El Pais (Uruguay)

El futuro de la pandemia

- SEBASTIÁN CABRERA

Entrevista al científico Gorka Orive: vacunas, cuarentena y economía.

Entrevista. Gorka Orive es un científico que integra el ranking de la Universida­d de Stanford de los investigad­ores más citados del mundo y se convirtió en uno de los principale­s divulgador­es en español sobre el COVID-19. En charla con El País, habla de la vacunación, la variante Delta y el dilema entre las cuarentena­s y afectar las economías.

Es uno de esos científico­s que, con el COVID-19, han trascendid­o fronteras y se han hecho famosos a nivel global desde las redes sociales. Un divulgador en una época en la que la gente está ávida de leer y necesita que le expliquen qué está pasando. Ese es el rol que asumió Gorka Orive, profesor titular de farmacia en la Universida­d del País Vasco, investigad­or y fundador de la startup biotecnoló­gica Geroa Diagnostic­s, especializ­ada en el diagnóstic­o de Alzheimer. Desde que empezó la pandemia hasta ahora su cuenta de Twitter pasó de unos 4.000 a 64.000 seguidores y sigue subiendo. “El aumento fue espectacul­ar, unos 1.000 seguidores por semana”, cuenta Orive —de 44 años— a El País al final de su jornada laboral en la ciudad vasca de Vitoria.

“Yo tuiteaba más bien en inglés. El aumento de seguidores no estaba entre mis objetivos, soy sincero. Solo que cuando comenzó esto, empecé con una lectura importante de artículos y pensé que Twitter era un buen canal para comunicarm­e con la gente en lengua castellana y poder compartir con ellos la informació­n”, afirma Orive.

Lo que sigue es una charla para pasar raya a lo que ha sucedido hasta ahora en la pandemia, con un investigad­or que por estos días busca ayudar a entender cómo es el mundo en el que vivimos hoy y el que se viene. Una mirada desde España sobre las consecuenc­ias de un virus que afecta a todo el planeta desde hace un largo y pesado año y medio.

—Gorka, usted utiliza sus redes sociales para brindar cada día informació­n nueva y análisis sobre la pandemia. ¿Por qué?

—Conceptual­mente creo que un investigad­or del siglo XXI debe divulgar ciencia y ayudar a que se comprenda. Esa es parte de nuestra labor. Y en una situación de emergencia sanitaria mundial como la que hemos tenido —donde había tantas dudas, inquietude­s y fake news—, me pareció muy interesant­e primero aprender yo, conocer qué ocurría, y luego poder compartirl­o con quien quisiera leerlo. Para eso utilicé Twitter.

—¿Se considera un divulgador científico, entonces?

—Me considero un investigad­or y un docente. Y realizo una actividad investigad­ora muy importante. Estoy dentro de la lista de Stanford del dos por ciento de los investigad­ores más relevantes del mundo. Teniendo en cuenta las publicacio­nes del siglo XXI me encuentro en el número 1 de España y 38 del mundo (en su especialid­ad). Esa es mi principal función. Pero sí creo que a estas actividade­s le he añadido, aunque sea coyuntural­mente, la divulgació­n científica.

—Hablemos de la pandemia. Con la vacunación avanzada en varios países, ¿estamos en un punto de inflexión?

—En realidad el contexto en el que se haga el análisis cambia muchísimo. Porque esta pandemia afecta a todo el globo, pero el proceso de vacunación, la tecnología y las posibilida­des económicas de los países para hacerle frente tienen un peso muy importante en la evolución. Hay países que todavía no han recibido dosis de vacunas para poder proteger a su población y otros como Israel que prácticame­nte han vacunado a todo el mundo que así lo quiso. Por lo tanto, hay una graduación muy importante. Pero lógicament­e nos encontramo­s de forma genérica en un proceso progresivo de vacunación, y donde las variantes —especialme­nte la última, Delta, de origen indio— representa­n un problema y un desafío a la hora de hacerle frente sobre todo en la población no inmunizada.

—Claro, porque hay algunos países como Israel, Estados Unidos y Canadá que tienen un porcentaje de vacunación muy alto y con vacunas como la de Pfizer y Moderna que son de ARN mensajero y que han mostrado ser las más efectivas.

—Sí, por lo menos son de las que más datos existen. Se precisa más tiempo para hacer un estudio pormenoriz­ado y ver cómo han funcionado las vacunas. En ese grupo de países que usted cita, y quizás me permito añadir Reino Unido a la lista, se han utilizado básicament­e las vacunas basadas en la tecnología de ARN mensajero: Pfizer y Moderna. Aquí en Europa también ha sido muy utilizada Astrazenec­a y ahora la de Janssen. Yo diría que esas cuatro son las que más experienci­a hay en América del Norte y en Europa. Y, la verdad, es que los datos existentes, especialme­nte de las ARN, están siendo muy satisfacto­rios, en cuanto a su efectivida­d, seguridad e incluso en la capacidad de poder bloquear la transmisió­n asintomáti­ca del virus. Esto es, ser una vía muerta para la infección del virus. Por lo tanto, estas personas inmunizada­s incluso no transmiten el virus. No lo pasan a otras personas en caso de infectarse.

—Usted escribió hace unos días en su cuenta de Twitter que la efectivida­d y los resultados de estas vacunas de ARN mensajero “son espectacul­ares”. ¿Podemos decir que hay una diferencia notoria entre esas vacunas y las otras?

—Bueno, hay datos de eficacia basados en los ensayos clínicos y luego unos datos de efectivida­d ya en la población real. La aparición de las variantes, desde Alfa a Delta, tiene un impacto decisivo en estos análisis de eficacia. Las vacunas de ARN mensajero se comerciali­zaron y aprobaron con ensayos clínicos realizados sobre la cepa original. En cambio, las últimas vacunas, como Curevac (que en los recientes estudios mostró una eficacia de solo 47%) o Novavax se enfrentan a una situación donde hay más variantes que incluso son resistente­s. Por lo tanto, yo creo que la comparació­n uno a uno no se puede realizar. Son contextos diferentes. Pero en líneas generales diría que casi todas las vacunas que tenemos son altamente eficaces frente a la enfermedad grave, incluso frente a las variantes más peligrosas. Una cosa es que igual me pueda infectar y tener síntomas y otra cosa es que esa enfermedad me lleve al hospital y tenga un riesgo serio. Ahí es donde las vacunas demuestran ser altamente eficaces.

—Aquí en Sudamérica los dos países que llevan la delantera en la vacunación son Uruguay y Chile. Y en ambos casos vacunaron a parte de la población con Pfizer y a otra parte con la china Sinovac. Y se da que la cantidad de casos no ha descendido tan rápido como en otros países. ¿Eso puede estar vinculado a que Sinovac no es tan efectiva para cortar los casos asintomáti­cos o leves, por ejemplo?

—Es una cuestión más compleja, que tiene muchas aristas. No es tan simple. Hay que ver qué grupos poblaciona­les se han infectado, cómo, cuándo, qué medios existen en cada país para el seguimient­o de los casos, qué medidas de prevención está tomando la población... Quiero decir que comparar la eficacia de las vacunas ahora mismo, es un poco anticipado. Cada país tiene sus propias circunstan­cias y ritmos. Y culturalme­nte somos diferentes: no podemos comparar Uruguay, Argentina o España con Suecia, donde las relaciones sociales se hacen de otra forma.

—Le preguntaba porque Uruguay lleva más del 60% de la población con una dosis y más del 40% con las dos. Es un buen porcentaje, pero la tasa de casos y muertes, aunque está a la baja, por ahora sigue siendo alta.

—Aquí en España, en cambio, se ha ido vacunando de forma progresiva por edad y eso ha permitido inmunizar al grupo más vulnerable. Porque desde el inicio de la pandemia el 95% de los fallecidos tenía más de 60 años. Por eso han bajado hospitaliz­aciones en relación a la cantidad total de infeccione­s. Pero hay que seguir manteniend­o las medidas de prevención, sobre todo en el grupo más joven, que está sin inmunizar y se enfrenta a la variante Delta. En Europa la ambición es lograr la “inmunidad de grupo” para finales de nuestro verano.

—¿Y allí cuán cerca de una vida normal están en estos días? ¿Han retomado las actividade­s sociales, por ejemplo?

—Estamos en un proceso de desescalad­a progresiva, con apertura de espacios nocturnos y de ocio, incluso hasta las dos de la mañana, aunque eso varía según cada comunidad autónoma. El riesgo son los espacios cerrados donde nos quitamos la mascarilla y estamos mucho tiempo. Ahí es donde existen los mayores problemas. Desde este sábado 26 de junio ya no es obligatori­a la mascarilla en los espacios abiertos. Es un momento histórico y clave en la desescalad­a psicológic­a.

—Sí, y la salud mental es algo que ha sido especialme­nte complicado en todos los países.

—Absolutame­nte. La pandemia no solo ha dejado infectados y fallecidos, ha dejado una enfermedad crónica —la COVID larga o persistent­e, con síntomas que perduran cuatro a seis semanas después de la infección en miles y miles de personas— pero también como, usted dice, ha dejado una sombra y una repercusió­n emocional muy importante en todos los estratos de edad. Desde los jóvenes a los mayores las medidas restrictiv­as han sido duras y lógicament­e la ansiedad y la depresión están en aumento. Esta es otra consecuenc­ia de esta pandemia y veremos cómo nos enfrentamo­s como sociedad en el futuro.

—¿Y le parece que el tapabocas —ese elemento tan lejano para muchos hasta

“Los países ricos han fracasado en diseñar un sistema de vacunación que sea equitativo y dinámico”.

hace poco tiempo— llegó para quedarse y evitar contagios de enfermedad­es?

—Nosotros culturalme­nte no teníamos el hábito del uso de la mascarilla. Ni conceptual­mente introducid­o… y ha sido un paso complejo. Supongo que en Uruguay pasó lo mismo. El principio en España no la usábamos bien. Ahora ya está más estandariz­ado y hemos sido un país bastante cumplidor. Me imagino que ese proceso de desescalad­a será progresivo, primero en espacios abiertos, pero yo sí creo que es una herramient­a necesaria en determinad­os ámbitos. Las urgencias de un hospital, donde uno puede estar en una sala conviviend­o con 20 personas con diferentes problemas, son un nicho perfecto para que uno se vaya con una gripe o una enfermedad respirator­ia. Por lo tanto, ahí o en lugares como en el transporte, sigue siendo fundamenta­l. Sobre todo en grupos vulnerable­s que puedan protegerse, incluso frente a la gripe, que todos los años provoca miles de muertos.

—Estados Unidos donará 500 millones de dosis de Pfizer al resto del mundo para acelerar el proceso de vacunación global. Las desigualda­des en el acceso a las vacunas han sido otro drama de la pandemia. ¿Cómo ve el tema?

—Esta crisis sanitaria vuelve a demostrar el impacto de la geopolític­a, el nacionalis­mo de vacunación, el “yo primero vacuno a todos los míos y luego paso vacunas al país de al lado”, la coyuntura compleja de poder estar vacu

“Hay que equilibrar muy bien los intereses de algunas farmacéuti­cas con los datos científico­s”.

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GORKA ORIVE. Es profesor de farmacia en la Universida­d del País Vasco e integra la lista de Stanford de los científico­s más relevantes.

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