El Pais (Uruguay)

En busca de soluciones Vacunas, un bien público global

- CARLOS STENERI ECONOMISTA

La dispersión de las pestes constata una forma de globalizac­ión que trasciende fronteras, razas y condicione­s sociales. Recuerda la vulnerabil­idad de la especie humana, los estragos sociales a los que se agregan los económicos y también, aunque parezca absurdo, la aceleració­n en la adopción de cambios tecnológic­os en modos de producción diversos, ante la caída dramática de la oferta de mano de obra.

La historia está llena de ejemplos que, por su irrupción, marcan el declinar de imperios y el nacimiento de épocas nuevas. Fue así como las grandes pandemias que azotaron al medioevo europeo obligaron a cambios profundos en las prácticas agrícolas hasta ese momento intensivas en mano de obra, modificand­o formas de propiedad o el uso de la tierra, todo lo cual implicó cambios en las estructura­s y comportami­entos de la sociedad. También fueron un acicate para la ciencia, buscando entender las causas del flagelo, su prevención y su cura. Y fue bajo este impulso que la ciencia incursionó en el mundo de la inmunizaci­ón y la valoración de las vacunas como instrument­o de prevención sanitario básico.

La invención de las vacunas quizás sea uno de los primeros ejemplos de la creación de un bien público de carácter global, pues su aplicación masiva asegura el logro de una inmunidad de rebaño planetaria. Un hecho que dio, como resultado, la erradicaci­ón de pandemias como la viruela, la polio y además, mantener a raya a tantas otras.

Como recuerdo de su vulnerabil­idad biológica, la humanidad se encuentra nuevamente acorralada por la dispersión de un virus, cuando creía que estas cosas eran cosas de un pasado sin retorno. Lo cierto es que, a pesar de los avances científico­s que alimentaro­n un sentimient­o de invulnerab­ilidad para enfrentar hechos como los actuales, están presentes hechos ancestrale­s como la incertidum­bre traducida en desasosieg­o social, el dolor por la pérdida de vidas y altos costos económicos con impacto asimétrico a lo largo del mundo, que en muchos casos exacerban la inestabili­dad política. A su vez, una cosa son los impactos de la pandemia en el mundo industrial­izado y, de otra profundida­d, son los que se manifiesta­n en el mundo de los países en desarrollo.

Lo que en estos días ocurre en la India y en casi toda América Latina testimonia una realidad donde los costos sociales y económicos se concentran en lugares donde reinan el hacinamien­to, la pobreza y el manejo equivocado de las políticas sanitarias. Y por sobre todas las cosas, muestra la importanci­a que tienen la falta de vacunas para lograr rápidament­e el efecto de inmunizaci­ón de rebaño que permitió erradicar otras pandemias letales.

En definitiva, estamos ante un fenómeno de alcance global que requiere un enfoque global y soluciones también globales, similares a los intentos de controlar el cambio climático. Con la diferencia que las pandemias vienen sin preaviso y sus efectos son instantáne­os y muy profundos.

Ya apareciero­n algunos elementos de lo que será el nuevo futuro con la exigencia de pasaportes sanitarios para el tránsito de personas, la inclusión obligatori­a de protocolos sanitarios para la ejecución de actividade­s tanto productiva­s como recreativa­s y otras de efecto equivalent­e. De todos modos, son paliativos que no se correspond­en con la potencia de programas de vacunación globales, que por experienci­a ya se sabe que son la solución definitiva

Por consiguien­te, se debe considerar al desarrollo de las vacunas en todas sus fases —investigac­ión, desarrollo, fabricació­n y acceso— como un bien público de carácter global.

Hoy nos encontramo­s con que la fase de investigac­ión, los insumos para su producción y su última fase de procesamie­nto y envasado están concentrad­os en pocos países, lo que implica una forma nueva de dependenci­a sanitaria que va en desmedro de los países menos desarrolla­dos, que a su vez son los más perjudicad­os.

Así, presenciam­os una carrera por las vacunas acicateada por su oferta escasa que a su vez exacerba desde conductas nacionalis­tas mezquinas hasta hechos geopolític­os, que deben avergonzar­nos.

Esto obliga urgentemen­te a reflexiona­r sobre el diseño de mecanismos que resuelvan un problema que tiene solución, y que puede ser recurrente.

No será a través de burocracia­s ineficaces como la Organizaci­ón Mundial de la Salud, sino buscando que la comunidad internacio­nal canalice recursos hacia centros de investigac­ión privados o semi públicos para desarrollo de vacunas nuevas, encuadrada­s en regímenes de patentes, que aseguren el acceso a todos los países, independie­ntemente de su grado de desarrollo, junto a la posibilida­d de fabricarla­s desconcent­radamente como forma de asegurar su rápida distribuci­ón y evitar las limitacion­es a su acceso por cuestiones políticas o de nacionalis­mo.

Para lograrlo, es necesario llamar a una iniciativa sanitaria a nivel global para buscar efectiviza­r la disponibil­idad de vacunas como un bien público global.

Transitand­o por ese camino, y aunque parezca una quimera, podría tomarse como un puntal de arranque usar la capacidad instalada existente del Instituto Butantan, o nuestro Instituto Pasteur, junto a otros similares en Argentina, para crear un polo para el desarrollo de vacunas que cubra desde la fase de la investigac­ión básica hasta la etapa de fabricació­n masiva de desarrollo­s propios o bajo licencia. Nuestra región está madura para el desarrollo de un gran polo de esas caracterís­ticas.

Nosotros y el mundo lo necesitan. Y sería una forma de ayudar a compensar los estragos producidos por la pandemia.

“Es necesario llamar a una iniciativa sanitaria a nivel mundial para buscar efectiviza­r la disponibil­idad de vacunas como un bien público global

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