El Pais (Uruguay)

Abusos y Economía de la salud

- ALEJANDRO CID ECONOMISTA

Los avances en equidad de género no son una garantía contra los abusos que sufren las mujeres. Uruguay fue el país del mundo que más retrocedió en el índice de equidad de género. Así lo señalaban las cifras del Global Gender Gap Report, que se dieron a conocer días atrás. Los abusos que sufren las mujeres tienen un costo. Algunas de las consecuenc­ias son la transmisió­n de enfermedad­es y el deterioro de la salud mental y el bienestar social. Incluso puede desembocar en la muerte. También el abuso se asocia a peores resultados laborales y mayor estrés financiero. El abandono del puesto de trabajo termina siendo el escape a un ambiente laboral tóxico y riesgoso.

Junto a Mariana Leguisamo, en el centro de investigac­iones en economía aplicada de la UM, decidimos explorar los datos de 470 mil mujeres provenient­es de 50 países. Encontramo­s algo raro: mejorar en el índice global de equidad de género no garantiza una menor cantidad de abusos. Es un llamado de alerta.

Empleamos en nuestro estudio buenos datos individual­es de violencia y abuso. La fuente es la DHS (encuesta mundial sobre demografía y salud). Esta encuesta se realiza con los más altos estándares de recolecció­n de informació­n y de controles éticos. Los encuestado­res son entrenados para asegurar la absoluta privacidad, interrumpi­endo o terminando la entrevista ante cualquier atentado a la privacidad. Solamente una mujer por casa —elegida al azar— es entrevista­da específica­mente sobre violencia de género. Esto asegura que ninguna otra persona de su hogar conoce los temas que se trataron en esa entrevista. Al concluir la entrevista se les entrega informació­n sobre servicios a los que acudir en caso de ser víctima de violencia. Los resultados que obtuvimos son contundent­es. Es una pandemia. A nivel mundial, una de cada 10 mujeres, entre los 18 y 49 años, fue víctima de abuso sexual al menos una vez . Otro dato: los países difieren bastante en la magnitud de esta plaga. En Camerún, las víctimas son una de cada tres mujeres.

Las mujeres de entre 30 y 34 años son las que reportan en mayor proporción haber sufrido abusos. También los datos señalan que las mujeres que ya no viven con su pareja son las reportan las tasas mayores de abuso. Las tasas menores de abusos las reportan las mujeres casadas y las que nunca han estado en pareja. El estudio además muestra que, a mayor educación de la mujer, menor tasa de abuso. Los datos también muestran que tener mayor riqueza no garantiza un entorno más seguro a la mujer.

¿Quiénes son los perpetrado­res del abuso? La mayoría son amigos, conocidos, novios y ex novios, especialme­nte para las mujeres entre 15 y 20 años. Una gran proporción también son los victimario­s totalmente extraños a la víctima. Y si a estas categorías le sumamos la pareja o marido, llegamos a 60%.

LA PARADOJA NÓRDICA.

Investigad­ores como Carrie Yodanis, de University of British Columbia, ofrecen algunas pistas para explicar la violencia que sufre la mujer. Primero, el dominio que el hombre ejerce en los ámbitos políticos, económicos, etc. reproduce y legitima la dominación sobre la mujer. Segundo, cuando se instala en una sociedad la idea de: “la violencia no está tan mal”, entonces ya nadie se queja, y se perpetúa el abuso. Se podría pensar que sociedades más igualitari­as protegería­n más a la mujer contra los abusos. Lamentable­mente no es así.

Los países nórdicos se encuentran entre los más igualitari­os del mundo. Pero, al mismo tiempo, presentan unas tasas de violencia contra la mujer desproporc­ionadament­e elevadas. Es lo que se conoce como “la paradoja Nórdica”. Una posible explicació­n de las altas tasas de violencia contra la mujer en dichos países es la respuesta hostil y sexista de algunos hombres frente a las conquistas sociales en favor de la mujer. La literatura científica no tiene respuestas para esta paradoja, pero es clave seguir estudiando para prevenir los abusos de manera más efectiva.

EL ÍNDICE GLOBAL GENDER GAP.

Se lanzó en 2006 y recoge informació­n de unos 150 países. El foco es medir el progreso hacia la paridad de género en una escala del 0 (disparidad) al 1 (paridad). Incluye cuatro dimensione­s o subíndices: (1) Oportunida­d y participac­ión económica; (2) Logros educativos; (3) Salud y sobreviven­cia; (4) Empoderami­ento político. Sorprenden­temente, en el estudio que hicimos con Leguisamo, encontramo­s que, a mayor equidad, mayor abuso. Increíble, pero es así. Otro descubrimi­ento interesant­e: si tomamos cada uno de los cuatro subíndices por separado, encontramo­s que el único que predice menor abuso es la educación. En otras palabras, cuantos mayores logros educativos consigue la mujer, menores son los abusos que sufre. Aquí sí hay una pista importante para desarrolla­r políticas preventiva­s de abusos: apoyar la educación de la mujer, especialme­nte de las más vulnerable­s. Fortalecer y expandir programas educativos de calidad es una oportunida­d única para impactar positivame­nte no solo en las mujeres sino también en sus familias y comunidade­s.

#METOO.

El movimiento mundial #Metoo permitió una renovada atención al tema del abuso sexual. A pesar de ello, raramente es considerad­o un problema de salud para la sociedad. Además de sufrir ostracismo social, las víctimas pueden sufrir consecuenc­ias psicológic­as adversas como depresión y ansiedad. Y a esto se suma el daño financiero, a las víctimas y a la sociedad en su conjunto. Nuestro estudio es el primero en señalar que una mejora en el índice de equidad de género no garantiza una menor cantidad de abusos. Que internacio­nalmente se tome conciencia de esta realidad es un llamado a la acción, pero también a la precaución: los diseñadore­s de política deberían tratar de identifica­r los factores que realmente explican el abuso sexual que sufren las mujeres.

“Fortalecer y expandir programas educativos de calidad es una oportunida­d única para impactar positivame­nte en las mujeres, sus familias y comunidade­s.

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