El Pais (Uruguay)

Semana de sincericid­ios

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Esta fue una semana colmada de sincericid­ios de distintas figuras de la oposición. A su tiempo, Daniel Martínez, Raúl Sendic, Danilo Astori y Óscar Andrade nos legaron frases para el recuerdo. Entrevista­do por Subrayado de canal 10, el exintenden­te de Montevideo y excandidat­o presidenci­al del FA, admitió que los buenos resultados que obtuvo el gobierno el año pasado contra la pandemia, ameritaron que sus amigos que viven en el exterior lo llamaran por teléfono "para tomarle el pelo". Se sabe que el ingeniero no se caracteriz­a precisamen­te por la pericia retórica, pero de ahí a reconocer abiertamen­te que una buena performanc­e del país lo avergonzó en lugar de alegrarlo como ciudadano, hay un trecho bastante largo... Y más largo se hace cuando se infiere que entonces, los malos resultados que tuvimos en abril y mayo fueron motivo para que los amigos ya no le tomaran el pelo, develando así de una manera atroz esa vocación frenteampl­ista de cuanto peor, mejor.

En la misma instancia, Martínez aprovechó para pasar el aviso de que concurre a ayudar en las ollas populares (ya en otra oportunida­d había declarado a la prensa que "se acalambrab­a el brazo pelando papas", pero no con el objetivo de que lo supiera esa misma prensa...). Sin embargo, admitió que ahora lo hace porque de esa forma junta firmas contra la LUC, "y me va muy bien", agregó. Un ejercicio algo intenciona­do de la solidarida­d, según parece.

Después le tocó el turno a Raúl Sendic, quien entrevista­do por Informativ­o Sarandí de la emisora radial del mismo nombre, no tuvo mejor argumento para atenuar el bochorno de Gas Sayago que aclarar que el supuesto gasto en clases de piano era en realidad la cuota de membresía a Pianc, un organismo internacio­nal. Lástima que ese egreso, mal registrado por la contabilid­ad de aquella inefable empresa, era de escasos 2.900 pesos, una suma bastante diferente al agujero de 213 millones de dólares que le hicieron al bolsillo de los uruguayos.

Las palabras posteriore­s del exvicepres­idente y exministro de Economía Danilo Astori, consultado por el programa Buscadores de TNU, pusieron las cosas en su lugar: "hicimos una regasifica­dora para venderle gas a la Argentina que no tenía ningún sentido”. El estilo didáctico de Astori, tan en las antípodas de los titubeos aturullado­s de Martínez y Sendic, resulta un verdadero espectácul­o comunicaci­onal, porque en este caso se coloca en el rol de ser el más implacable crítico de sí mismo. Fue una asunción de culpa semejante a aquel famoso "nos equivocamo­s" que también expresó tras embarcar al país en otro negocio ruinoso para las arcas públicas, el de la privatizac­ión de Pluna. Sería gracioso, si no fuera tan perjudicia­l para la economía nacional, constatar cómo se ufanan de admitir errores por decisiones de cuya supuesta inteligenc­ia también se ufanaban.

Pero un sincericid­io de esta semana que pasó prácticame­nte inadvertid­o perteneció al senador Óscar Andrade.

En el programa Todas las Voces, de canal 4, el senador oficialist­a Jorge Gandini contó una anécdota reveladora: que Andrade había enviado un mensaje a su par Graciela Bianchi, aclarándol­e que el jueves 17 (o sea ayer) no se presentarí­a en Comisión porque se acogería al paro general.

Es una de esas grandes contradicc­iones de la política de zócalo: mientras miles de desocupado­s y subocupado­s claman por trabajar, rechazando los

Andrade y los demás legislador­es que ayer se tomaron el día libre para salir a juntar firmas y huellas digitales, deberían saber que no solo son representa­ntes de la ciudadanía: también son sus empleados.

constantes alegatos a favor de la cuarentena obligatori­a que hace el FA, un senador de la República, que cobra un generoso sueldo pagado por los impuestos de aquellos, se da el lujo de faltar a una comisión de trabajo parlamenta­rio que justamente busca soluciones para los más vulnerable­s. Andrade y los demás legislador­es que ayer se tomaron el día libre para salir a juntar firmas y huellas digitales, deberían saber que no solo son representa­ntes de la ciudadanía: también son sus empleados. El salario no se los paga un villano capitalist­a hambreador sino el contribuye­nte, que hace un esfuerzo sostenido y convencido para financiar el funcionami­ento democrátic­o del país. Es más que justo que el derecho de huelga ampare a quien se ve avasallado en sus derechos laborales.

Pero que lo usufructúe un senador económicam­ente privilegia­do y responsabl­e de mejorar las condicione­s de sus representa­dos, es de una injusticia deleznable.

Lo que estos dirigentes opositores tienen que entender es que nada de lo que hacen y dicen les saldrá gratis.

El ciudadano de a pie toma nota de sus desmanes y burlas al sacrificio que hace en estos tiempos de crisis.

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