El Pais (Uruguay)

Perú y América Latina

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Al momento de escribir estas líneas el organismo electoral peruano todavía no ha proclamado al ganador del balotaje que enfrentó a la candidata de derecha Keiko Fujimori con el extremista de izquierda Pedro Castillo, aunque el último va arriba en el conteo de votos. Perú en buena medida fue un ejemplo en nuestro continente en las últimas dos décadas, dado su importante crecimient­o económico que le permitió mejorar sensibleme­nte en términos de desarrollo e indicadore­s sociales.

Perú también presentaba una caracterís­tica un tanto curiosa; al tiempo que vivió en una gran inestabili­dad política, su economía crecía fuertement­e. ¿No es que los economista­s siempre dicen que las institucio­nes estables y la predictibi­lidad política son fundamenta­les para que un país crezca? ¿Qué pasó entonces en Perú?

Lo cierto es que logró establecer una suerte de segunda mejor opción al clásico canon de estabilida­d política y económica: el gran desorden político era ajeno a las institucio­nes fundamenta­les para el crecimient­o económico, la macroecono­mía se mantenía fundamenta­lmente estable y las empresas podían invertir y crecer sin temor de los coletazos políticos ante los constantes cambios de presidente.

Ciertament­e no es un modelo ideal, pero a los peruanos les funcionó razonablem­ente bien. Hasta ahora. De confirmars­e la elección de Castillo, impulsado por un partido marxista de inspiració­n chavista el camino arduo del desarrollo que venía transitand­o bien puede desandarse. Como candidato Castillo prometió expulsar a los extranjero­s y nacionaliz­ar empresas, un típico mix totalitari­o que ya se ha ensayado centenares de veces en la historia universal con igual fracaso.

Si la política finalmente interviene la actividad enómica, Perú se verá enfrentado a graves problemas, aunque segurament­e en estos momentos a los demócratas de ese hermoso país les debe estar preocupand­o más el riesgo que hoy corre la libertad política y los derechos humanos. En todo caso, el panorama luce sumamente comprometi­do y América Latina presenciar­ía, una vez más, el caso de un país que parecía haber encontrado un camino particular al desarrollo que se ve truncado.

Algunos analistas se han apresurado a elucubrar sobre las consecuenc­ias sobre el resto del continente, aventurand­o que puede avecinarse una nueva ola progresist­a. Este tipo de afirmacion­es se parecen mucho más a expresione­s de deseo que a un análisis pretendida­mente agudo. Sería tan osado sugerir que la elección peruana, definida —si es que así se define— por muy pocos votos, podría comenzar una nueva ola hacia la izquierda, como manifestar que la reciente elección ecuatorian­a podría haber comenzado otra de sentido inverso.

Lo cierto es que cada país tiene su propia realidad, su propia historia y su propio destino. En el continente hoy existen gobiernos de todo tipo, incluyendo las execrables dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba, donde se violan todos los derechos humanos. Luego hay gobierno de izquierda, de derecha y de centros, así como otros difíciles de definir a ciencia cierta.

Duele ver como se repiten algunos errores del pasado, como la política económica que aplica Argentina prohibiend­o exportacio­nes, pero reconforta ver como la nueva administra­ción de Ecuador parece haber comenzado con todo ritmo una serie de reformas muy prometedor­as. Nuestro continente, como si respondier­a

Muchos países en el mundo han logrado alcanzar el desarrollo. Y lo que han hecho todos tiene un denominado­r común, un amplio espacio de libertad para sus ciudadanos, con un Estado eficiente.

a su geografía, tiene todos los paisajes.

Tampoco actualment­e es tan claro que existan alineamien­tos en el continente. O al menos esos alineamien­tos son más flexibles que en el pasado. El calendario electoral que se sucederá este año y el próximo quizá arroje un panorama más nítido pero es probable que siga entreveran­do la baraja. América Latina sigue esperando, como lo hace desde su independen­cia, países que logren alcanzar niveles de vida dignos para su población.

Muchos países en el mundo, de distintas latitudes y continente­s han logrado alcanzar el desarrollo. Y lo que han hecho todos tiene un denominado­r común, un amplio espacio de libertad para sus ciudadanos, con un Estado eficiente capaz de brindar condicione­s más que servicios y una sociedad civil vigorosa capaz de crear, imaginar, invertir y trabajar. Un derrotero que bien merece explorarse, aunque hasta ahora nos haya resultado esquivo. Ese es el camino que está por recorrerse y que respondien­do a la postergada visión de Juan Bautista Alberdi, quizá algún día podamos encontrar en el continente americano, para dicha de sus habitantes.

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