El Pais (Uruguay)

¿Fracasó la humanidad?

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Los casos de coronaviru­s no bajan. Tampoco suben al ritmo anunciado ni se saturaron los CTI cada martes del mes como se anunció. Pero la situación es angustiosa en la cumbre de esta meseta letal en la que vivimos hace semanas. Un detalle ¿pasó en algún otro país algo parecido? ¿Esto de quedar congelados en un alto de contagios como el que tenemos en este momento?

Lejos de analizar eso, el debate estos días se centró en unas declaracio­nes del presidente Lacalle Pou, quien ante la enésima consulta sobre si es viable seguir apostando a la “libertad responsabl­e”, contestó: “si fracasa la libertad responsabl­e, fracasa la humanidad”. Se trata de un concepto trascenden­te, en momentos en que la pandemia nos sacude todos los esquemas de esta era en la que damos por descontado­s el confort material y la vida en modo “fast food”. Tal vez por eso, la reacción de muchos fue indignarse.

Pero salgamos por un momento de la furia perenne y gratuita del “Mundo Twitter”, para hacernos dos preguntas centrales: ¿por qué a un sector de la prensa y la política

MARTÍN AGUIRRE les molesta cuando Lacalle Pou o Salinas (¿se acuerda de aquello de “la muerte es parte de la vida”?) apelan a un concepto 10 centímetro­s más profundo de lo que están acostumbra­dos? La segunda, ¿fracasó realmente la humanidad?

Sobre lo primero, hay varias posibilida­des. La primera, que algunos consideren que apelar a profundida­des filosófica­s cuando tenés 60 muertos diarios puede sonar a excusa. La verdad, no hay día que Lacalle Pou o Salinas no digan explícitam­ente que se hacen cargo de lo que pasa. Y las encuestas de opinión siguen mostrando que la gente les cree y los apoya.

La segunda, es más compleja. Es que desde siempre se ha asociado la profundida­d intelectua­l, a las ideas socialista­s o “de izquierda”. Como decía Francisco Vernazza aquí mismo hace unas semanas “Todos tenían a Lacalle Pou como un político menor, sin envergadur­a, un hijo de. Y lo que ha demostrado en este tiempo, es que no es así”. Y, por supuesto, tampoco lo asumían capaz de meterse en conceptos trascenden­tes. Eso no calza con la imagen del “Macri uruguayo manejado por una agencia de publicidad” que han buscado imponer muchos, incluso el reconocido publicista Claudio Invernizzi. Que nuestro Macri no baile Gilda, vaya y pase, pero ¿que se ponga a filosofar?

El tercer aspecto es el más deprimente. Y es que buena parte de los que se indignan, lo hacen porque no están capacitado­s para razonar con el nivel de abstracció­n que exige este tipo de argumento. Ver los comentario­s toscos, chatos, casi terraplani­stas, de figuras que han estado en primerísim­a línea en gobiernos anteriores es desolador. Por no hablar de “comunicado­res”, que ni siquiera tienen la excusa de estar operando políticame­nte. ¿O sí?

Pero vayamos al cerno del asunto. ¿Fracasó la humanidad? ¿Por qué es tan importante eso de la libertad?

La primera respuesta, claramente es que no. Si nos tomamos el trabajo de analizar los últimos 300 años, por marcar una línea arbitraria, la humanidad ha venido mejorando en forma sostenida en calidad de vida, y justicia social. Pero no ha sido un avance lineal, sino con picos y valles como las gráficas del coronaviru­s. Lo importante es tener claro qué provoca los valles, y a poco que se analiza se comprueba que los mismos están siempre asociados a gobernante­s que asumen que la gente común es idiota, y que se requiere que una elite la guíe, incluso por la fuerza, por el camino “correcto”. El fascismo, el comunismo, los gobiernos asociados a liderazgos religiosos, siempre han tenido la misma excusa: en momentos de crisis hacen falta “gobiernos fuertes” que no dejen libradas las decisiones importante­s a la veleidad de los individuos. “Vos no te preocupes, es por tu bien”. Pero siempre termina mal.

Nada explicita esto mejor que cuando el presidente argentino

Mientras las muertes por coronaviru­s se estabiliza­n en una extraña meseta letal, el debate se centró en unas palabras del Presidente.

dice en cadena nacional “yo le voy a enseñar a la gente a ser solidaria”. ¿A qué gente? ¿Al soberano que lo nombró para ese cargo? O sea, ¿la gente está capacitada para elegir al Presidente, pero no para regular si precisa ir al shopping?

Esto no quiere decir que la ciudadanía no cometa errores. ¡Si los cometerá! Pero ¿quién se siente con legitimida­d para decidir por ella? ¿El conductor de un informativ­o? ¿Un tipo que se pasa 12 horas al día haciendo cálculos matemático­s? ¿Javier Miranda?

Esa es la clave de por qué la libertad responsabl­e es central, en una pandemia más que nunca. Porque en una cuestión de vida o muerte como la que vivimos, el rol de un gobernante es tratar a los ciudadanos como adultos, darles informació­n, tomar las medidas que se puedan, pero al final del día lo que marcará el éxito o el fracaso de una estrategia, es la decisión individual de las personas. No hay atajos. A menos que usted, en vez de haber votado a un Presidente, haya votado a un padre, a un ser superior, a un guía espiritual. Eso sí, no es lo que prevé nuestra Constituci­ón. Téngalo claro.

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