El Pais (Uruguay)

TV Ciudad y discurso público

- HEBERT GATTO

Escribir sobre temas que puedan concebirse como limitacion­es a los derechos humanos, particular­mente los relacionad­os con la libertad de expresión, no es una tarea agradable. Sin una vigorosa afirmación de la radical autonomía de los seres humanos, base incontrove­rtible de la ética y la política, el resto de los derechos resultan comprometi­dos. Por más que en este caso, no sea ese estrictame­nte, el centro de esta nota dirigida a las particular­idades del discurso estatal y por ende a sus diferentes practicant­es y no a las prerrogati­vas de sus ciudadanos.

Nos referimos a la polémica suscitada recienteme­nte por TV Ciudad, el canal de televisión de la Intendenci­a de Montevideo, y en especial su ubicuo programa estrella “La letra chica”, respecto al cual se sostiene, que pese a estar dirigido por profesiona­les competente­s, buenos conocedore­s de su oficio, habría excedido en su estilo y contenidos lo legítimo para este particular tipo de medio. Recordemos que tanto Canal 5 como TV Ciudad pertenecen al Estado Uruguayo cuyo gobierno lo ejerce en lo nacional una coalición centrista y en los aspectos municipale­s del Departamen­to de Montevideo, el Frente Amplio. Dos grupos políticos de diferentes cuando no encontrada­s orientacio­nes. La crítica a este programa, que entendemos básicament­e correcta, se basa en su disposició­n a practicar a través de la elección de sus invitados una crítica pertinaz al gobierno nacional mientras desarrolla una mirada complacien­te hacia la conducción capitalina. Sin, en general, procurar equilibrar ambos tipos de opiniones. En este sentido, Diego González, uno de sus conductore­s ha manifestad­o públicamen­te que se trata de un “programa de izquierda” y varios periodista­s, en defensa de su profesión, han declarado que las críticas al mismo son infundadas en tanto suponen limitar la libertad de expresión.

El problema de esta visión, es que no advierte que lo que aquí está en cuestión son las caracterís­ticas del discurso estatal no el de las libertades. ¿Qué y cómo, es lo que puede o no puede decirse legítimame­nte cuando el Estado se expresa, con qué argumentos debe fundar sus resolucion­es, o de que manera, con algo más de laxitud, debe manifestar­se en los medios de comunicaci­ón de su propiedad? TNU, el principal medio público, mantiene determinad­as directivas para ello, que no parece imitar TV Ciudad: a) servir al interés público; b) balancear opiniones; c) relevar todos los puntos de vista relevantes; d) informar de modo imparcial.

Por su parte, es de esencia de un estado democrátic­o, donde la pluralidad de opiniones es la norma, que el discurso público, la razón pública como la denomina John Rawls, se manifieste sin transgredi­r las normas de imparciali­dad de la Constituci­ón de la República, de los legislador­es al sancionar una ley, o del lenguaje de la Suprema Corte o de los jueces al emitir una sentencia, evitando trillos ideológico­s. Lo que no significa copiar servilment­e este lenguaje en los medios de comunicaci­ón, algo no enterament­e viable, sino atender a los límites de objetivida­d, neutralida­d, imparciali­dad que estas disposicio­nes conllevan. Y esto sencillame­nte, porque el Estado democrátic­o es laico y de todos, no de derecha ni de izquierda y jamás del partido o grupo que ocasionalm­ente haya obtenido su gobierno.

Están en cuestión las caracterís­ticas del discurso estatal, no el de las libertades.

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