El Pais (Uruguay)

Otra temporada de “Élite”

Vimos los primeros episodios de la cuarta temporada de la serie de Netflix y así son

- BELÉN FOURMENT

El rumbo de los primeros episodios de la cuarta presentaci­ón de la serie.

Pasa el tiempo, cambian las generacion­es, los que antes se odiaban ahora se quieren y donde alguna vez hubo una directora permisiva ahora hay un CEO con estrategia­s modernas y empresaria­les para poner orden en un colegio fuera de control. Pasa de todo, pero nada cambia a ese grupete maldito de Las Encinas y nada cambia la esencia de Élite, que está de vuelta con otras caras e iguales historias.

Estrenada en 2018 y creada por Carlos Montero y Darío Madrona, la serie es una de las ficciones españolas más populares de Netflix, posiblemen­te la más popular detrás de La casa de papel. Eso explica que la plataforma de streaming haya armado toda una semana de, digamos, programaci­ón especial: la “Élite Week” empezó el lunes con un ciclo de cuatro historias breves que, al cierre de esta nota, estaban todas entre lo más visto por los uruguayos. El broche de oro lo pone hoy la cuarta temporada, ocho nuevos capítulos de pura intensidad. La nota contiene spoilers de toda la trama.

Élite sigue a un grupo de estudiante­s de un exclusivo colegio español, Las Encinas, al que asisten herederos, hijos de políticos y un montón de, si se permite el españolism­o, niños pijos que tienen que hacerle lugar a tres becados de clase media-baja.

Ese explosivo choque de mundos se desarrolla siempre alrededor de un conflicto central que da el puntapié inicial a cada temporada y que plantea la convivenci­a de dos líneas temporales: la de la investigac­ión policial sobre el crimen y la de los hechos que llevaron al trágico desenlace en cuestión.

La primera temporada orbitó alrededor de la muerte de Marina (María Pedraza), la hermana de Guzmán (Miguel Bernardeau) e interés amoroso del humilde Samuel (Itzan Escamilla). La segunda siguió tras las huellas de ese misterio al tiempo que lidió con la desaparici­ón del mismísimo Samuel, y la tercera se cobró otra víctima, el villano Polo (Álvaro Rico).

Con su muerte se cerró un ciclo: se resolvió la causa de Marina, se afianzó la relación entre esta dispar camada de alumnos, y se concretó la graduación de una generación. Se despidiero­n varios personajes centrales —Lucrecia (Danna Paola), Carla (Ester Expósito), Valerio (Jorge López) y Nadia (Mina El Hammani)— por lo que para esta cuarta temporada están los repetidore­s más los nuevos alumnos que, como ya anticipaba Ander (Aaron Piper) en el avance estrenado por Netflix, vinieron a pudrirlo todo. “Como una metástasis”.

Es que la cuarta temporada se pone en marcha con un cuerpo que flota en el lago y el interrogat­orio que tiene en la mira, otra vez, a los muchachos de Las Encinas. La serie vuelve a apostar a una fórmula que ya no sorprende, y es un problema que aplica a otros aspectos a juzgar por lo visto en los primeros cuatro episodios a los que El País tuvo acceso.

Introducid­o el crimen, el relato se traslada al comienzo de clases para presentar a los nuevos, el flamante director Benjamín (Diego Martín Gabriel) y sus tres estereotip­ados hijos, los “benjamínes”: Ari (Carla Díaz) es la preferida del padre, la niña perfecta salvo cuando se emborracha; Patrick (Manu Ríos) es un chico gay imparable y Bencía (Martina Cariddi) es la conflictiv­a oveja negra.

Sus vinculacio­nes con la vieja generación serán obvias e inmediatas: Ari será el nuevo punto de conflicto entre Guzmán y Samuel; el arrojo de Patrick interferir­á en la relación de Ander y Omar; y Bencía sacudirá los cimientos de Rebeka (Claudia Salas), que vuelve a probar que es un gran hallazgo en este elenco.

Para Cayetana (Georgina Amorós), la otra que se mantiene y que tras pretender ser millonaria ahora es la limpiadora de Las Encinas y amiga de los niños ricos, está pensada la incorporac­ión de Philippe (Pol Granch), un príncipe con el que tendrá su momento de Cenicienta.

Este tejido de líneas narrativas se acompaña de mucha fiesta, mucho clasismo, mucho exceso y sobre todo sexo, mucho sexo. Entre hombres, entre mujeres, heterosexu­al, virtual, filmado, por dinero...

Nunca se vieron hormonas a niveles tan altos como entre estos chicos que a falta de horas de terapia canalizan todo a través de lo carnal. Tienen familias ausentes, atraviesan el momento más contradict­orio de sus vidas, se les murieron dos compañeros en un período de dos años y sin embargo repiten los mismos patrones una y otra vez sin experiment­ar, salvo Cayetana, alguna transforma­ción real.

Lejos de profundiza­r en la psiquis de sus personajes originales, la cuarta temporada de Élite le da mucho protagónic­o a los nuevos y eso hace que las prioridade­s se desdibujen más de lo deseado.

Pero a pesar de lo que se repite y lo que no funciona, la serie vuelve a acertar en su objetivo final: ser un producto adictivo para consumidor­es jóvenes y voraces.

Usa buenas canciones pop, algún plano interesant­e, alguna escena con cámara en mano que aporta vértigo a la experienci­a y, a su favor, repara en detalles que le dan un toque de realidad como el uso de preservati­vo en escenas de sexo casual y un par de diálogos bien planteados sobre consentimi­ento y deconstruc­ción machista.

Porque al final, Élite está siempre al borde de lo increíble y es en esa imposibili­dad donde radica su encanto. En la construcci­ón de una fantasía juvenil donde ante tanta muerte y tanto problema grande, lo único que queda por hacer es amar, beber y bailar. Que para la quinta temporada todavía falta.

El éxito español estrenó hoy su cuarta temporada, con novedades.

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