El Pais (Uruguay)

Efectos del impuesto global

Especialis­tas en tributació­n explican los retos del acuerdo del G7 y su efecto en Uruguay

- PIA MESA

Especialis­tas tributario­s

■■ consultado­s por El País analizaron el acuerdo al que llegaron las principale­s economías más desarrolla­das del mundo sobre un impuesto mínimo global a las multinacio­nales y gigantes digitales. Según evaluaron, el acuerdo puede afectar a Uruguay en términos de quitarle atractivo a los regímenes promociona­les, como las zonas francas, que ofrece el país para atraer inversión extranjera.

Las economías más desarrolla­das del mundo acordaron implementa­r un impuesto mínimo global para ajustar la manera en la que tributan las compañías multinacio­nales los impuestos a la renta empresaria­l.

En el marco de una reunión en la que participar­on los ministros de Finanzas del G7 (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Canadá, Italia y Japón), los países tomaron dos decisiones importante­s: por un lado, imponer un impuesto que obligue a las grandes empresas y a los gigantes digitales a tributar donde obtienen sus beneficios económicos y no donde las compañías deciden declarar sus ganancias; y por otro lado, se comprometi­eron a promover un acuerdo global para una tasa mínima de impuestos a las compañías de al menos un 15%.

Según explicó a El País Juan Troccoli, socio de Andersen en Uruguay y director del departamen­to fiscal y contable de la firma, el interés sobre un impuesto global no es nuevo, pero “la diferencia sustancial” es la nueva postura que adoptó Estados Unidos con la administra­ción de Joe Biden. “La administra­ción (del expresiden­te Donald) Trump tuvo una posición contraria, bloqueando cualquier medida común para gravar la economía digital e incluso retirándos­e de las negociacio­nes con la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE)”, explicó.

En línea con esto, el fundador de la firma FBM Advisory, Fabián Birnbaum, señaló que el acuerdo se logró porque además de la nueva postura de Estados Unidos, también influyó “la crisis económica que surgió a partir del COVID-19 que implicó un esfuerzo gubernamen­tal muy grande” dado que eso hizo “que la cuestión de la recaudació­n de impuestos sea esencial y por eso se pone el foco sobre sectores de gran importanci­a económica como la economía digital y las multinacio­nales”.

Para el director del postgrado de Tributació­n Internacio­nal de la Universida­d de Montevideo, Carlos Loaiza-keel, lo que hace que este proceso sea diferente “es el impulso que le está dando el secretario general de la OCDE, el australian­o nacido en Bélgica Mathias Cormann, o el hecho de que haya apuntado nada menos que a su secretaria del Tesoro, Janet Yellen, como encargada de dirigir este esfuerzo con el G7, el G20 y la OCDE, sin dejar de estar implicado personalme­nte en el tema como se ha podido ver”.

Además, Loaiza explicó que “ahora la OCDE vuelve a empoderars­e como no lo estaba” desde el año 2009. “Los astros de nuevo se han alineado”, señaló.

Pese a que se llegó a un acuerdo, este debe ser confirmado en la reunión del G20 del mes de julio y además luego debe ser negociado de forma más extensa en la órbita de la OCDE.

Entre los aspectos que estarán en juego en esa negociació­n, el profesor de Fiscalidad Internacio­nal del postgrado de Especializ­ación Tributaria de la Universida­d Católica y socio del estudio Brum/costa, Leonardo Costa, manifestó a El País que “claramente el problema estará en fijar el límite mínimo del impuesto, será 15% o lo elevarán para tomar en cuenta el tipo promedio en la OCDE (entre 20 y 25%)”, explicó.

Asimismo, Costa señaló que también se deberá “analizar la estructura del impuesto: deduccione­s, exoneracio­nes, regímenes de promoción de inversione­s, entre otros, ya que “ello determina la tasa efectiva que es más relevante que la tasa nominal”.

Por su parte, el abogado y socio de Guyer & Regules, Juan Manuel Albacete manifestó que “lo que se conoce (del acuerdo) aún es aún muy imperfecto” y señaló que se “deberá profundiza­r exhaustiva­mente en cómo será su aplicación en las distintas jurisdicci­ones, respetando la soberanía tributaria de cada uno de los países porque no todos tienen los mismos intereses”.

De acuerdo con Loaiza “estamos a meses, sino años, de poder contar con un marco normativo nuevo que refleje estas intencione­s, y por eso la discusión de momento tendrá necesariam­ente un cariz político, de alta política, pero político al fin”.

Los países del G7 consideran que es fundamenta­l reformar el sistema comercial mundial y “al mismo tiempo establecer una nueva arquitectu­ra fiscal global que contraveng­a la llamada ‘carrera hacia el fondo’, que supone que algunos países rebajen sus impuestos de forma unilateral para atraer inversione­s”, indicó Loaiza.

A su entender, la faceta comercial y fiscal son las dos que “van a marcar el compás de las negociacio­nes futuras”.

Según el abogado Guzmán Ramírez, integrante del Departamen­to Tributario de Bergstein Abogados, otro de los desafíos de las próximas negociacio­nes “será el de intentar conseguir otro aliado: China. El ‘gigante del este’ ofrece regímenes fiscales preferenci­ales (de baja o nula tributació­n), especialme­nte a través de Hong Kong. No mucho tiempo atrás Hong Kong integraba la lista de ‘paraísos fiscales’ de la Dirección General Impositiva (DGI)”, explicó.

Para Birnbaum son tres los principale­s temas en los que se van a centrar las negociacio­nes: en primer lugar determinar si el acuerdo se refiere a tasa nominal o efectiva, en segundo lugar establecer cómo se miden las ganancias y por último, definir cómo van a controlar “la real cooperació­n entre los países” dado que “no existe un órgano global que pueda dictaminar, asesorar y sancionar, tal como lo hacen las administra­ciones tributaria­s locales”, comentó.

En tanto, Troccoli indicó que se deberá definir qué empresas van a estar comprendid­as en la regulación. “El plan original de la OCDE abarcaba empresas relacionad­as con servicios digitales automatiza­dos y empresas orientadas al consumidor. La propuesta de la administra­ción Biden es más amplia y refiere a empresas que operen en la economía global. También se han fijado definicion­es respecto al total de ingresos de la multinacio­nal para entrar en esta regulación. Habrá que ver si eso será definitivo o se disminuirá gradualmen­te hasta comprender a un universo mayor de empresas”, explicó. Además, señaló que se deberá determinar cómo será el reparto de los tributos globales que se aplicarán. “Ahí se juega el partido más importante para cada país. La OCDE estima una recaudació­n entre US$ 50 millones a USD 80 millones por esta tributació­n adicional”, indicó.

“Creo que todavía hay un largo camino por recorrer”, reflexionó Birnbaum.

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