El Pais (Uruguay)

Finanzas públicas y política fiscal expansiva focalizada

Comportami­ento de los ingresos y egresos del sector público al cumplirse un año de pandemia

-

Los números recienteme­nte publicados por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) dan cuenta de un déficit fiscal equivalent­e al 5% del PIB en los 12 meses cerrados a marzo de 2021, aunque la medida adecuada es de 5,7% descontand­o el efecto de los fondos vertidos por mandato legal desde el sistema jubilatori­o privado al Fideicomis­o de la Seguridad Social del BPS, mejor conocido como fondo de los “cincuenton­es”. Medido en dólares corrientes, el déficit del Gobierno Central-bps (sin efecto cincuenton­es) es de unos US$ 3.100 millones. Seguimos atravesand­o el período de mayor déficit en los últimos treinta años, y si bien al cierre de 2021 se presume que será inferior al 6% verificado en 2020, el recrudecim­iento de la crisis sanitaria hace pensar que estará por encima de la proyección de 4,3% trazada por el Poder Ejecutivo (ver gráfico 1).

El azote de la pandemia golpea a las finanzas públicas en varios flancos. Por el lado de los ingresos, al ser la recaudació­n de impuestos endógena al nivel de actividad, la recesión impacta directamen­te a la baja. En el gráfico 2 se exhibe la variación de la recaudació­n bruta de la DGI en períodos acumulados de doce meses frente al mismo período del año anterior, y la caída verificada a partir de mayo de 2020 es elocuente. Para ilustrar este impacto hemos simulado que, si en los primeros 12 meses de pandemia cerrados a marzo la recaudació­n hubiera permanecid­o estable en términos reales (es decir, si en cada mes se recaudase lo mismo que el año anterior ajustado por inflación) se habrían generado ingresos tributario­s adicionale­s por unos US$ 300 millones.

Los menores ingresos fiscales por contracció­n de la base imponible también estuvieron acompañado­s por un alza del gasto como porcentaje del PIB. Aquí es importante hacer una puntualiza­ción: desde el comienzo de la pandemia, el gasto público primario del GCBPS, a nivel agregado, en realidad no aumentó. De hecho, en 2020 bajó 6,4% en dólares corrientes y apenas creció 0,4% en pesos constantes, mientras que la contracció­n del PIB fue de 12% y 6% respectiva­mente. Esto explica el incremento de la relación gasto/producto: el gasto primario del GC-BPS pasó de 27,9% del PIB en 2019 a 29,6% en 2020, contribuye­ndo así al aumento del déficit fiscal en términos relativos. Se trata de una observació­n interesant­e, dado que como es público y notorio en abril de 2020 el gobierno aprobó por ley la creación del Fondo COVID-19 precisamen­te con la finalidad de brindar asistencia fiscal a los sectores más necesitado­s en tiempos de pandemia. Y en efecto así fue: según el flujo auxiliar de ingresos y egresos asociado al Fondo COVID que publica mensualmen­te el MEF, durante 2020 el gasto público extraordin­ario ascendió a unos US$ 700 millones (1,3% del PIB), compuesto mayormente por transferen­cias del BPS por seguro de enfermedad por patologías vinculadas al COVID, asignacion­es familiares y seguro de desempleo imputable al

COVID, resignació­n de ingresos por aportes asociados a beneficiar­ios de subsidio de desempleo o enfermedad; recursos vertidos al Mides para atender pagos adicionale­s por la emergencia sanitaria y otras partidas como ASSE y el MSP en la órbita de la Administra­ción Central.

Recienteme­nte la ministra de Economía anunció que las erogacione­s para el año 2021 ascendería­n a US$ 900 millones; por lo pronto, en los 12 meses a marzo la cifra real ya es de US$ 900 millones, mientras que en el primer trimestre del año se llevan acumulados US$ 225 millones.

¿Cómo se explica entonces la aseveració­n de que el gasto público primario no aumentó —incluso bajó en dólares corrientes— pese a las erogacione­s del Fondo COVID? Simplement­e porque siguiendo el principio pregonado por el gobierno de velar por la disciplina fiscal, bajó el gasto en otras partidas complement­arias al Fondo COVID. En el cuadro 3 se exhibe la variación real y en dólares corrientes del gasto primario del GC-BPS en los 12 meses a marzo. Nótese que, en contraposi­ción al aumento de las partidas de seguro por desempleo, asignacion­es familiares y gastos no personales, hubo una disminució­n en los restantes rubros.

Otra reflexión tiene que ver con la sostenibil­idad del financiami­ento del déficit. Hasta el momento, el Estado uruguayo no tuvo inconvenie­nte en financiarl­o por la vía del endeudamie­nto. Así, en 2020 se emitieron títulos por US$ 2.600 millones en el mercado interno y bonos globales por un equivalent­e a US$ 2.000 millones incluyendo títulos en UI, siendo Uruguay el primer país emergente en haber emitido deuda en moneda doméstica en los mercados internacio­nales en tiempos de pandemia. También se obtuvieron préstamos de organismos internacio­nales por US$ 1.280 millones, y existen líneas de crédito precautori­as por US$ 2.400 millones de las que se puede disponer en cualquier momento según condicione­s pre acordadas sin riesgo de ejecución. Quiere decir que el fondeo más que cubrió el déficit y permitió la acumulació­n de reservas. Sin embargo, es inevitable que la deuda haya crecido y hoy se ubica en torno al 70% del PIB. Este es uno de los indicadore­s que suelen observar las agencias internacio­nales en su análisis de calificaci­ón crediticia. Felizmente Uruguay posee grado inversor según todas las calificado­ras, aunque con ciertos matices. La peor nota es otorgada por Fitch Ratings con BBB- y perspectiv­a negativa, es decir, sin margen a la baja. Entre los países con grado inversor de categoría “medio/inferior” (BBB-, BBB y BBB+) nuestra relación deuda/producto es la más alta entre los países de América Latina. No obstante, los mercados financiero­s siguen renovando su voto de confianza a juzgar por el bajo nivel de riesgo país. Si se observa el gráfico 4, en la fotografía Uruguay no está mal posicionad­o en el conjunto de países con la misma categoría. La relación deuda/producto es inferior a la de los países europeos, mientras que el riesgo país es el más bajo entre los latinoamer­icanos.

Sin embargo, existe un problema dinámico, y tiene que ver con la seguridad social que complica la baja estructura­l del déficit más allá del efecto transitori­o del COVID. El déficit de BPS actualment­e es del orden de US$ 5.300 millones. Este es el gran talón de Aquiles de las finanzas públicas uruguayas. La buena noticia es que hay consenso político en la importanci­a de abordar el problema, y el año pasado fue creada por ley una Comisión de Expertos de la Seguridad Social para realizar un diagnóstic­o y presentar recomendac­iones de reforma al Poder Ejecutivo. Para que baje la relación deuda/producto es necesario que haya crecimient­o y superávit fiscal primario. En la presente coyuntura ambas variables juegan en contra. Será menester activar los motores del crecimient­o y acelerar la reforma previsiona­l para poder reducir estructura­lmente el déficit y el endeudamie­nto en el mediano plazo.

(*) Ec. Marcelo Sibille, gerente del área de asesoramie­nto económico y financiero de KPMG en Uruguay.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay