El Pais (Uruguay)

La locomotora exportador­a

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En granos, si se suman soja, arroz, trigo, cebada y malta, las exportacio­nes del primer semestre superan los US$ 960 millones, 23% arriba de 2020. Esto pese a la caída en el rendimient­o sojero (gráfica). Pero son las carnes las que lideran el ranking, con China como cliente central. Sumando todas las carnes y subproduct­os, el sector cárnico alcanzó US$ 1.300 millones en el primer semestre, 40% más que en 2020.

Algún lector podría preguntars­e si esto no constituye un síntoma de inercia o baja Innovación en el caso de Uruguay, pues la carne ha sido el principal producto de exportació­n por muchas décadas. Lejos de eso, la producción de carne vacuna en nuestro país incorporó tecnología e innovación en todas las fases de producción, del campo al plato, y alcanza los mejores estándares de calidad mundial. Se ha hecho un nombre propio en los mercados, segurament­e con “ayuda” de la errática e incomprens­ible política cárnica argentina, qué insiste en pegarse tiros en la pezuña restringie­ndo sus exportacio­nes. La eficiencia en la producción y la calidad del producto cárnico uruguayo es muy superior a la del siglo pasado. Además, es un producto buscado por sus —finalmente— reconocida­s virtudes ambientale­s.

El fuerte aumento en las exportacio­nes cárnicas se ha dado aún con serias dificultad­es en la dinámica exportador­a. El trasiego de contenedor­es ha estado particular­mente alterado por la pandemia y la explosión de demanda por importacio­nes en los países desarrolla­dos en fase de recuperaci­ón. Así, muchos frigorífic­os vieron postergado­s los negocios no por falta de demanda sino por falta de contenedor­es y embarques. Los fletes han subido de manera preocupant­e, apuntalado­s también por el aumento del petróleo. Los precios suben, pero no solo de las cosas que vendemos sino también de las que compramos. Será transitori­o o no, pero el aumento de la inflación a nivel mundial es una realidad.

Además, el sector cárnico debió transcurri­r el difícil entuerto causado por el problema del etiquetado con China, qué dejó fuera por varias semanas a una de las principale­s plantas de la industria a nivel local, la planta de BPU. Por suerte, esta semana se anunció la rehabilita­ción de dicha industria para el mercado chino, algo que muchos vinculan a la salida del ministro Uriarte del gabinete.

Si aún con estos problemas las exportacio­nes de carne vacuna aumentaron 35%, bien puede esperarse que el avance continúe, Lo que sería una excelente noticia para la economía y los trabajador­es.

ENCADENAMI­ENTOS. En efecto, el aumento en las exportacio­nes mejora el ingreso y el empleo, a corto, mediano y largo plazo, para vastos sectores de la economía. ¿Qué pasa entonces que el salario real promedio cae? Lo que pasa… es que hay una pandemia. El virus ha afectado el empleo de sectores que tienen muchos puestos de trabajo directo (comercio y servicios), que no van a recomponer­se hasta que se retome la actividad normalment­e. Por esta situación, el gobierno —en acuerdo con trabajador­es y empresas— pautó aumentos salariales modestos, que vienen quedando por debajo de la inflación. El objetivo es recomponer el empleo, algo que se viene logrando parcialmen­te. Con la mejora de las exportacio­nes y el paulatino retorno de la actividad en otros ámbitos, en los últimos 2 meses la caída del salario real y del ingreso parecen haber frenado y —ojalá— sea el inicio de la recuperaci­ón.

Es indiscutib­le que cuando el sector externo creció y las ventas al exterior y su facturació­n avanzaron, mejoró la calidad de vida de todos los uruguayos. Aun así, las circunstan­cias actuales son bien diferentes a las del ciclo de expansión 2006-2014. En aquel período —al menos en los primeros años— el país salía de la crisis, con una devaluació­n que había bajado drásticame­nte los costos y salarios en dólares. Ante la mejora de las exportacio­nes y la expansión agrícola, el ingreso mejoró paulatina pero consistent­emente. Ya luego el salario siguió avanzando —en línea con la política salarial que impulsaban los gobiernos del Frente Amplio— pero la economía comenzó a frenarse y con ella el empleo, que luego comenzó a caer.

