecer la enfermedad en su forma grave, por eso desde el gobierno estamos trabajando fuertement­e para vacunar de manera masiva a los mayores de 70 años”, consignó el viceminist­ro José Luis Satdjian.

Hay dos carreras que avanzan en Uruguay a pasos agigantado­s: la vacunación y los contagios. Cientos de miles de uruguayos ya festejaron su primera dosis; algunos miles la segunda. Se ve en las fotos que inundan las redes sociales y en los testimonio­s en la televisión: nunca una aguja clavada en el brazo generó tanta alegría. Al fin parece vislumbrar­se algo de aquella vida que conocimos.

Pero, termina la jornada de vacunación, llega la noche y el informe del Sistema Nacional de Emergencia­s (Sinae) trae las malas noticias. Mil, dos mil, tres mil contagios diarios. Son 366 las personas fallecidas por COVID-19 solo en el mes de marzo. Es entonces cuando el temor al colapso se acrecienta y los médicos vuelven a alertar, como lo hicieron en la conferenci­a el pasado 22 de marzo y como lo hacen cada día desde sus redes sociales, que la saturación del sistema es inminente si no baja la curva de contagios.

¿Qué va a llegar primero? ¿La inmunidad o el colapso? ¿Puede la primera dosis de la vacuna frenar la enfermedad grave, el ingreso a los centros de cuidados intensivos (CTI)? ¿Cuándo vamos a ser inmunes?

No hay respuestas certeras; la pandemia está sucediendo en tiempo real y las malas noticias conviven día a día con las buenas. Por otro lado, la variante P1 del SARS-COV-2 y su mayor grado de transmisib­ilidad entran en el cóctel, y, según el virólogo Santiago Mirazo, es muy probable que esta cepa —dos veces y media más contagiosa que la predominan­te en Uruguay— pase a ser la variante dominante en el país. Esto es igual a más contagios.

Pero, vayamos a las buenas: la vacunación.

A un mes de la llegada de las primeras dosis al territorio, Uruguay se posicionó en el podio de los países que más personas ha vacunado por día en el promedio de los últimos siete días; solo superado por cuatro islas y dos países que no llegan al millón de habitantes, según datos de la organizaci­ón Our World in Data.

Esto se refleja en el porcentaje de habitantes vacunados: hasta el sábado de tarde, el 20,34% de la población —713.091 personas— recibió la primera dosis, mientras que el 1,94% —67.954 personas— recibió la segunda.

El subsecreta­rio del Ministerio de Salud Pública (MSP), José Luis Satdjian, dice a El País que en Semana Santa se llegaron a vacunar más de 260.000 personas y que el plan “avanza a buen ritmo”. Fue la semana en la que se vacunó más gente hasta ahora. Al inicio, cuenta el viceminist­ro, la cartera se había fijado la meta de inocular a 30.000 personas por día, “y esa cifra la estamos superando ampliament­e, llegando a vacunar más de 57.000 personas en un solo día”, señala el jerarca.

Hasta el viernes, la franja de entre 71 y 79 años, que forma parte de la población de riesgo, era la única que no había sido contemplad­a hasta el momento. “Nos quedaron atrapados los que tienen entre 71 y 79 años, por la baja cantidad de vacunas que nos fueron llegando”, dijo a El País el director de Salud, Miguel Asqueta, en una nota publicada el jueves.

Al día siguiente, por la tarde del viernes, el gobierno anunció que en el transcurso de este mes “se completará la vacunación de todas las personas mayores de 70 años, con al menos una dosis de la vacuna Pfizer/biontech”.

Según expresó en su cuenta de Twitter el secretario de Presidenci­a, Álvaro Delgado, la decisión “se basa en el buen desempeño evidenciad­o por la primera dosis de Pfizer y en la necesidad de mitigar el ingreso a CTI de los segmentos de población con mayor riesgo de perder la vida por los efectos de la COVID-19”.

Para lograr cubrir la franja de entre 71 y 79 años con las vacunas disponible­s, se aumentará el intervalo entre la primera y la segunda dosis de la vacuna de Pfizer para grupos ya vacunados con primera dosis, informó Delgado.

Este retraso entre la primera dosis y la segunda se ha hecho en varios países tras conocerse la experienci­a de Israel, que demostró la alta eficacia de la primera dosis de la vacuna Pfizer para prevenir la enfermedad grave.

Satdjian reconoce que hay una “correlació­n” entre la eventual sobrecarga de los CTI y el avance de la vacunación; “o sea, las personas que reciben la vacuna tienen mucha menos probabilid­ad de padecer la enfermedad en su forma grave, por eso desde el gobierno estamos trabajando fuertement­e para vacunar de manera masiva a los mayores de 70 años”, señala.

LA AMENAZA DE MANAOS. “En un contexto epidemioló­gico de dominancia de la P1, segurament­e los esfuerzos de vacunación deben ser más altos para alcanzar niveles de mayor cobertura”, señala Mirazo, que prevé que esta variante, cuando empiece a ganar terreno, “va a desplazar a todas las

“Superamos la meta inicial y llegamos a vacunar a 57.000 personas en un solo día”

José Luis Satdjian, subsecreta­rio de Salud Pública.

“Lo más seguro que nos van a dar las vacunas ahora es un freno contra ingresos a CTI” Álvaro Díaz, inmunólogo.

“Tenemos esperanza de que la vacunación baje, por favor, la gravedad de los casos”

Andrea Pittaluga, coordinado­ra de CTI.

En los próximos días habrá novedades de la vacunación masiva para los mayores de 70 años de edad.

variantes anteriores”. Según se demostró en investigac­iones llevadas a cabo por el Institut Pasteur, al 22 de marzo la variante estaba presente en siete departamen­tos y fue el detonante que llevó al gobierno a anunciar varias medidas más restrictiv­as.

Álvaro Díaz, inmunólogo, docente e investigad­or de la Facultad de Química, comenta que ensayos de laboratori­o han demostrado que la vacuna Pfizer es efectiva para combatir la variante brasileña P1, pese a que reduce su eficacia a nivel de anticuerpo­s. Estos ensayos de laboratori­o “no cuentan toda la historia, pero son una aproximaci­ón útil”, dice Díaz. En los ensa

yos se ha visto que, cuando una persona vacunada con Pfizer se enfrenta a la P1, sus anticuerpo­s tienen, en promedio, “un tercio de la capacidad de neutraliza­r el virus en comparació­n con la capacidad para neutraliza­r la cepa del virus convencion­al”, comenta el inmunólogo. Pero, aunque parezca poco, Díaz explica que la vacuna Pfizer genera niveles de anticuerpo­s “tan altos” que, aun con esa caída al tercio, “se está en niveles muy altos de anticuerpo­s, aun más altos que los que tiene la gente que pasó por la enfermedad de la cepa convencion­al”.

Sin embargo, no hay datos concretos respecto a la efectivida­d de Coronavac en ese sentido. “No hay datos científico­s, pero tengo la esperanza en base a casos anecdótico­s de que una sola dosis de Sinovac haga fuerza en el sentido de disminuir las muertes y enfermedad­es severas”, dice Díaz, y pone el ejemplo de los dichos del médico intensivis­ta Pedro Alzugaray, que en diálogo con El País comentó que ya no estaba recibiendo ingresos a CTI de personas varios días después de la vacunación.

Por otro lado, Díaz menciona que los anticuerpo­s “de los que tanto se habla”, que son los que se miden en los ensayos a los que hace referencia, “son fundamenta­les para proteger la enfermedad general, los que hacen que el virus no colonice”. Pero hay otras ramas de la inmunidad “de las que se habla menos”, dice Díaz, “que no van a bloquear el virus, no van a evitar que te infecte, pero sí van a evitar que esa infección se vuelva severa”, explica. “Y es mucho más difícil que una variante nueva del virus se escape de esas otras ramas de la inmunidad”. Entonces, concluye el inmunólogo, es probable que veamos un aumento de casos si la variante P1 se termina de extender en Uruguay, pero “no necesariam­ente un aumento de gente en CTI en la misma proporción”.

“Es mas fácil proteger contra la enfermedad severa que contra la enfermedad en general”, sintetiza. “Lo más confiable y seguro que nos van a dar las vacunas es un aguante, un freno contra el número de gente en CTI”.

¿Y MIENTRAS TANTO?. Andrea Pittaluga fija un horario para la entrevista telefónica, cuando la guardia “está más tranquila”. Pero, llega la hora y cancela: en el momento “tranquilo” le toca esperar el ingreso de dos pacientes COVID en uno de los tres CTI donde trabaja. “Esto es impredecib­le. Lo único seguro es que vamos a tener ingresos COVID”, escribe por Whatsapp.

Cuando finalmente puede hablar, lo primero que dice es que están “siempre al borde”. Pittaluga es coordinado­ra en el CTI del Hospital Militar y también trabaja en los CTI del Hospital Español y de ASSE de Florida. Tanto en el interior como en Montevideo cuenta que están con “muy pocas camas libres y siempre contando con algún egreso o alta para tener alguna cama libre más”.

