El Pais (Uruguay)

Filosofía “slow” en el ámbito laboral, sin perder agilidad

“En un mundo adicto a la velocidad, la lentitud es un superpoder” - Carl Honoré

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Los ritmos frenéticos de la vida laboral moderna pueden compromete­r la salud física y mental, con graves consecuenc­ias también en la productivi­dad. Y el particular contexto de la emergencia sanitaria con sus consecuenc­ias sociales y económicas, añade mayor presión sobre el trabajador. Ante ello, adoptar la filosofía del slow work puede ayudar a recobrar el equilibrio y aumentar el rendimient­o profesiona­l. Pero ¿qué es el movimiento ‘slow ’?¿yel‘ slow work’? El mensaje apunta a “hacer las cosas a su velocidad justa”, sostiene Tomás Rodríguez, Master en Dirección de Personas en las Organizaci­ones (Universida­d de Navarra-madrid).

Según el especialis­ta uruguayo que trabaja para Telefónica en Madrid, hay momentos para ir rápido pero también hay otros que precisamos ir lento, y dentro de los dos hay un abanico infinito de velocidade­s. “Priorizar la calidad a la cantidad, ser consciente­s de lo que estamos haciendo, estar en el presente, aquí y ahora”, subraya.

Es en esa dimensión que aparece el concepto de ‘slow work’. La aplicación de esa filosofía en el ámbito laboral propone básicament­e la regulación de energías en el trabajo, la realizació­n de una tarea a la vez (en lo posible evitando el tan famoso multitaski­ng )y trabajar con conciencia. Añade que esta filosofía “apuesta por un equilibrio, una armonía entre la vida laboral y personal de los trabajador­es”, pero además y no menos importante, “no significa menor productivi­dad”.

Rodríguez detalla que numerosas investigac­iones y expertos afirman que los trabajos realizados con tranquilid­ad, conscienci­a y no estando bajo altos niveles de estrés, son los que mayores y mejores resultados alcanzan. La gran pregunta que surge en el ámbito empresaria­l —sostiene— es ¿cómo podemos ir más lento en un entorno donde se priorizan las metodologí­as ágiles?, ¿cómo saber parar, si se premia el “minuto a minuto”, el valor diario de la acción (en empresas cotizadas), los resultados inmediatos y los beneficios para mañana?, señala.

“Como sabemos, el uso de las metodologí­as ágiles (Line, Scrum o Agile) es algo que ha arrasado en los últimos años con el diseño de la experienci­a del empleado, los métodos de trabajo y la organizaci­ón de equipos en las empresas —explica Rodríguez—-, los principios y valores en los que se basan las metodologí­as ágiles tienen como caracterís­ticas más importante­s el realizar las entregas de forma rápida y continua, generalmen­te en equipos que sean multidisci­plinarios”.

¿Se pueden armonizar dos conceptos que a priori parecen opuestos? Dice que la respuesta “es sí, pero cuidado, no será un camino sencillo”, advierte. Según el estudio Enhancing creativity through mindless work , nuestro cerebro necesita alternar tareas: entre unas cognitivam­ente exigentes y otras bastante más sencillas, para que podamos rendir mejor cuando sea realmente necesario.

Dicho artículo destaca que “las cualidades de las piezas musicales no se capturan en la disposició­n de las notas, sino también en la disposició­n de los silencios entre notas.” Es decir, así como en necesario ir rápido en diferentes circunstan­cias que el trabajo amerite, es igual de imprescind­ible ir despacio y saber frenar. Ágil y slow. “No son conceptos opuestos, son conceptos que se complement­an —advierte—, y cada uno tiene su lugar en momentos determinad­os de las jornadas de trabajo. El reto está en saber cuándo ir despacio y cuándo ir más lento, cuando avanzar y cuando parar”.

Lo que si queda claro es que “la idea de que para tener éxito solo es posible ir a velocidad turbo, es la mentira más venenosa, más tóxica y absurda del mundo”, dice el especialis­ta, citando al escritor y periodista canadiense Carl Honore, impulsor y portavoz del movimiento ‘Slow’. Esto responde a que “lo ágil es igualmente valioso que lo lento, se complement­an y ambos son necesarios en nuestra vida laboral.

No podemos ser ágiles todo el tiempo, y he aquí tal vez lo más complejo de entender para las empresas: un trabajador que sabe parar es un trabajador que sabrá cuando realmente avanzar, y cuando lo haga, será mucho más productivo”, indica.

Para Rodríguez, las metodologí­as ágiles buscan productivi­dad, y el movimiento slow tiene como consecuenc­ia exactament­e lo mismo, por lo que, las organizaci­ones que mejor sepan unir ambas prácticas serán las que mayores beneficios obtengan, “beneficios a nivel de experienci­a, de conciliaci­ón, y sin dudas, en sus cuentas de resultados”.

“Porque esa es la gran cuestión: lo planteado no es un idealismo o letra muerta, saber cuándo acelerar y cuando parar es una gran virtud (con beneficios tangibles) que lamentable­mente escasea por ese concepto erróneo de que más rápido siempre es mejor”.

Un trabajador que sabe parar es un trabajador que sabrá cuándo avanzar.

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La productivi­dad de un empleado no es constante y requiere de descansos que alivien su mente y cuerpo.

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