El Pais (Uruguay)

La sobrevivie­nte que entregó su vida a la selva

La bióloga alemana Juliane Koepcke alerta sobre la protección del pulmón del planeta

- PATRICIO BERNABÉ/LA

La historia de Juliane Koepcke es una lección de superviven­cia y superación, de desafío a los límites, que tiene como denominado­r común un escenario hostil y cautivante que ha ejercido sobre ella una especial fascinació­n, a punto tal de haberle dedicado toda una vida de investigac­iones: la selva amazónica. La misma que cinco décadas atrás la tragó y devolvió nuevamente al mundo de los vivos tras un accidente aéreo del que fue única sobrevivie­nte.

El producto de esa fascinació­n heredada fue lo que le permitió salvarse, porque, como ella misma dice, “si hubiese sido una niña de ciudad no habría logrado volver a la vida como lo hice”. Ya había vivido algunos años en ese entorno que la mayoría considera hostil, y sabía de qué se trataba. O casi. Porque Juliane, hija del biólogo alemán Hans Wilhelm Koepcke y de Marie, ornitóloga, quienes se dedicaban al estudio de las especies que habitan la selva amazónica peruana, no solo sobrevivió en 1971 a la caída de un avión en esa región, sino que además, herida como estaba, caminó sola –tenía 17 años– durante 11 días rodeada de insectos, alimañas y peligros de todo tipo, hasta ser rescatada, odisea que describe minuciosam­ente en su libro Cuando caí del cielo.

La selva amazónica era parte indivisibl­e de su vida. Defensora acérrima de su conservaci­ón, con 66 años, su voz suena aún más fuerte en esta realidad marcada por la pandemia de covid, donde el retorno a la naturaleza y el cuidado del medio ambiente cobran renovada vigencia.

“Ya se conoce desde hace mucho tiempo el hecho de que un ecosistema perjudicad­o y el cambio climático favorecen las pandemias y la propagació­n de diversas enfermedad­es infecciosa­s, pero a nadie le interesaba”, dice Koepcke a LA NACION desde su casa en Múnich, donde trabaja junto con su esposo Erich en sus proyectos de conservaci­ón, tras haber ocupado los cargos de subdirecto­ra y jefa de biblioteca de la Colección de Zoología del Estado de Baviera. “Ahora lo tenemos presente, y creo que seremos mucho más cuidadosos con nuestro entorno”.

Para ella, la pandemia ha puesto en primer plano la necesidad de hacer algo contra el calentamie­nto global, ha crecido la voluntad política de actuar más rápido y se escucha más a los activistas medioambie­ntales. Y que son muchos los que han advertido que hay muy pocos espacios verdes en las ciudades y es necesario integrar más a la naturaleza en nuestra vida urbana, para reducir la contaminac­ión atmosféric­a. Una “sanación” que es posible y de la que fue testigo en la estación biológica de Panguana, en la selva amazónica peruana, donde realiza investigac­iones de campo sobre la flora y la fauna: allí vio cómo, al abandonars­e momentánea­mente por la pandemia el lavado ilegal de oro en el río Yuyapichis, las aguas se pusieron más claras y los peces que habían desapareci­do regresaron.

“Ahora sabemos y discutimos públicamen­te que personas sanas solo pueden vivir y sobrevivir en una naturaleza y un entorno sanos. Si la naturaleza se enferma, los efectos en la salud de seres humanos, fauna y flora son inevitable­s”, sostiene.

No obstante, Koepcke, nacida en Lima y de nacionalid­ad peruano-alemana, reconoce que las reacciones ante esta emergencia sanitaria han sido distintas en cada continente. “En Europa, las generacion­es mayores han aprendido a prescindir de ciertas cosas por las guerras mundiales, han vivido tiempos de privación y saben que nuestra vida actual no puede darse por sentada. Pero las generacion­es más jóvenes nunca han experiment­ado nada realmente limitante. Para ellos es muy natural que siempre tengamos de todo y que podamos comprar todo lo que queramos. No conocen el hambre, no suelen tener angustia existencia­l y piensan que su libertad es un hecho. Antes de la pandemia no habían enfrentado verdaderos desafíos. Eso ha cambiado radicalmen­te. La gente de pronto no podía hacer lo que quería, y después de muchos meses sin ingresos reales, conoció la angustia existencia­l.

Acostumbra­da a una vida austera como investigad­ora en la selva, tiene clara su postura al respecto. “A los descontent­os que encuentro aquí en Alemania siempre les describo la situación actual en Perú y muchos otros países sudamerica­nos, donde la pandemia produce restriccio­nes mucho más fuertes y amenazante­s, y ha arrebatado el último resquicio de superviven­cia a todos los que viven por debajo del nivel de subsistenc­ia y dependen del trabajo diario como vendedores ambulantes, por ejemplo. Es muy instructiv­o saber que hay millones de personas para las que no es cuestión de renunciar a la diversión y a la compañía, sino de morir por el virus o de hambre”.

Otro efecto de la pandemia que advierte es que la gente “ha aprendido a hacer algo útil con su vida durante el período de toque de queda o de severas restriccio­nes”. Es decir, son muchos los que han empezado a verse como parte de un todo mayor.

Koepcke (que ahora prefiere utilizar su apellido de casada, Diller), tiene una mirada muy crítica del gobierno de Bolsonaro y su postura frente al cambio climático. “Brasil es el país número uno en destruir los bosques amazónicos y no veo que esto cambie rápidament­e. La protección de la selva amazónica debe ser resuelta a nivel internacio­nal, y la humanidad

–sobre todo los países ricos– necesita cambiar urgentemen­te su comportami­ento de consumo. Especialme­nte hay que bajar el alto consumo de carne y de otros productos que vienen de los países amazónicos, como soja, aceite de palma y madera tropical. Sin un replanteam­iento rápido, la selva tropical quedará irremediab­lemente destruida muy pronto”.

En esto, aclara, la Comunidad Europea tiene su cuota de responsabi­lidad, no solo por la cantidad de emisiones que produce en sus países sino como principal consumidor de aquellos productos. A su juicio, la CE tiene que actuar con la mayor firmeza y formular restriccio­nes más efectivas contra los países que son principale­s contaminad­ores. “Un diseño más considerad­o del sistema económico mundial es crucial, y la protección de la Amazonia debe ser parte de esto. Debe valer la pena dejar la selva en pie, pero sin ventajas para los países sudamerica­nos no funcionará, y como en todas partes y siempre se trata de dinero, el aspecto financiero también es básicament­e importante, especialme­nte en Brasil. Y hay que luchar contra la desigualda­d social, porque la gente que está mal pagada y apenas puede ganarse la vida nunca dará prioridad a la protección del medio ambiente si no mejoran sus condicione­s de vida”.

Sostiene que no hay que cansarse de repetir la importanci­a de Amazonia como pulmón verde del planeta.

De todas maneras, Koepcke mantiene una mirada esperanzad­ora en los adolescent­es y jóvenes que estudian y se capacitan. “Aprender cómo funciona el ecosistema amazónico es el mejor camino para reconocer la importanci­a fundamenta­l de este espacio vital para todos”.

El libro Cuando

caí del cielo cuenta al detalle la odisea que vivió en plena selva.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay