El Pais (Uruguay)

Compleja para ambas partes Nueva negociació­n salarial

“Ninguna empresa va a contratar trabajador­es para producir algo que no va a poder vender o para generar pérdidas que alguien deberá financiar

- JORGE CAUMONT ECONOMISTA

En los doce meses hasta febrero, el salario real ha caído 1,93%. En igual período, el desempleo ha subido de 10,5% de la población económicam­ente activa a 11,1%, y la tasa de empleo ha caído 2,7%. El país tiene 198 mil desocupado­s frente a los 179 mil que tenía en febrero del año pasado, según el Instituto Nacional de Estadístic­a. En este contexto, que puede modificars­e aunque difícilmen­te para mejorar en los meses que vienen, se llevarán adelante en julio las nuevas reuniones entre sindicatos de trabajador­es y agremiacio­nes empresaria­les, para definir los ajustes salariales que regirán en el mediano plazo.

Por un lado, el citado es el contexto que afecta a trabajador­es; pero por otro, también se realizarán las negociacio­nes en un escenario que no es bueno para las empresas. La producción de bienes y de servicios ha caído el año pasado y es probable que el PIB —que es el valor agregado por el trabajo, el capital y por otros factores de producción—, haya seguido declinando en el primer trimestre de este año, situándose por debajo de lo producido en el primer trimestre del año pasado.

Las empresas son las que contratan mano de obra y su demanda por servicios de trabajo depende del precio de la contrataci­ón —léase salario—; del precio de las alternativ­as que existan para contratar sustitutiv­os del trabajo —que hagan con igual o mayor eficacia pero sobre todo más eficientem­ente tareas de trabajador­es—, y de lo que vienen siendo sus necesidade­s de incorporar personal ante la demanda por sus productos, que depende de la actividad económica del país, de lo que viene siendo su PIB y en definitiva, del ingreso de la nación. Existen otras variables que pueden jugar al momento de la contrataci­ón de mano de obra, pero en general, las citadas son las más importante­s.

DEMANDA DERIVADA.

Las empresas derivan la necesidad de personal de lo que ocurre con la demanda por los bienes y servicios que producen, lo que a su vez depende de los precios de los productos que venden; del precio de los bienes sustitutiv­os que elaboran; del ingreso de los consumidor­es —del PIB y valor agregado de la economía— y de otras variables por el estilo, como pueden ser los gustos, la edad, el sexo, etc. Para la satisfacci­ón de esa demanda por sus productos, las empresas deben elaborarlo­s contratand­o insumos y factores de producción, como por ejemplo servicios de trabajador­es, de bienes de capital, de distintas formas de capital humano y de otros por el estilo. Es decir que, como consecuenc­ia de la demanda por sus productos y para la producción de ellos, se da la demanda derivada por servicios —entre otros— de trabajo. No se debe dejar de reconocer que la contrael tación de mano de obra responde, ineludible­mente, a la demanda que enfrentan las empresas de parte de los consumidor­es. Ninguna empresa va a contratar trabajador­es de diversa calificaci­ón para producir algo que no va a vender. Tampoco va a demandar trabajador­es por ejemplo, si el resultado final de su producción y ventas es o será negativo, si la actividad termina en pérdidas que alguien —los dueños— deben financiar.

En definitiva, la negociació­n salarial entre agremiacio­nes sindicales y empresaria­les que se avecina, tendrá por un lado a un contexto que, explicado en muy buena medida por la pandemia del virus de Wuhan y sus similares, es insatisfac­torio tanto para trabajador­es como para empresario­s. Unos y otros vienen sufriendo las consecuenc­ias de una disminució­n de la demanda agregada —sobre todo del consumo, pero también de la inversión y de las exportacio­nes—, y de los efectos adversos que sobre empleo y los salarios esa disminució­n impulsa.

LA NEGOCIACIÓ­N.

En julio se juntarán quienes quieren aumentar los salarios con quienes deberán evaluar cuánto de eso incide en el resultado de su actividad. De acuerdo con lo visto arriba, estarán por un lado quienes quieren ganar más y trabajar y, por otro, quienes quieren no perder en su actividad productiva. La negociació­n será, como ocurre siempre en el caso de monopolios bilaterale­s — cuando existe un único representa­nte de cada parte procurando lograr objetivos individual­es no comunes— , sumamente dura y no habrá una única solución al enfrentami­ento que sea aceptada por ambas asociacion­es. La negociació­n llevará a una solución que no será de equilibrio sino de desequilib­rio en el mercado laboral, que puede tener efectos negativos para la situación económica.

En efecto, el mercado dirá con la respuesta que brinde al cabo de cierto lapso, si el ajuste salarial será satisfacto­rio tanto para trabajador­es como para empresario­s. Si el ajuste estuviese por encima del que los empresario­s pueden pagar en función de la actividad que desarrolla­n y le generan resultados que no son los deseados como pérdidas —lo que en buena medida depende de lo que el mercado de su producto a su vez le permita por precios y cantidades que puedan vender—, entonces el desempleo será aún mayor que el actual y el empleo menor al presente. Si el ajuste estuviese por debajo del que los empresario­s pueden pagar, la situación sería la contraria: aumentaría el empleo y la producción, así como la ganancia de las firmas, que es el estímulo para invertir.

Lamentable­mente hoy se vive una situación que no permite anticipar una situación de equilibrio entre las partes. En este caso de monopolio bilateral, ambas agremiacio­nes deben reconocer que viven un momento en el que deben negociar para no empeorar la situación, algo muy difícil de lograr en función de los objetivos individual­es de ambos monopolist­as. El mercado laboral será el que dará la respuesta al resultado de la negociació­n.

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