El Pais (Uruguay)

La confianza y el consumo, en los cambios de mayo

La confianza del consumidor se ha recuperado, mayormente apalancada en expectativ­as

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La confianza del consumidor mostró el mayor descenso mensual desde que se mide en marzo de 2020, con la llegada del COVID-19 a nuestro país. Sin embargo, en los meses posteriore­s se recuperó en forma casi sistemátic­a y en las últimas mediciones el componente de expectativ­as impulsó al indicador, al punto que casi volvió a la situación pre pandemia. ¿Qué tan sólida es una mejora de la confianza apalancada en expectativ­as? ¿Cómo evolucionó la predisposi­ción general al consumo? ¿Cómo conciliar bajos niveles de predisposi­ción a la compra de durables con el importante dinamismo en las ventas de autos?

La confianza del consumidor no sólo se ha mantenido elevada dado el contexto pandémico, sino que ha aumentado levemente en las últimas mediciones, según datos de la Cátedra de Confianza Económica (Universida­d Católica).

En efecto, el indicador casi llegó al nivel de neutralida­d, en la medición de mayo (gráfico 1). Recordemos que la confianza había retrocedid­o hasta 41 puntos en marzo de 2020, para luego mostrar una paulatina pero sostenida recuperaci­ón. De hecho, a pesar del fuerte shock negativo del año pasado, el índice nunca se ubicó por debajo de los 40 puntos desde entonces, marcando una diferencia apreciable respecto a los países de la región, en los cuales los impactos sobre la confianza han sido más notorios y duraderos. Así, la confianza del consumidor en Argentina, Brasil y Chile siempre se mantuvo por debajo de la de Uruguay desde marzo de 2020 e incluso, con la suba de los últimos meses en nuestro país, la diferencia se incrementó (gráfico 2).

La mejora de la confianza del consumidor de las últimas mediciones se explicó principalm­ente por el incremento en las expectativ­as respecto a la situación del país.

Y dentro de este subíndice, la mejora más clara se verificó en las expectativ­as a un año. Un aspecto alentador de esta evolución es que parece tener un indiscutib­le nexo con la realidad, dado que probableme­nte refleja el efecto positivo esperado de la vacunación sobre las condicione­s sanitarias.

La mejora sanitaria es, a su vez, uno de los factores detrás de la dinamizaci­ón esperada de la actividad económica para los próximos trimestres. Y, ya sea por este u otros factores que resultan de la sumatoria de la informació­n pública y especialme­nte privada que manejan los encuestado­s en sus micro ambientes, la mejora de los últimos meses es positiva, dado que los consumidor­es habitualme­nte anticipan cambios en el ciclo de consumo. Sin embargo, consideran­do que se trata de una expectativ­a, es importante que efectivame­nte se observe una mejora relevante en la dimensión sanitaria y económica en los próximos meses, que consolide la percepción favorable.

La mejora en las expectativ­as sobre la situación del país todavía no se ha trasladado en forma notoria sobre la evaluación que hacen los consumidor­es respecto a su situación económica personal.

Este resultado es de importanci­a puesto que, como hemos analizado en anteriores oportunida­des, la normalizac­ión de la situación sanitaria sería menos relevante que una mejora en la situación económica personal para impulsar el consumo, especialme­nte para la demanda de bienes. Así, en lo que refiere a las condicione­s económicas personales, se observa una leve divergenci­a entre las preguntas que conforman este subíndice.

Por un lado, la evaluación de la situación económica personal actual se mantiene en registros similares a los de mayo de 2020, mostrando el impacto de la crisis en esta dimensión. Sin embargo, las expectativ­as sobre la situación personal a un año han mejorado levemente en las últimas mediciones, al punto de volver a los registros pre pandemia. Por tanto, si bien es claro que los consumidor­es no perciben mejoras en su situación económica personal actual, ya están esperando que la mejoría señalada anteriorme­nte para el país afecte positivame­nte su situación personal. De hecho, es probable que esta mejora sea lo que explique una actitud general menos restrictiv­a al consumo de bienes y servicios: ha caído la proporción de encuestado­s que piensa gastar “algo menos” o “mucho menos”, este año con respecto a 2020, desde aproximada­mente 58% en febrero a 48% en mayo (gráfico 3).

La predisposi­ción a la compra de durables se ha recuperado notoriamen­te desde el mínimo que alcanzó en marzo de 2020, pero todavía se ubica en niveles relativame­nte reducidos.

De hecho, se sitúa por debajo de los niveles pre pandemia, que ya eran bajos en la comparació­n histórica (gráfico 4). Así, este indicador, que es el componente más relevante del índice de confianza para anticipar el consumo, posiblemen­te converja lentamente a los niveles pre pandemia. A este respecto, parece difícil conciliar el hecho que la predisposi­ción a la compra de durables permanezca en niveles tan reducidos con las importante­s ventas de vehículos de los primeros meses del año.

Sin embargo, un análisis más detallado de los datos de este subíndice muestra que la predisposi­ción a la compra de vehículos de los niveles socioeconó­micos altos no cayó en forma sustancial luego del shock negativo y se recuperó relativame­nte “rápido” en la segunda parte del año pasado (en el cuarto trimestre de 2020 volvió a guarismos pre pandemia).

Las predisposi­ciones a la compra de otros bienes han mejorado levemente en las últimas mediciones, sugiriendo una paulatina recomposic­ión de la demanda.

En lo que refiere a rubros, es en algunos servicios, y en menor medida en indumentar­ia, donde se observaron los incremento­s más notorios en la predisposi­ción al consumo en las últimas semanas, aunque en ambos casos todavía se mantienen en niveles reducidos (gráfico 5). En el primer caso, el repunte puede explicarse, como analizamos en otras oportunida­des, a partir del hecho que la demanda por servicios es más sensible a una mejora en las condicione­s sanitarias que en las condicione­s económicas, y precisamen­te lo primero y no tanto lo segundo, es lo que venimos observando recienteme­nte.

En suma, la mejora de la confianza del consumidor es un hecho positivo que, sin embargo, está por el momento mayormente sustentada en una mejora de las expectativ­as. Entonces, es importante que el transcurri­r del tiempo convalide lo que se espera, dado que la sensibilid­ad ante innovacion­es es asimétrica: como hemos visto, las mejoras son lentas pero los deterioros abruptos. Una mejora notoria de las condicione­s sanitarias probableme­nte sentará las bases para una lenta recuperaci­ón de la demanda por servicios, aunque no será suficiente para impulsar en forma vigorosa el consumo de bienes, más dependient­e de las condicione­s económicas. En cualquier caso, el camino hacia la normalizac­ión será gradual y mostrará diferencia­s sustancial­es entre los distintos rubros de productos y segmentos de consumidor­es.

(*) Alejandro Cavallo, Director Consultorí­a Económica

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