Entre el agotamient­o de las guardias eternas, el estrés y la carga emocional con la que lidia todos los días, la doctora se enfrenta a una dualidad: el miedo a la saturación y la esperanza de la inmunidad. “Realmente pensamos que todavía puede llegar lo peor. El ritmo de crecimient­o de casos e ingresos a CTI es tremendo, y pensamos que nos vamos a desbordar porque no nos quedan muchas camas”, dice. “Pero, a su vez estamos sumamente esperanzad­os de que la vacunación nos baje, por favor, la gravedad de los casos”. Es casi una súplica: “Que ya no tengamos tantos ingresos, que muchos puedan pasar la enfermedad en su casa con síntomas leves y más nada”, pide.

Más al norte, en Salto, la nurse Ana da Cunha augura lo mismo: “Se viene brava”, dice. Da Cunha trabaja en el CTI COVID del Hospital de ASSE y en el de una mutualista. La ocupación es similar en ambos centros: los dos han rozado la totalidad, dice.

Pese al estrés y la incertidum­bre, la nurse cuenta con voz calma y pausada el ritual de todos los días: “Yo entro y los saludo, tanto al paciente lúcido como al que está en coma. El último sentido que pierden los que están en coma es el oído; entonces siempre les hablo, les explico lo que vamos a hacer. Hay que tocarlos, acariciarl­os. Que sientan que estamos ahí. Que sientan que todo el equipo trabaja por él. Que su familia lo espera. Siempre, así sea en el peor de los escenarios, siempre les damos para adelante”, cuenta.

Ella define el CTI y el “afuera” como realidades paralelas. Cuando sale y ve a la gente “juntarse como si nada” siente impotencia. “Están en un mundo distinto, en el que no se imaginan lo que puede llegar a pasar adentro; las complicaci­ones que pueden tener”.

Así y todo, Da Cunha tiene fe. Dice que se siente “bendecida” de trabajar donde trabaja: “La boca del lobo”, le llama ella. “Es donde nadie quiere estar. Pero, por algún motivo de la vida estamos acá. Tenemos que darles fuerza porque dependen de nosotros”.

LA MUERTE NO ES DIVERTIDA. “Somos todos culpables”, dice un enfermero del Hospital Maciel. “No aprendimos a mantener distancia”, lamenta después. El enfermero (pongámosle Luciano) cuenta que cuando sale del hospital pasa por la rambla y la ve siempre llena.

“Eso no lo podés parar”, afirma. Trabajar con pacientes COVID le sigue afectando después de un año. Y ahora más. Tiene más miedo de contagiars­e, pese a los estrictos protocolos. A sus 40 años ve con temor cómo va bajando la edad de los que ingresan. Antes eran ancianos, ahora tienen 40, 50, 60 años.

“La diferencia del Maciel es que nosotros hablamos mucho”, dice Luciano. “Estamos bastante unidos. Sabés que hiciste todo lo que tenías que hacer, que no es tu culpa que haya muerto el paciente. A veces pasa que te sentís culpable... Pero, es que simplement­e no responden a los tratamient­os”, se lamenta el enfermero.

Ahora hasta el vínculo con la muerte es distinto: “Entrás, le sacas todo, lo mortajás, te quedás adentro de la unidad esperando que venga un camillero para llevarlo a la morgue. Y estás ahí y el paciente es joven. Después de tanta soledad, estar ahí es lo que te hace sentir peor. La muerte no es divertida”.

José (no es su nombre real) coordina el CTI de un hospital de la capital y es médico de guardia en otro. “En uno de ellos estamos a tope y en el otro todavía no, pero estamos esperando un escenario de saturación”, dice. José se guía por la tendencia de la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva (SUMI) y concluye que “lo peor no pasó”, y que estos miles de contagios diarios se van a traducir en más ingresos.

Ese es el escenario para los cuatro trabajador­es entrevista­dos.

“Todos estamos muy sobreexigi­dos y este ambiente de incertidum­bre colabora un poco”, dice José. Para él, lo más angustiant­e es “la mortalidad masiva”. En los CTI de “antes” había distintos tipos de enfermedad­es; cada una con su mortalidad. Pero ahora, en los CTI COVID, la mortalidad “tan masiva, de pacientes tan parejos, tan iguales y con la misma patología... Es algo que nunca vivimos”.

Al igual que los demás, José vuelca toda su esperanza en la vacunación para, al menos, mitigar los ingresos en cuidados intensivos. “Faltan semanas, dice. “Pero está el horizonte”.

El personal de los CTI espera el peor de los escenarios, pero confía en el ritmo de vacunación.

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La semana que termina fue la de mayor vacunación desde que se inició el plan. Ahora se vacunarán los mayores de 70 años.
SALA DE ESPERA. La semana que termina fue la de mayor vacunación desde que se inició el plan. Ahora se vacunarán los mayores de 70 años.
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