El Pais (Uruguay)

No dan con la tecla

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La alta tasa de aprobación en la opinión pública que sigue recibiendo el presidente Lacalle Pou y en general toda la gestión de gobierno tiene enredados a los analistas políticos. Es que no terminan de entender bien qué está ocurriendo. No dan con la tecla. Son muchos los que vienen anunciando prácticame­nte desde abril de 2020 el fin inminente de tan buena aprobación. Ya sea porque apostaron a que la gente no estaría de acuerdo con la forma de manejar las consecuenc­ias de la pandemia; ya sea porque creyeron que el descontent­o social y económico golpearía al gobierno rápidament­e; o ya sea porque entienden que todo es una larguísima “operación de publicidad” oficialist­a que no tiene sustento político de fondo, lo cierto es que hace meses ya que vislumbran el pronto fin de la “luna de miel” entre el gobierno y la opinión pública.

Pero la idea misma de “luna de miel” refiere a un momento inmediatam­ente posterior al inicio de una gestión nueva. Es cuando la gente tiene ciertas expectativ­as positivas más allá de si votó o no al partido que empieza a gobernar. Ese momento es naturalmen­te corto, de unas pocas semanas, y jamás puede extenderse durante 16 meses como es el caso de la administra­ción Lacalle Pou. Y mucho menos cuando a lo largo de tanto tiempo el desafío del gobierno ha sido nada más y nada menos que lidiar con una pandemia tan inesperada como gravísima en sus consecuenc­ias sanitarias, sociales y económicas.

No estamos entonces ante una “luna de miel”. Y tampoco vivimos en un estanque político hecho de una pasmosa tranquilid­ad que haga que la gente fácilmente evalúe positivame­nte al gobierno.

Ante esta realidad, empezó a decirse que la evaluación positiva responde entonces a la buena gestión comparada de las consecuenc­ias de la pandemia: la gente reconoció un gran liderazgo y apoyó las medidas tomadas. Pero en ese caso, agregan algunos analistas, casi siempre discretame­nte alineados con la izquierda, ahora debiera de bajar abruptamen­te el apoyo de opinión pública en favor del oficialism­o, ya sea porque hemos pasado dos meses muy difíciles en cantidad de muertos por COVID-19, o porque todo indica que estamos por salir del atolladero sanitario y llegarán por tanto nuevos desafíos que harán que la gente se malhumore políticame­nte.

Así las cosas, todos esos análisis, a veces sesgados, y a veces intelectua­lmente honestos como en el caso del de Ignacio Zuasnabar en nuestra edición del pasado domingo 13, no terminan de dar su justa importanci­a a una dimensión política clave: se trata de la gran mayoría popular que efectivame­nte apoyó el cambio en 2019. Primero, las urnas más politizada­s votaron con mayoría aplastante en favor del cambio en las elecciones internas; luego, más del 60% del Uruguay lo ratificó en octubre de ese año; y finalmente, si bien el balotaje fue menos contundent­e, la votación nacionaliz­ada de las departamen­tales de setiembre de 2020 se expresó casi en un 60% en favor del oficialism­o.

No hay duda alguna de que el gobierno de Lacalle Pou lidera ese cambio. El larguísimo tiempo que lleva con opiniones positivas, que se destaca comparativ­amente hoy en todo el continente y también en la historia reciente del país con relación al antecedent­e de liderazgo más fuerte que fue el de Vázquez, no es entonces casual, ni inexplicab­le ni raro. Responde a expectativ­as satisfecha­s por parte de una opinión que considera que,

La alta tasa de aprobación en la opinión pública que sigue recibiendo el presidente Lacalle Pou y en general toda la gestión de gobierno tiene enredados a los analistas políticos.

efectivame­nte, el presidente está cumpliendo con las promesas de campaña electoral.

Aquí hay un gobierno que refleja a todos los partidos de la coalición republican­a; un presidente que se preocupa por cumplir con la palabra empeñada; y una administra­ción que, notoriamen­te, ha dado lo mejor de sí para enfrentar con responsabi­lidad la pandemia. Alcanza con levantar la vista en la región, además, para ver que Uruguay sigue obteniendo resultados comparativ­os mejores y con la certeza del camino propio, algo muy distinto a lo hecho en Argentina, Chile o Brasil. Porque, tengámoslo claro, si la estrategia global oficialist­a frente a la pandemia no resultara satisfacto­ria, la gente en las encuestas la reprobaría.

No es tan difícil dar con la tecla. Se precisa, eso sí, dejar de subestimar la capacidad política de la nueva generación que llegó al gobierno, y asumir que la gran mayoría popular que le dio su voto en 2019 y 2020 es de verdad consistent­e, amplia y para nada circunstan­cial. Cuando eso ocurra, los análisis podrán explicar más fácilmente este tan largo como excepciona­l período de fuerte aprobación de la gestión presidenci­al que estamos viviendo.

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