El Pais (Uruguay)

Jugarse la piel

- ✒ AGUSTÍN ITURRALDE

En su último libro Nassim Nicholas Taleb se enfoca en los perjuicios que se generan cuando existe una asimetría entre quien toma las decisiones y quien asume las consecuenc­ias de esas decisiones.

El informe sobre el episodio de Gas Sayago creo que muestra con gran nitidez este problema. Nadie, ni remotament­e, hubiera hecho con su patrimonio personal lo que se hizo en este caso con el dinero público.

Se trata de un proyecto que, en el mejor de los casos, se realizó con una enorme ingenuidad y exagerado optimismo. En una interpreta­ción benevolent­e, la viabilidad de semejante negocio estaba basada en los conocimien­tos de una empresa en particular y en que contáramos con Argentina. Bajo esa arriesgada apuesta invertimos más de 200 millones de dólares. ¿Quién hubiera arriesgado su patrimonio de esa forma?

Taleb sostiene que hasta muy recienteme­nte, en términos históricos, quienes tomaban las decisiones no eludían el riesgo. El código de Hammurabi es muy ilustrativ­o al respecto, según Taleb el eje vertebrado­r de este hito normativo de hace casi 3800 años no es el conocido “ojo por ojo”, sino el hecho de no poder evadir las consecuenc­ias de tus acciones, y la búsqueda de simetría al respecto.

Pero no hay que irse tantos años para atrás. El artículo 25 de nuestra propia Constituci­ón dejaría muy conforme al amigo Taleb. El mismo establece que “cuando el daño haya sido causado por sus funcionari­os (...) en caso de haber obrado con culpa grave o dolo, el órgano público correspond­iente podrá repetir contra ellos, lo que hubiere pagado en reparación”. Es decir, nuestra propia Constituci­ón establece la importanci­a de que los jerarcas no sean ajenos al riesgo que asumen en nombre de la sociedad. El problema es que, por algún motivo, esto no se aplica casi nunca.

Esta columna no pretende juzgar a los jerarcas involucrad­os como buenas o malas personas, ni siquiera sobre si son buenos o malos políticos considerad­os individual­mente. Esto se trata de reivindica­r el valor de imponer responsabi­lidades por las acciones que toman los gobernante­s. Cualquier persona puesta a decidir sobre realidades de las que no se verá afectado por sus consecuenc­ias asume riesgos que no asumiría si se estuviera jugando su propia piel.

Lograr que los jerarcas sean efectivame­nte responsabl­es, de forma limitada, por los daños patrimonia­les que generan al Estado sería un camino razonable de evitar en el futuro que se vuelva a apostar por el desarrolli­smo mágico que tanto dinero de los uruguayos costó.

Gas Sayago es una perla más de una serie de inversione­s ruinosas que distintos jerarcas han hecho en las últimas décadas, el manejo de Ancap en 2010-2014 y muchas de las apuestas del Fondes son otros ejemplos de los muchos que podríamos encontrar.

Cuando quien toma las decisiones no es responsabl­e por sus acciones se generan incentivos perversos. Esto fue tratado por diversos actores, desde Adam Smith en adelante. El problema principal agente o el concepto de riesgo moral también hablan del tema. Creo que Taleb lo pone en términos muy claros, actuales y pertinente­s para entender por qué es que volvimos a hacer un negocio como el de Gas Sayago.

Cuando quien toma decisiones no es responsabl­e por ellas se generan incentivos perversos.

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