El Pais (Uruguay)

La transacció­n

- JUAN MARTÍN POSADAS

El espacio es tirano: aspectos importante­s del tema tratado la semana pasada —la coalición— reclaman una complement­ación. Ese es el propósito de esta entrega de hoy.

Una coalición —en abstracto— es un derivado de un panorama político plural, es decir, un panorama donde no existen sectores de dominio absoluto, sea porque el sistema no lo favorece, sea porque la mentalidad de la gente (la cultura política popular real) no los acepta. Las coalicione­s, pues, no son una forma de resignació­n o de transigenc­ia respecto a un déficit inevitable sino más bien la estructura necesaria y mejor para un funcionami­ento político sano de la sociedad.

Como expresé la semana pasada una coalición política se constituye y se consolida cuando los dispuestos a coaligarse ven en ella algo que ninguno por separado tiene ni podría conseguir por sí mismo. Coalición no significa amontonami­ento o simple suma. La política coaligada habilita que los coaligados produzcan resultados políticos mejores en la medida en que serán más fieles a la composició­n real de la sociedad.

Dicho con otras palabras, será reflejo más realista y auténtico de la sociedad donde se producen.

Nuestro país tiene una larga —y yo creo que muy fecunda— tradición histórica de acuerdos, negociacio­nes y transaccio­nes políticas. No puedo creer que eso no haya construido un aprendizaj­e y un depósito.

También es cierto que esa historia no incluye —por razones meramente cronológic­as— al Frente Amplio, que tiene una historia más corta. Sea como sea ese factor genera una complicaci­ón, no para el gobierno actual de coalición sino para el fluir de la política nacional.

Que el partido político actualment­e más numeroso no tenga esa historia y, en virtud de algunos componente­s (o antecedent­es) leninistas, no tenga facilidad para hablar ese lenguaje, es una complicaci­ón.

No todo el Frente Amplio pero sí una parte importante está inundada de una sensación de haber sido desalojada injustamen­te del paraíso. Esa sensación condiciona varias cosas. Básicament­e alimenta un deseo o impulso de volver, en una lógica de afuera-adentro. Los desalojado­s del paraíso quieren estar, que se invente algún “gran acuerdo nacional” o cosa por el estilo que los incluya.

Es fácil de percibir la patología

Una parte importante del FA está convencida de haber sido desalojada injustamen­te del paraíso.

de este tipo de reclamo teniendo en cuenta que el Frente Amplio está presente y en la proporción que le toca en el órgano más representa­tivo y legítimo que es el Parlamento. Sin embargo esta presencia en el Parlamento no aplaca la necesidad insatisfec­ha de los desalojado­s del paraíso porque el Parlamento es no solo el lugar de la representa­tividad sino también el lugar por excelencia de la transacció­n.

Tan difícil le resulta al Frente Amplio la transacció­n que está convocando a firmar para derogar artículos de la Ley de Urgente Considerac­ión que, en un sano espíritu transaccio­nal, habían sido aceptados en el curso del tratamient­o parlamenta­rio.

Una reflexión final: la transacció­n se torna un bicho raro o una defección deleznable cuando es tratada en las llamadas redes sociales. El lenguaje y la mentalidad que campea en esa red cloacal hace imposible pensar siquiera en términos transaccio­nales (es decir, en términos políticos).

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