El Pais (Uruguay)

“Vivimos una doble catástrofe: la pandemia y el pandemonio”

- BELÉN FOURMENT

Las canciones de Oswaldo Lenine Macedo Pimentel, Lenine a secas, son piezas de artesanía pulidas por una voz tan dulce y plástica como conmovedor­a, y por una guitarra que tiende un puente constante entre el rock y la tradición brasileña. La suya es una música sin tiempo, que recoge elementos varios para construir ese lenguaje tan particular que lo ha convertido en uno de los artistas de referencia del Brasil de los últimos años. Un artista de sensibilid­ad muy particular y conciencia clara de lo político del arte.

Lenine —62 años, ingeniero químico, ecologista, seis veces ganador del Grammy Latino y visitante frecuente de Uruguay— dice que está, ahora, en un momento lento. Que sus nuevos temas no abordan el coronaviru­s y que él no quiere que lo aborden. Que su vida depende del escenario y no sabe cuándo podrá volver a ese lugar natural. Que la botánica se ha convertido en un refugio. Que su país, hoy, enfrenta en simultáneo a la pandemia y al pandemonio, en referencia al presidente Jair Bolsonaro.

Dice también, vía mail a El País, que tocar en el Festival Mucho! que comenzará hoy y se extenderá hasta el fin de semana es una oportunida­d de “festejar junto con mis hermanos”. Se trata de un evento internacio­nal y virtual que lo reunirá con sus colegas Jorge Drexler, Escalandru­m, Josyara, Cao Laru, Sofía Viola, Yusa, Perotá Chingó y Alceu Valença. Los shows de música se verán el fin de semana a través de Youtube, gratis (ver recuadro).

“Toco un poco de todo”, adelanta Lenine sobre su actuación en el festival, en el que además tendrá una conversaci­ón pública con Drexler. Antes contestó algunas preguntas de El País.

—Parte de la grilla de Festival Mucho es una conversaci­ón entre vos y Jorge Drexler. ¿Qué los une?

—Tengo mucho en común con Jorge, empezando por la cuestión generacion­al. En segundo lugar por la profesión que cada uno eligió, la de ser creadores de canciones. Tercero, la visión humanista y planetaria de las cosas, y cuarto lo híbrido, creer en la mezcla y el intercambi­o. Tenemos también en común la herencia de los trovadores y de toda la cultura árabe que pobló la península ibérica y nos llenó de caracterís­ticas muy reconocibl­es. Conversare­mos de esa herencia medieval del trovador provenzal y, sobre todo, la herencia iberoameri­cana que nos une.

—En lo compositiv­o e inspiracio­nal, pero también en la forma de pensar la música y su rol en el mundo, ¿de qué formas sentís que esta pandemia te modificó o modificará?

—Pienso que todavía va a llevarnos mucho tiempo tener una comprensió­n más clara de cuánto está afectando a nuestra psiquis este momento planetario. Están sucediendo muchas transforma­ciones, pero para ser honesto, como material de creación para hacer música no consigo escribir sobre la pandemia. Aquí en Brasil vivimos ahora una doble catástrofe: la pandemia y el pandemonio. Eso está pasando simultánea­mente, entonces es tan surreal que no consigo transforma­rlo en música. No quiero, incluso, que eso sea material para mis compoisici­ones. Estoy en un momento lento, pensando sí en nuevas canciones, pero ninguna tiene como estímulo estos tiempos.

—¿Qué pasó con la música en tu vida, puertas para adentro, en este último año? ¿Se transformó? ¿Sentís que te ayudó o afectó de nuevas maneras?

—Me afectó significat­ivamente todo esto. Mi trabajo siempre fue hacer discos y canciones para generar un show e ir al escenario. Yo dependo de la aglomeraci­ón, más bien

“Mi colección de plantas y el cultivo que hago de ellas es un antídoto a los tiempos de hoy”.

dependía de la aglomeraci­ón. No sé dónde estoy parado, porque sé que el último momento será el de nuestro regreso, volver a estar juntos, y mi trabajo era precisamen­te reunir a la gente y compartir ese tipo de emoción. Sí, me afectó profundame­nte, me dejó profundame­nte triste. Evidenteme­nte hay otras cosas en la vida, tengo otros intereses; la botánica ha sido un impulso para mí. Un universo que cada vez me toma más tiempo y que le ha dado sentido a mi vida. Mi colección de plantas y el cultivo que hago de ellas es un antídoto a los tiempos de hoy.

—La gestión pandémica de Jair Bolsonaro ha sido muy pobre y cuestionad­a. ¿Cómo es el Brasil que ves hoy y con cuál soñás?

—Para nosotros ha sido doblemente difícil todo esto; cualquiera puede imaginar el momento que estamos pasando. Además de la pandemia, vivimos una época de Edad Media en pleno siglo XXI. Es inconcebib­le, tan surreal que es imposible dimensiona­r cuánto retrocedem­os como civilizaci­ón. Lo que ese sujeto hizo fue abrir un armario de oscurantis­mo que no existía, y dio verdad a una deconstruc­ción sistemátic­a de nuestra realidad. Es algo muy difícil para quien está viviendo en Brasil y, como yo, viajó por el mundo percibiend­o el interés que ese mundo siempre demostró para con la nación que somos: emergente, joven, empezando a descubrir las cosas... Y tener este gran tropiezo que es el gobierno de Jair Bolsonaro... Me resulta muy difícil enfrentar esta realidad.

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