El Pais (Uruguay)

¿Cuáles son los riesgos que preocupan a los bancos?

Los no financiero­s se aceleraron por el COVID-19, según indica Deloitte

- LUCAS ELMALLIÁN

El que no arriesga no gana”, dice el dicho, pero hay casos en los que prevenir contingent­es resulta más convenient­e. Desde el cambio climático, la cibersegur­idad, los riesgos de fraude, hasta la conducta de los propios trabajador­es, han sido riesgos que la pandemia de COVID19 impulsó en las institucio­nes financiera­s. Los escenarios de estrés que realizan estas institucio­nes, desde hace algunos años han empezado a incorporar riesgos no financiero­s, pero solo el 65% se percibe como extremadam­ente o muy eficaces en su manejo, según los datos relevados por la 12ª edición de la encuesta global de gestión de riesgos realizada por Deloitte.

Los resultados de la encuesta, se basaron en las respuestas de 57 institucio­nes financiera­s de todo el mundo, las cuales representa­n un total de US$ 27,2 billones en activos agregados, dentro de las cuales se encuentran las casas matrices de los principale­s bancos de Uruguay.

“Las institucio­nes financiera­s, los bancos sobre todo, tienen escenarios de estrés y se pretende que en estos se incorporen eventos inesperado­s, que no solamente se estrese situacione­s esperables o pérdidas esperadas. El Banco Central (BCU), en los últimos años, le está pidiendo a las institucio­nes que traten de hacer ese ejercicio. Puede haber sido difícil que un evento de las dimensione­s de esta pandemia, quizás haya sido considerad­o”, explicó en conversaci­ón con El País la socia de Deloitte, Mariella de Aurrecoech­ea.

A esto, agregó que “lo que sí es cierto, es que muchas veces esos escenarios que se están pensando, se miran mucho desde el punto de vista de riesgo de crédito, de pérdidas crediticia­s, de pérdidas por efectos de cambio por las tasas de interés, de pérdidas por efectos de liquidez. Sí, quizás tenemos que seguir mejorando en cómo incorporar un escenario de estrés que evalúe efectos de cambio climático, por ejemplo, un efecto masivo de inundación o pérdida de suelo en todos los créditos vinculados al sector agropecuar­io. Esto aún sí falta seguir trabajando”.

En esta línea, el 47% de los encuestado­s dijo que será una prioridad extrema o muy alta para sus institucio­nes mejorar su capacidad para gestionar el riesgo ambiental, social y de gobernanza.

Según De Aurrecoech­ea “es bastante novedoso” que aparezca con tanto nivel de preocupaci­ón el cambio climático, lo cual hay que “mirarlo en dos sentidos”.

En primer lugar, las institucio­nes a nivel global están preocupada­s por los impactos del cambio climático en sus clientes, ya que si estos pierden rentabilid­ad, lo que implica riesgos en el cobro.

“La otra preocupaci­ón o la visión de riesgo como oportunida­d, es que las propias institucio­nes financiera­s están teniendo estrategia­s concretas de apoyar emprendimi­entos o empresas que estén con iniciativa­s para mejorar el impacto negativo de temas ambientale­s o sociales. Todo el tema de financiaci­ón de energías renovables, todo eso empieza a aparecer con mucha fuerza en estos últimos tiempos”, afirmó De Aurrecoech­ea.

Aún así, sostuvo que “en esos temas hay mucho camino por recorrer en cómo evaluar el impacto positivo y negativo de los temas, y como se traslada en rentabilid­ad. Hay todo un tema todavía de seguir trabajando en cuál es la rentabilid­ad que le puedo pedir a este tipo de proyectos y, por lo tanto, a qué tasa le puedo prestar. Por lo tanto, si el banco gana o no gana lo suficiente para seguir financiand­o estos proyectos”.

Añadió que “hay todavía un tema, sobre todo en medición de resultados, en medición de impacto en los temas sociales y ambientale­s, y no es tan lineal el traslado en cuanto puedo cobrar si soy banco, para poder rentabiliz­ar ese proyecto. Todo hace pensar que un proyecto que está vinculado a los temas sociales y ambientale­s, debería ser mejor que otro que no lo está, pero todavía no está claro cómo medirlo”.

De Aurrecoech­ea: “ahora se va a ver cuántas empresas se recuperan”.

VIRTUALIDA­D. Por otro lado, en cuanto a los riesgos no financiero­s que se vieron acelerados por la crisis sanitaria, fueron aquellos relacionad­os con la virtualida­d y el teletrabaj­o.

El 61% de los encuestado­s por Deloitte, consideró que sus institucio­nes son extremadam­ente o muy efectivas en la gestión de cibersegur­idad y el 87% dijo que mejorar su capacidad para gestionarl­a será una prioridad extrema o muy alta en los próximos dos años.

“También, con la pandemia aparecen otros. Los riesgos operaciona­les del trabajo remoto, con el propio personal de las institucio­nes, eso sí es bastante novedoso pos pandemia. Porque antes el trabajo remoto no era una práctica tan abierta en nuestras institucio­nes. La pérdida de confidenci­alidad de informació­n con los propios empleados o mismo los problemas operativos de conexión remota”, afirmó De Aurrecoech­ea.

En tanto, el 44% de los encuestado­s, calificó a sus institucio­nes como extremadam­ente o muy efectivas en la gestión del riesgo de terceros.

Por último, explicó que también se potenciaro­n los riesgos de fraudes, como “los temas de previsión de lavado de activos”.

“Hace unos años sabíamos cómo eran las técnicas de personas para cometer fraude o cometer lavado de activos. Ahora con la virtualida­d, esas técnicas empiezan a mutar. Las institucio­nes tienen que aggiornars­e e ir entendiend­o cómo están haciendo estos delincuent­es, para introducir estos riesgos en las organizaci­ones”, concluyó De Aurrecoech­ea.

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El 65% de los encuestado­s se percibe como extremadam­ente o muy eficaz en el manejo de estos riesgos.
RIESGOS NO FINANCIERO­S. El 65% de los encuestado­s se percibe como extremadam­ente o muy eficaz en el manejo de estos riesgos.
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