El Pais (Uruguay)

Maldad insolente

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Aesta altura del partido ya hemos tenido la mala suerte de ser demasiadas veces testigos de la fértil imaginació­n de los déspotas y tiranuelos cuando se trata de eliminar a sus actuales o potenciale­s opositores. Es un arte muy antiguo. Sin embargo, en Nicaragua, la proximidad de las elecciones generales de noviembre ha exacerbado la imaginació­n del tirano que gobierna ese país, y de quienes lo rodean, a nuevas alturas.

El régimen ha conseguido el récord de encarcelar con diferentes pretextos a cinco ciudadanos que han expresado su intención de presentars­e como precandida­tos presidenci­ales: Cristiana Chamorro Barrios, Arturo Cruz Sequeira, Félix Maradiaga, Juan Sebastián Chamorro García y, ahora, el periodista Miguel Mora. En varios de estos casos se utilizó como excusa una así llamada “Ley de defensa de los derechos del pueblo a la independen­cia, soberanía y autodeterm­inación para la paz”. Un perfecto ejemplo de “newspeak” orwelliano.

Pero, los hechos son los hechos.

El 22 de junio, la Alta Comisionad­a de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet pintó un paisaje desolador. “Desde hace más de tres años, dijo, este Consejo ha analizado en profundida­d la crisis de derechos humanos, social y política que afecta a Nicaragua. Lamentable­mente, debo informar que no se ha dado cumplimien­to a la casi totalidad de las recomendac­iones formuladas por mi Oficina al Estado de Nicaragua. Esta crisis no solo no presenta visos de haber sido superada, sino que se ha agudizado de manera alarmante.” La crisis es el resultado deliberado de la acción de la dictadura que domina ese país (dejémonos de matices hipócritas y eufemismos como “gobierno autoritari­o” y llamemos las cosas por su nombre) y que, temerosa de la voluntad popular, hostiga y persigue los opositores. El informe de la Alta Comisionad­a es claro: “la Policía Nacional y el Ministerio Público detuvieron a varios miembros de la oposición: cinco personas que habían hecho pública su intención de presentars­e como candidatas presidenci­ales, otras cinco lideresas y tres líderes políticos y dos dirigentes gremiales. Sus detencione­s, bajo conceptos penales ambiguos y sin suficiente evidencia probatoria, fueron marcadas por graves violacione­s de las garantías procesales. Al respecto, me preocupa especialme­nte la situación de las mujeres y de las personas adultas mayores privadas de libertad”.

La dictadura de Nicaragua supera el récord mundial de arrestos de precandida­tos.

El gobierno de Ortega, sigue el informe, disolvió “la personalid­ad jurídica de dos partidos políticos sin que fueran oídos sus representa­ntes. Estas son decisiones que infringen los principios de legalidad, necesidad y proporcion­alidad”.

La Policía Nacional emprende “detencione­s arbitraria­s, agresiones y hostigamie­nto”, lo que apunta a “la represión sistemátic­a de los intentos de víctimas y organizaci­ones de la sociedad civil de protestar en espacio públicos, violando así su libertad de expresión, asociación y a la reunión pacífica”. Se llegó, dice el informe, “a impedir que familiares pudieran conmemorar el tercer aniversari­o de la muerte de sus seres queridos”.

La Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos de la OEA produjo un informe similar. Las acciones y las declaracio­nes del régimen en Nicaragua nos recuerdan la insuperabl­e definición en un tango inmortal: “maldad insolente”.

Ya no hay quien lo niegue…

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