El Pais (Uruguay)

Desafío de la pandemia

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NICOLÁS ALBERTONI

El mundo ya tenía varios retos antes de que la pandemia llegara. Dentro de algunos años, cuando repasemos los hechos que hoy vivimos, tendremos que ser cuidadosos en asignar causalidad directa a los verdaderos impactos políticos y económicos que esta pandemia dejará. Parafrasea­ndo al poeta francés Paul Valéry, si hacia adelante está el futuro, estamos entrando “caminando hacia atrás”.

Diversos informes coinciden con que, controlada la crisis sanitaria, los desafíos globales que nos encontrare­mos no serán del todo nuevos. Más bien, las debilidade­s y amenazas que ya conocemos se verán potenciada­s. Por esta razón, bien vale recordar algunos de los retos globales previos a la pandemia para empezar a imaginar el mundo con el que nos reencontra­remos en pocos meses.

Previo a la pandemia, el mundo ya se enfrentaba a una crisis migratoria con pocos signos de ser resuelta en base a consensos globales. Desde que se dispararon los números tras la primavera árabe entre 2010 y 2012, la migración se había convertido en uno de los principale­s retos a escala global. Según datos de la Agencia de Refugiados de Naciones Unidas, en 2019, había más de 70 millones de personas desplazada­s, muchas de ellas por violencia en su país de origen y en carácter de refugiados. En América Latina, cerca de 4 millones emigraban desde Venezuela, convirtién­dose en la segunda mayor fuente de refugiados después de Siria.

El mundo también vivía tensiones comerciale­s, principalm­ente concentrad­as entre EE.UU. y China, que encontraba­n un sistema multilater­al de comercio muy debilitado tras escasos consensos en el marco de la Organizaci­ón Mundial del Comercio. A diferencia de los temas ambientale­s, los reclamos económicos y comerciale­s hacia China parecen persistir en la era Biden.

Todo esto viene a cuento de que hace pocos días, la cumbre del G7 que convoca a líderes de algunas de las economías más grandes del mundo, confirmó que los debates geopolític­os previos a la pandemia no solo siguen en agenda, sino que se han potenciado. Se resaltó que estamos enfrentand­o lo que será la primera de varias pandemias, y que el debate sobre las cuestiones ambientale­s está entre los desafíos prioritari­os de las economías centrales. Esto, en cierta medida, abona la idea de querer dar señales claras a China sobre su adaptación a las reglas internacio­nales. La cumbre volvió a mostrar que las tensiones entre occidente y oriente no cesan, y que se consolida cada vez más la multipolar­idad de ejes de poder.

Todos estos asuntos pueden parecer lejanos a Uruguay, pero en un contexto tan interconec­tado y complejo, siempre nos terminan impactando de una u otra manera. Así es que buscando descifrar las claves que van apareciend­o, vale repasar algunas publicacio­nes de los últimos años que pueden ayudarnos en esta tarea.

Primero, sobre una mirada vinculada al debate social de retos globales, un libro publicado hace pocos años titulado Knowing Our Limits, el filósofo Nathan Ballantyne, plantea que a los seres humanos nos cuesta mucho cambiar de opinión y eso genera una complejida­d enorme a la hora de comunicamo­s. Ballantyne propone un enfoque interdisci­plinario de la epistemolo­gía, combinando teorías filosófica­s con ideas de las ciencias sociales y cognitivas para enfrentar el mundo que nos tocará vivir. Necesitamo­s más espacios de debates transversa­les no solo entre diferentes disciplina­s, sino también entre diferentes generacion­es. Esta visión filosófica que propone Ballantyne debe alertarnos a que más allá de la búsqueda de consensos, lo que en un mundo complejo cuesta encontrar, el mundo que se avecina nos obliga a escucharno­s más transversa­lmente.

Por otra parte, desde una mirada de las relaciones internacio­nales propiament­e, para descifrar los retos futuros no solo habrá que volver a leer teorías de Robert Keohane y Joseph Nye, que ven la interdepen­dencia como una importante fuente de poder de las grandes potencias, sino que también deberíamos incorporar a nuestra lectura a John Mearsheime­r quien sugiere que la política de las grandes potencias ya no será el eje del debate. El argumento de Mearsheime­r permite imaginar que nuevos actores, que no necesariam­ente son gigantes económicos, podrán marcar agenda. Esta segunda visión es la que nos debería motivar a un país como Uruguay a ser parte de las grandes conversaci­ones.

Finalmente, sobre cómo entender los retos globales desde la perspectiv­a de Uruguay vale considerar uno de los últimos libros de Richard Baldwin, The Great Convergenc­e, donde plantea el concepto de unbundling como la desagregac­ión de procesos que hoy existe entre la producción y el consumo. Una de esas desagregac­iones a las que se refiere Baldwin es la del conocimien­to. En un contexto internacio­nal en el que las dimensione­s físicas (población, territorio, fábricas) se ven interpelad­as por las dimensione­s de lo intangible (las ideas), se abre una puerta inmensa para que países “pequeños” no solo tengan derecho, sino tal vez hasta la obligación de pensar “en grande” si quieren progresar. Para eso será clave estar activament­e conectado con los principale­s acuerdos internacio­nales que se empiezan a gestar.

Parafrasea­ndo al poeta Paul Valéry, si hacia adelante está el futuro, estamos entrando “caminando hacia atrás”.

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