El Pais (Uruguay)

El respaldo popular

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Uno de los aspectos fundamenta­les de la acción de un gobierno en democracia es el respaldo popular. ¿Cómo se mide ese respaldo? Antes que nada, a través de los resultados de elecciones competitiv­as. Para que este concepto, que es básicament­e lo que se conoce como la legitimida­d de origen de un gobierno, tenga traducción concreta, se precisa que las elecciones sean concurrida­s. En efecto, no alcanza con garantizar el libre ejercicio del voto, ni la competenci­a entre partidos distintos, ni la más amplia libertad de exposición de programas e ideas de los candidatos, de forma de que la ciudadanía elija en paz y con serenidad. Si todo eso ocurre, pero la gente decide dar la espalda a las elecciones, todo el sistema está en problemas.

La experienci­a chilena en la región es en este sentido ilustrativ­a. Desde el cambio legal que se implementó en 2012 a partir del cual las elecciones dejaron de ser obligatori­as, hasta hoy en que la participac­ión de ciudadanos votando en instancias claves —como la conformaci­ón de una constituye­nte, por ejemplo— es siempre menor al 50% de los habilitado­s para hacerlo, pasó menos de una década. Y gran parte del enorme problema político que sufre el país trasandino es que sus autoridade­s son electas por una franca minoría de ciudadanos que es la que en realidad se moviliza para ir a las urnas.

Las elecciones regionales de Francia de hace algunas semanas mostraron un fenómeno muy similar. Hubo autoridade­s regionales que terminaron siendo elegidas por el 10 o el 15% del total de los habilitado­s para votar, ya que la concurrenc­ia a las urnas tanto en primera vuelta como en balotaje fue siempre menor al 30% de los ciudadanos. ¿Qué reformas profundas puede conducir un representa­nte electo por tan magra mayoría, cuando además pende sobre él la espada de Damocles de la inmediata movilizaci­ón de grupos radicales que toman las calles para oponerse a esas eventuales políticas?

Se termina formando así un círculo vicioso muy nocivo. Por un lado, están las autoridade­s electas sin respaldo popular mayoritari­o, más allá de triunfos electorale­s innegables logrados con todas las garantías del sufragio libre, y que no se sienten con peso político como para llevar adelante un gobierno de reformas profundas. Y, por otro lado, están los grupos politizado­s radicales, a veces contrarios incluso a la lógica de la democracia representa­tiva como son los casos de algunos chilenos de extrema izquierda, prontos para movilizars­e en las calles por cualquier pretexto que sirva para poner en jaque a esas autoridade­s. La democracia termina así paralizada, lo que alienta el desgano ciudadano y por tanto cierra este dañino círculo con una mayor desafecció­n de las urnas.

Frente a este problema tan grave, importa mucho destacar la sabiduría de nuestras viejas reglas de juego democrátic­as. La reforma constituci­onal de 1997 no modificó la obligación legal del voto, a lo que se suma un fuerte convencimi­ento ciudadano de que es por medio del ejercicio de ese derecho que se define el rumbo político del país. Aquí, los gobiernos son electos por el pueblo con participac­iones electorale­s casi siempre superiores al 80% de los habilitado­s. Aquí, quien es electo recibe pues un respaldo popular innegable y muy grande.

Todo esto que parece muy teórico tiene consecuenc­ias prácticas reales. ¿Qué hubiera sido del camino de salida a la crisis social, económica y sanitaria del

Aquí, los gobiernos son electos por el pueblo con participac­iones electorale­s casi siempre superiores al 80% de los habilitado­s. Aquí, quien es electo recibe pues, un respaldo popular innegable y muy grande.

país, emprendido por el gobierno y apoyado por la coalición republican­a en el Parlamento, si no hubiera contado con ese enorme respaldo en las urnas obtenido en varias oportunida­des en 2019? Toda la presión de la izquierda y toda la movilizaci­ón de sindicatos, gremios y organizaci­ones sociales para forzar un rumbo distinto, se enfrentó no solamente a la firmeza política del presidente Lacalle Pou, sino también a una legitimida­d de origen del gobierno que era amplísima en su respaldo en las urnas. Ciertament­e, además, los resultados favorables de las encuestas de opinión sumaron elementos descriptiv­os de ese formidable apoyo. Pero lo fundamenta­l estuvo, siempre, en las fuentes democrátic­as más genuinas que son las mayorías obtenidas en votaciones justas, plurales, seguras y de amplísima participac­ión ciudadana.

Cuando se compara nuestra democracia con otras de la región y del mundo, es muy importante tener claro ese respaldo popular sobre el cual reposa la actuación del gobierno.

Ese mismo respaldo es el que potenciará las medidas de la agenda política post COVID-19 que servirán a reactivar la economía del país.

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