El Pais (Uruguay)

Las películas que vendrán

La gala de los premios Oscar cerró una etapa difícil para la industria.

- FERNÁN CISNERO

Qué fue eso? Esa fue la sensación que quedó después de tres horas de una ceremonia de Oscar que pasó volando y que, entre otras peculiarid­ades, no reservó el premio a la mejor película para el final. Fue raro.

Así, el último premio de la noche fue para mejor actor y todo indicaba que iba para el fallecido Chadwick Boseman, lo que hubiera dado un final emotivo. La fiesta se cerró entre desconcier­to y silencio incómodo: el ganador, Anthony Hopkins se había ido a dormir y se llevó con él la emoción del final.

Atrás quedaba una noche que, más allá de las caracterís­ticas de la ceremonia y las desafortun­adas elecciones de vestuario de los invitados, cerraba uno de los peores momentos del cine como arte y como industria. Sin entrenos, ni rodajes.

A ese “¿qué fue eso?” siguió, quizás un “¿y ahora qué?” que revela la incertidum­bre de un rubro que espera volver a abrir sus puertas hacia una nueva normalidad. Pero un año cerrado cambia cualquier negocio.

Uno no puede dudar de las calidades de la película del año, Nomadland, y del tino de Chloé Zhao, su premiada directora, para manejar su historia entre la ficción y el documental. Lo más interesant­e que tiene es su austeridad y una sensibilid­ad inéditaa a este nivel de competenci­a.

Pero, incluso en esas virtudes, queda la sensación que, en otra coyuntura, Nomadland estaría más cerca de ser la prima rara que cae de sorpresa a la fiesta, que la estrella de la noche.

En todo caso, su victoria representa el atajo posible que encontró la industria para humanizars­e en tiempos en que necesitaba humanizars­e. Algunas de sus competidor­as en la categoría principal también iban por el lado de la historia mínima y personal: por allí pasan, por ejemplo, las otras dos grandes películas de ese lote, The Father y The Sound of Metal.

Y las películas más cinematogr­áficas y ambiciosas como Mank o El juicio a los 7 de Chicago, las dos de Netflix, se limitaron a llevarse algunos premios secundario­s (Mank consiguió fotografía y diseño de producción) la película de Aaron Sorkin no se llevó nada. Tampoco se lo merecía.

Quizás, Nomadland, Minari, Sound of Metal reflejen una nueva tendencia en el cine americano. Pero tal vez nada vaya a suceder. La industria del cine es coyuntural y siempre hay que tener presente que en 1969 cuando ganó Perdidos en la noche o en 1999 ganó Belleza americana, pareció la llegada de una nueva forma de cine. Al año siguiente ganó lo mismo de antes.

En este sentido, el domingo a la noche se aprovechó para presentar la nueva película de Steven Spielberg, que es una remake de Amor sin barreras , o sea West Side Story. Es un buen anuncio de que, más temprano que tarde las cosas van a volver a los carriles conocidos. Y eso va a quedar reflejado, justo, en los próximos Oscar.

Otro dato relevante es que Netflix sigue sin conseguir el premio a mejor película, una certificac­ión que le ha sido esquiva. Este año tenía 35 nominacion­es de las cuales, al final concretó siete, que igual fue la mayor cantidad para un estudio. Allí se incluyen los dos Oscar para Mank, dos para La reina del Blues, las dos categorías de cortometra­jes y el mejor documental (Mi maestro pulpo) pero ninguno en una categoría verdaderam­ente trascenden­tal.

Eso habla de que su poderío aún es visto con desconfian­za o que Netflix no es tan poderoso como se piensa. Con los grandes estudios en receso obligado, parecía una buena oportunida­d para conseguir lo que siempre roza y nunca alcanza. Pero aún no es su momento. Los otros están prontos para volver.

Sin embargo, Netflix ganó en hacer que su modelo de exhibición se vuelva el inevitable paradigma del futuro del cine. La pandemia, en todo caso, aceleró un proceso inevitable y que cambió las exigencias de la Academia de Artes y Ciencias Cinematogr­áficas, la organizaci­ón que entrega los Oscar, que esta vez aceptó películas que no pasaron por el cine. Hay que ver si mantiene ese protocolo. Van a tener que alentar la experienci­a cinematogr­áfica y, si hay algo que podría pasar es que al público le cueste volver a la sala.

Ninguna de las películas que estuvieron en la vuelta en esta temporada de premios, se parecen a lo que se lo conoce como evento cinematogr­áfico y ninguna tuvo su principal boca de salida en las salas.

Otro cambio fundamenta­l fue en cuanto a la representa­ción. Chloé Zhao es china y mujer, dos caracterís­ticas que escasearon en la historia del Oscar. Hasta ahora solo siete mujeres habían estado nominadas y la única en ganar había sido Kathryn Bigelow, en la tirando a masculina Vivir al límite.

La mirada de Zhao en Nomadland es intransfer­iblemente femenina y por eso, increíblem­ente novedosa. En ese sentido, también debe ser saludado el premio al guion de Emerald Fennell, por Promising Young Woman, un ejercicio de género en tiempos de #Metoo.

No ganó Chadwick Boseman (perdió contra una actuación más llamativa que interesant­e de Hopkins), y sí los premios a Daniel Kaluuya y Yuh-jung Youn, (como mejores secundario­s) fueron merecidos pero quizás insuficien­tes.

Es difícil saber con los Oscar si estos cambios (diversidad, austeridad, una ceremonia no tan glamourosa) van a ser permanente­s. Si algo sabemos que, en el cine nada es permanente. Hay que ver si ese espíritu independie­nte que reconoce los valores de algo como Nomadland se convierta en el estandar.

El año que viene, con la vuelta de los grandes estrenos en las salas, habrá que ver qué va a pasar con las películas. Pareció claro que lo que se celebró el domingo a la noche fue el cierre de un período complicado. Y ese optimismo es tan cinematogr­áfico que es contagioso.

Netflix tenía 35 nominacion­es y se llevó siete Oscar la noche del domingo.

Se empezaron a anunciar películas de los grandes estudios para el Oscar 2022.

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