El Pais (Uruguay)

JIM MORRISON, 50 AÑOS DE UN MITO PERFECTO

- RAFAEL CAÑAS, EFE

Uno de los referentes malditos del rock moría hace medio siglo en París.

Jim Morrison, músico, poeta y uno de los referentes malditos del rock, murió hace 50 años en París y desde entonces se ha convertido en un mito perfecto, una leyenda creada en buena parte gracias a la influencia del cine. El aniversari­o se cumple hoy, sábado. Morrison murió a los 27 años en un piso del entonces barrio bohemio del Marais, en París, adonde se había trasladado para intentar dejar atrás su alcoholism­o e insuflarse del espíritu artístico de la ciudad. Morrison fue “uno de los grandes” en la historia del rock, por el volumen y por la calidad de su obra, afirma Diego Manrique, uno de los más respetados críticos musicales españoles, quien también cree que su grupo, The Doors, está entre los mejores.

Con seis álbumes en solo cinco años, The Doors se convirtier­on en un grupo de primera línea, conjugando canciones pop “perfectas”, como “Light my Fire”, o mucho más oscuras, como la edípica “The End” o la violenta “Riders on the Storm”, explica. Morrison, letrista, cantante y líder del grupo, llevó al extremo esos temas con interpreta­ciones dramáticas sobre el escenario. Familiariz­ado con las teorías del “teatro de la crueldad” del francés Antonin Artaud, su personaje del “Rey Lagarto” lanzaba largas peroratas y provocacio­nes al público y a la policía que solía vigilar sus shows. Manrique, autor del libro sobre el grupo Jinetes en la tormenta, recuerda que los cuatro componente­s de The Doors eran “chicos cultos” metidos en movimiento­s de vanguardia y sus canciones no tenían nada que ver con lo que se hacía entonces.

Todo eso no quita que Morrison, con sus aparicione­s salvajes y dramáticas en el escenario, vestido de cuero negro y a veces con el torso desnudo, se convirtier­a en un auténtico “sex symbol” para ambos géneros.

Musicalmen­te, hacían rock, pop y mucho blues-rock incisivo (“Roadhouse blues”, por ejemplo), pero con otras influencia­s. El teclista Ray Manzarek venía del jazz y el guitarrist­a Robby Krieger era aficionado a la guitarra clásica española.

Tras unos años de éxito y desenfreno,

Morrison llegó a París en marzo de 1971 y apenas cuatro meses después fue encontrado muerto en el apartament­o que tenía alquilado. El médico que acudió certificó una muerte por un fallo cardíaco y no se le realizó una autopsia.

Según varios conocidos y testigos, la causa más probable fue una sobredosis de heroína, pero jamás se investigó.

Fue enterrado en el cercano cementerio de Père Lachaise. Y aquí se cierra el círculo del “mito perfecto”, según Manrique. Una gran estrella estadounid­ense, adorada por sus fans, un sex symbol, que muere joven en París y termina en el cementerio más famoso.

Añade que el mito de Morrison se asentó definitiva­mente tiempo después, gracias al cine, con el uso de “The End” en Apocalypse Now (1979), de Francis Ford Coppola, y con la biográfica The Doors (1991), de Oliver Stone, que han inspirado a los fans más jóvenes.

La sepultura de Morrison en Père Lachaise “es una de las más famosas y más visitadas” de este cementario, señala Sylvain Ecole, director del Servicio de Cementerio­s de París.

Y eso que éste es posiblemen­te el cementerio más célebre del mundo por el renombre de quienes aquí reposan, especialme­nte artistas, entre las 70.000 tumbas y 27.000 urnas con cenizas.

Oscar Wilde; Frédéric Chopin; Yves Montand; Edith Piaf; Marcel Proust, o Georges Bizet son solo algunos de los ilustres vecinos del rockero, en cuya tumba nunca faltan una foto enmarcada, flores o conchas de peregrino.

Esta acumulació­n de celebridad­es, común también a los cementerio­s parisinos de Montparnas­se y Montmartre, "es un motivo de orgullo pero también de preocupaci­ón, porque hay muchísimo público", reconoce Ecole.

Antes de la pandemia, los cementerio­s parisinos recibían cinco millones de turistas anuales, de los que tres millones visitaban Père Lachaise.

La tumba de Morrison y las situadas a su alrededor están rodeadas por una valla que, explica Ecole, busca proteger la intimidad del lugar y "evitar que la gente se acerque demasiado a la sepultura".

Hace un tiempo robaron de la tumba un busto de mármol y una placa. Después, el padre del músico colocó otra placa que dice en griego "Fiel a sus propios demonios". Ecole insiste en pedir a los admiradore­s del cantante "respeto al lugar, a las sepulturas".

Mientras Ecole habla, en pocos minutos pasan visitantes de Francia, Italia, Alemania y Países Bajos para contemplar durante un rato la sepultura y tomar alguna foto o un selfi.

Entre todos destaca Bruno Gacon, con una camiseta "The Doors" y una gorra en la que se lee "Jim Morrison". Explica que viene a París desde un pueblo del centro de Francia al menos dos veces al año, para los aniversari­os de la muerte y el nacimiento (8 de diciembre) del músico.

Gacon tiene permiso para pasar las vallas y limpiar un poco las flores secas. Morrison "era único", y la música de The Doors da "una sensación de "culminació­n, toda es emoción para mi", describe para justificar su pasión.

El 3 de julio de 1971, Morrison apareció muerto en París; su tumba es aún la más visitada de Pére Lachise

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