El Pais (Uruguay)

Firmas y mentiras

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La recta final de la campaña de recolecció­n de firmas para realizar un referéndum en contra de 135 artículos de la ley de urgente considerac­ión (LUC), ilustra el talante opositor de la izquierda.

En primer lugar, la multiplica­ción de mentiras acerca de la LUC no es una estrategia nueva de parte del Frente Amplio (FA) y sus aliados sociales y sindicales. Los más memoriosos recordarán aquella campaña que terminó en el referéndum de diciembre de 1992: procuró, también con mentiras, infundir el miedo en la población, ya que se decía, por ejemplo, que vendrían piratas extranjero­s (inversioni­stas) a llevarse las joyas de la abuela (empresas públicas). Suponer que una izquierda políticame­nte educada en las miserables propaganda­s estalinist­as es capaz de sostener, tanto en 1991 como en 2021, argumentos racionales y de buena fe, es de una ingenuidad infantil.

En segundo lugar, la decisión proselitis­ta que procura convencer de ir a un referéndum para que “el pueblo decida” es la mentira más grave de todas las que se habrán dicho en estos meses. El pueblo ya decidió votando tres veces en 2019, y dio su apoyo mayoritari­o a representa­ntes que, cumpliendo con sus compromiso­s electorale­s, aprobaron esta LUC. Además, el pueblo tuvo la ocasión de votar nuevamente en las departamen­tales de setiembre de 2020: de forma indirecta podría haber sancionado a los partidos que impulsaron esa LUC, justamente por haberla promovido. Lejos de eso, en 17 de los 19 departamen­tos del país, les ratificó su mayoría popular.

El proyecto de ley fue presentado en enero de 2020, antes de asumir la presidenci­a, al FA y a la opinión pública en general, de manera de fomentar una amplia discusión. Nada fue secreto. Nadie fue acallado. Eso sí: cuando llegó el momento, la mayoría hecha de seis partidos en Diputados (57 en total, más que la mayor representa­ción del FA de 2005) y de 18 integrante­s en el Senado, votó. Pero, además, 3 de los artículos cuya derogación hoy promueve, fueron votados por el mismísimo FA.

La calidad del debate democrátic­o se da en el Parlamento, donde se plantean matices, se reforman proyectos de ley —como fue el caso de la LUC—, y se argumenta para alcanzar mayorías. Esa calidad es mucho mejor que un sí o un no en bloque, en una lógica de referéndum de democracia directa. Y todo eso, que es bien sabido por todo el mundo político y académico, a la izquierda no le importa nada: su problema sustancial es que no acepta haber perdido las elecciones.

Su preocupaci­ón no es democrátic­a, para que “el pueblo decida”. Su motivación tampoco es mejorar las políticas públicas. El real objetivo del FA y sus aliados es impedir que el gobierno votado por la mayoría en elecciones libres, plurales y justas lleve adelante el programa para el cual fue elegido. Es un objetivo autoritari­o y antidemocr­ático que además utiliza, a sabiendas, feroces mentiras.

Aún resta enfrentars­e al problema mayor: es muy probable que llegado el plazo los promotores de esta campaña presenten una cantidad de firmas insuficien­tes, pero que salgan a decir que ellos juntaron más de 700.000 voluntades. Intentarán así presionar a la Corte Electoral con nuevas mentiras.

Agitación y propaganda: nada nuevo bajo el sol leninista de sus resentidas almas.

La calidad del debate democrátic­o se da en el Parlamento, donde se redactan proyectos de ley.

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