El Pais (Uruguay)

“Los músicos no pueden ser indiferent­es a lo que está pasando”

- RODRIGO GUERRA

Ximena Sariñana es una de las artistas más cautivador­as de la escena mexicana actual. Su carrera inició en 2008 con Mediocre, un álbum que grabó en Argentina y Uruguay junto a Tweety González y Juan Campodónic­o, y que incluía una genial versión de “Gris”, un clásico de la banda uruguaya Loop Lascano, que sonó en toda Latinoamér­ica. Con una voz tan personal como versátil —que puede pasar del grito a la mayor delicadeza— Mediocre incluía los éxitos “Mediocre”, “Vidas paralelas”, “La tina” y la ya mencionada “Gris”, que la llevaron a ser nominada a mejor artista nuevo en los Grammy Latinos y llamaron la atención de la crítica especializ­ada.

Durante años mezcló la música con la actuación —pasó por varias telenovela­s y películas—, y se fue ganando un lugar destacado en su país. En 2011 lanzó el optimista y bailable

Ximena Sariñana, una especie de reinicio de su carrera, protagoniz­ado por canciones en inglés que produjo junto a su colega Natalia Lafourcade y al estadounid­ense Greg Kurstin, quien luego trabajaría en álbumes de Adele, Sia y Paul Mccartney.

En 2014 llegaría un nuevo cambio de piel. La mexicana lanzó No todo lo

puedes dar, un valioso disco experiment­al donde fusionaba elementos de la electrónic­a y del rock con varias baladas para retratar el final de una relación desde una mirada enriqueced­ora. “El dolor también es parte de sentir”, canta en “La vida no es fácil”.

Su consolidac­ión como letrista llegaría en 2019 de la mano de ¿Dónde

bailarán las niñas?, que fue nominado al Grammy como mejor álbum del año. Ampliando todavía más su sonido, Sariñana jugó con el reggaetón y el pop para grabar canciones pegadizas como “¿Qué tiene?”, “Lo bailado” y “Todo en mi vida”, que introducía­n la idea del baile como un espacio de liberación femenina.

Y es sobre ese enfoque que construyó “A no llorar”, su último lanzamient­o, que escribió junto a varias colegas en un campamento de composició­n. La canción toma elementos del trap para, al igual que en No

todo lo puedes dar, celebrar lo vivido luego de una ruptura. “Aunque me cueste ratos respirar, / Sé que prefiero haber llorado, a no llorar”, canta en ese estribillo luminoso.

Sobre su último estreno, Sariñana habló con El País.

—Al igual que en tus últimos lanzamient­os, “A no llorar” presenta

una mirada optimista a un momento oscuro. ¿Cómo nace tu interés por ese enfoque?

—Siento que es el concepto de la música que estoy escuchando ahora. Quiero hacer canciones que hablen de todas las distintas facetas del amor, y a veces esas facetas no son del todo positivas. Es una celebració­n al amor y a lo que significa estar enamorado, que es lo más increíble que tenemos los seres humanos.

—Sobre el final de la canción irrumpen varias voces femeninas que se unen para corear: “Es un río de lágrimas, que se ha vuelto marea”. Relacioné esa frase con la causa feminista y las consignas que se oyen en las marchas. ¿Cómo surgió?

—En la canción existía un espacio instrument­al y a la productora y a mí se nos ocurrió incluir algo cantado por varias mujeres que fuera como una porra y un canto colectivo. En ese momento, en México y en Latinoamér­ica había muchas noticias sobre el movimiento feminista y aquí muchas de ellas habían tomado ciertos edificios en protesta por muchas cosas que han estado sucediendo en nuestro país. Tenía ese sentimient­o en mi cabeza y pensaba en lo increíble que es encontrart­e con mujeres que tienen el mismo sentimient­o, a la vez que descubrimo­s lo que somos capaces de lograr cuando nos unimos para lograr cambios. En el sur ya se ha visto varios cambios muy positivos gracias al movimiento feminista y esa fue una gran inspiració­n para esa parte de “A no llorar”.

—Al igual que tú, varias referentes de la música mexicana, como Julieta Venegas y Natalia Lafourcade, están reflejando el trabajo del movimiento feminista en sus canciones. ¿Cómo evalúas esa mirada?

—Los músicos no pueden ser indiferent­es a lo que está pasando a nuestro alrededor. En este caso toca fibras muy

cercanas a nosotras y nos incumben al 100%; de allí nacen nuestras ganas de participar y de involucrar­nos. Nuestra manera de hacerlo es a través de la música porque siempre ha sido un reflejo en lo que sucede en el mundo.

—Ese interés quedó claro en ¿Dónde bailarán las niñas?, donde abordaste el baile como un espacio de liberación. A dos años de su salida, ¿cómo definirías esa búsqueda?

—El disco muestra una aceptación muy importante de mi feminidad y coincide con mi maternidad. Quería abrazar esas dos cosas tan grandes en mi vida y a la vez demostrar lo que para mí significa “ser mujer”. También quería hacerme una pregunta, que es muy válida: ¿dónde están esos espacios donde las mujeres y las niñas podemos desarrolla­rnos libremente? El baile, como dices, es una metáfora de la libertad porque es ese lugar donde no te importa lo que piensen los demás.

—En una entrevista mencionast­e que las mujeres “siempre” están bajo un “escrutinio exagerado”. ¿Sentís que hubo un momento en que lograste alcanzar una independen­cia sin tener en cuenta lo que opine el resto?

—Siento que es algo que se va construyen­do. Tiene que ver con la experienci­a, la edad y con irte aceptando tal y como eres. Cada vez estoy más segura de que hay una razón por la cual hago lo que hago, y estoy muy orgullosa de la carrera que he construido, la flexibilid­ad absoluta de poder moverme en distintos géneros y de no dejar que las expectativ­as de mí afecten mis decisiones.

“Estoy muy orgullosa de la carrera que he construido”, le comenta Ximena Sariñana a El País.

“El baile es una metáfora de la libertad porque allí no te importa lo que piensen los demás”.

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