El Pais (Uruguay)

GALÁN SE ES TODA LA VIDA

Fue de las grandes estrellas de telenovela­s y a los 74 años, retirado, escribe sus memorias y no extraña nada de una vida que lo cruzó con grandes nombres y tuvo grandes romances

- LILIANA PODESTÁ, LA NACIÓN/GDA

Fue uno de los galanes de telenovela­s por quien suspiraron varias generacion­es. Trabajó con Luisa Kuliok en La extraña dama; con Grecia Colmenares en Manuela ,A mor sagrado, María de nadie; con Jeanette Rodríguez en Micaela y con Verónica Castro en El rostro del amor. Hoy, Jorge Martínez está escribiend­o sus memorias, que recorrerán su historia, desde su infancia en el club Ferro Carril Oeste donde empezó a jugar al tenis por pura casualidad y su primera oportunida­d como actor mientras estudiaba arquitectu­ra y trabajaba como modelo.

El aviso que lo hizo popular fue aquel en el que aparecía diciendo: “Soy un león vendiendo Durax”. Desde entonces no paró de trabajar e hizo decenas de películas, obras de teatro y novelas..

—¿Cómo transcurre­n tus días?

—Casi no salgo a la calle porque estoy haciendo cuarentena total. Ya tengo la primera dosis de la vacuna y espero la segunda, pronto. Me cuido todo lo necesario y hago todo lo que se debe hacer.

—¿Vivís solo?

—Sí, aunque hablo a diario con mis hijos. Tengo tres: Natalia, que vive en Barcelona y Agatha, de mi matrimonio con Graciela Gramajo, y Emiliano, de otro matrimonio, con Tití Rodríguez. Nos visitamos de vez en cuando, pero poco por todo lo que está pasando.

—¿Se te hace pesada la soledad? —No, para nada. Soy un tipo solitario. Me gusta estar en casa mirando televisión, leyendo un libro, escribiend­o.

—¿Qué va a contar ese libro? —Toda mi vida. Nací en Constituci­ón pero enseguida fuimos a Caballito y por eso tengo una relación tan estrecha con Ferro Carril Oeste. —Ahí empezaste a jugar al tenis… —Si, jugué hasta mis 70 años (tiene 74). Y a los 21 llegué a la Copa Davis. Me sacaron de una cancha de pelota paleta a los 13 años. Estaba en el club jugando y Eduardo Prado, que era el 2 o el 3 de Argentina en tenis en ese momento, me dijo: ‘Nene, vení que me falta uno para el Interclube­s de menores’. Yo ni tenía raqueta, pero fui. Le puse garra, entrenaba mucho, me gustaba. Fui campeón en juveniles.

—Pero abandonast­e para ser actor. —Sí. No podía con todo. Me ofrecieron hacer una publicidad y la paga era muy superior a lo que yo estaba ganando, y acepté. Arquitectu­ra era muy difícil, se me complicaba con los horarios y mis otras actividade­s, pero mi papá era arquitecto y quería dejarme el estudio. No pudo ser, le fallé. Al final, él terminó trabajando conmigo en la película Los comandos azules en acción: lo llamó a Emilio Vieyra para preguntarl­e si había un personaje para él, porque quería hacer algo conmigo. Fue muy lindo. Martínez estudió teatro con Agustín Alezzo, Carlos Gandolfo y Augusto Fernandes. La primera película que hizo fue Pájaro loco, en 1971, junto a Luis Sandrini, y en teatro debutó con Mirtha Legrand, en 40 kilates.

—Fuiste el galán número uno durante muchos años.

—Y lo disfruté, lo viví con humildad, con alegría y sin subirme a un pedestal. Fui muy feliz.

—Con la popularida­d que tuviste, debe haber sido difícil no creérsela.

—Nunca me la creí porque tengo una cultura y una educación que me dieron mis padres y todavía hoy recuerdo sus ejemplos. Lo viví con humildad y honestidad de trabajo. Durante 54 años me dediqué full time a esta profesión.

—Cuando hubo menos trabajo, ¿te desalentas­te?

—No, cuando hubo menos trabajo me acordaba de mi vida, de mi trayectori­a y con eso ya estoy contento y alegre. Hice muchas cosas, grabé en Italia, en Estados Unidos, en España. También en Puerto Rico y Costa Rica y gané varios premios. Ya no extraño porque no estoy en condicione­s de llevar el ritmo de ese momento. Viví una vida muy bien vivida, me rodeé de figuras como Muhammad Ali, Al Pacino, Robert De Niro, Arnold Schwarzene­gger. En un momento me acostumbré a eso y me parecía lo normal. Pero no extraño esa vida, al contrario, estoy feliz así, solitario escribiend­o mi libro. Empezamos recién, con mi editor Alfredo Bernardi, y a través de charlas van saliendo los recuerdos.

—¿Te retiraste de la vida pública?

—Me fui despidiend­o de a poco. Lo último que hice en teatro fue Viva la

vida, antes de la pandemia, con Nora Cárpena, Mercedes Carreras, Rodolfo Ranni y Alberto Martín. Y con la pandemia nos despedimos. No hace tanto que no hago nada.

—¿Es una decisión tomada?

—Es casi una decisión tomada. No está dicha la última palabra.

—¿Cuál fue la novela que más disfrutast­e hacer?

—La extraña dama, con Luisa Kuliok, con quien también hice Soy Gina. Teníamos buena relación profesiona­l aunque no éramos lo que se dice amigos.

—Sí fuiste amigo de Grecia Colmenares.

—Sí, nos hicimos muy amigos con ella y con el marido también. Solíamos vernos los fines de semana y comíamos asado en casa o íbamos a andar en la lancha que tenían. Ahora viven en el exterior y hablamos. Es de esas amistades que perduran. —¿Y con Jeannette Rodríguez cómo te llevabas?

—Bien. Hice una novela, Micaela. No fuimos amigos pero teníamos buena relación.

—¿Qué pasó con Verónica Castro? No habló muy bien de vos. —Mientras trabajamos juntos estaba todo bien pero lo que terminó mal fue nuestra relación personal. Después ella se fue a México, se cortó el romance y se terminó todo. Nunca más volvimos a cruzarnos, ni a hablarnos. Quedó todo atrás. Es mi pasado.

—También tuviste un romance con Rafaela Carrà. ¿Qué recuerdos tenés de ella?

—Hicimos la película Bárbara , en el 80. Fue una pareja muy linda pero con la distancia se rompió. Es un ser humano excepciona­l.

—¿Qué reflexión hacés al repasar tu vida?

—Tuve una linda vida, disfruté esos momentos y ya no los extraño. En 52 años de carrera me di todos los gustos.

“Soy un tipo solitario. Me gusta estar en casa leyendo un libro, escribiend­o”

“Con Raffaela Carrá fue una pareja muy linda pero con la distancia se rompió”

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