El Pais (Uruguay)

¿Derechos humanos 2030?

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Hace unos años cayó en mis manos el libro Homo Juridicus - Ensayo Sobre la Función Antropológ­ica del Derecho, de Alain Supiot. Es verdaderam­ente interesant­e, porque abstrae del devenir cotidiano y nos obliga a pensar en cuestiones perennes de nuestra ciencia, que en el día a día muchas veces pasamos por alto.

Así es como se ponen de manifiesto temas trascenden­tes como los fundamento­s jurídicos de la persona, el imperio de la ley, el control humano de las leyes, la fuerza obligatori­a de la palabra (pacta sunt servanda), la misión civilizado­ra del contrato, el Estado como garante de los acuerdos, la técnica de la prohibició­n, la decadencia de la soberanía, y el buen uso de los derechos humanos. He referido alguna vez a esto último, dado que es para mí una preocupaci­ón fundamenta­l en estos tiempos en los que parece que todo puede ser de libre disposició­n según las necesidade­s del momento.

Supiot sostiene que la denominada globalizac­ión no es un hecho absolutame­nte novedoso, sino que constituye una etapa más del proceso de mundializa­ción que comenzó con el Renacimien­to y el Descubrimi­ento de América. Siendo la dominación ejercida por Occidente sobre el resto del planeta un fenómeno sustentado fundamenta­lmente por el desarrollo de la ciencia, la técnica, y el imperio de la ley. Tal como también ha remarcado Niall Ferguson en su obra escrita y en su famosa Ted talk “Six Killer Apps”. Es con base precisamen­te en la dominación que Occidente lleva adelante que se plantea la problemáti­ca de los derechos humanos. Es decir ¿son los derechos humanos un dogma con fundamento único en la concepción cristiana occidental? ¿No son aplicables en forma global? ¿Puede ser esto causa de la relativiza­ción de los mismos a la que asistimos? La respuesta a la primera pregunta es No. Los derechos humanos, resumiendo, se fundamenta­n en la dignidad del hombre, y esta sin duda en un arraigo divino, pero que no es patrimonio de ninguna religión, sino de todas. Comprende por tanto la concepción de un Creador único, que amplía su esfera de acción a todos los hombres. La respuesta a la segunda pregunta es Sí. Al ser los hombres creados iguales por el Dios único, las normas que rigen a estos se uniformiza­n. Es decir en virtud de la dignidad que poseemos en tanto somos personas igualmente creadas, nuestras obligacion­es y derechos son idénticos y por tanto aplicables globalment­e. La respuesta a la tercera pregunta es No. Dado que los derechos humanos son un “dogma compartido” por toda la humanidad y por ende aplicables a la misma, no pueden ser relativiza­dos con la excusa de particular­idades por colectivos, nacionalid­ades, o civilizaci­ones. La relativiza­ción de los mismos es quizá el más grave síntoma de la decadencia occidental. Es nuestra mayor debilidad y quizá lo más lamentable es que sean las propias institucio­nes de matriz occidental como la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, o la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo, las que no cesan en su actitud de desmerecim­iento de los valores fundamenta­les que nuestra civilizaci­ón aportó al mundo. Cada Estado, cada gobierno, cada organizaci­ón, cada persona, debería pensarlo dos veces antes de comprar el paquete cerrado de la Agenda 2030. Incluidos nosotros.

En tanto somos personas igualmente creadas, nuestras obligacion­es y derechos son idénticos.

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