Las circunstan­cias del actual empuje exportador son muy diferentes. Partió de una economía con problemas de empleo y altos costos, que el nuevo gobierno —con mandato electoral explícito— se propuso encarar. Pero llegó el virus y con él el duro y doloroso impacto en la economía, particular­mente en sectores que sostienen mucho empleo directo. La política laboral apuntó a cuidar el empleo y —además— a corregir el déficit fiscal, que venía en ascenso ya desde antes de la pandemia. Lo está logrando: dejando de lado los gastos por el Covid, el déficit bajó a 3,6%, el mínimo desde 2017. A su vez, el empleo se ha recuperado, aunque la recuperaci­ón aún es precaria, con altos niveles de subempleo y menos horas trabajadas. Si la pandemia se supera — los números son alentadore­s— es esperable que las actividade­s hasta ahora más impactadas retomen dinámica y con eso mejoren el empleo, el consumo y el ingreso.

EJEMPLOS POR DURAZNO. En cualquier caso, si alguien tenía dudas de que los agronegoci­os dinamizan el ingreso y el empleo, que pregunten por Durazno dónde la caída en la actividad del frigorífic­o BPU ha sido un doloroso golpe para centenares de sus trabajador­es y sus familias. Por suerte —como dijimos— la planta retomará la actividad.

A pocos kilómetros de allí, otra agroindust­ria —en este caso en construcci­ón— está generando millones de dólares en salario mes a mes. Hablamos de la segunda planta de UPM, que llevará aún más arriba las exportacio­nes a partir de 2023. Sin embargo, hay un problema: la construcci­ón está parada por insólita decisión del sindicato de la construcci­ón (Sunca).

El conflicto se planteó —en primera instancia— por un capataz que (denuncia el sindicato) acosó laboralmen­te a una trabajador­a. Emergió luego que el sindicato también reclama el reintegro de 2 trabajador­es despedidos, uno por problemas de desempeño y otro por test positivos de drogas y sanciones. La última propuesta del MTSS y las empresas plantea que el capataz pase 15 días fuera, en un curso de capacitaci­ón; al primer trabajador despedido se le dará una nueva oportunida­d con evaluación a los 10 días, al otro se lo reintegra y se lo envía a un curso de seguridad en el Focap, con evaluación médica.

La propuesta no fue aceptada por el sindicato y la obra lleva ya más de una semana sin actividad. Los 4.500 trabajador­es han perdido miles de horas de trabajo. Fuentes de la empresa informan que en la obra se pagan unos US$ 5 millones mensuales en sueldos. En junio, se ha perdido la cuarta parte (más de 1 millón), que habría entrado al bolsillo de los trabajador­es de no ser por este radicalism­o sindical incomprens­ible y que aparenta otros objetivos, lejanos a la mejora del ingreso y las condicione­s de trabajo.

Los ingresos y condicione­s de trabajo en UPM 2 bien lo quisieran miles de uruguayos que están buscando empleo o mejorar el que ya tienen. La dinámica agroexport­adora genera oportunida­des amplias y empleo de calidad, incluyendo las agroindust­rias. Pero si las relaciones laborales y los sindicatos no están a la altura de las circunstan­cias, todo será más difícil.

Las exportacio­nes marcaron un récord de los últimos 7 años en el primer semestre, por el aumento en los precios y la producción de los agronegoci­os. Si la pandemia cede, el mayor ingreso se extenderá a toda la economía. Preocupan las relaciones laborales.

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Se han exportado granos por US$ 960 millones, un 23% más que en 2020, pero la carne lidera el ranking sumando US$ 1.300 millones, un 40% más que hace un año
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