No somos asesinos
Compartimos el miedo por la invasión exógena de un virus cruel que se ha desplegado por el planeta, y tememos por el bien de nuestros compatriotas e inevitablemente por el de los seres cercanos a quienes amamos más. Vemos lo que ocurre. Al vecindario. Al desastre argentino signado por un engaño público sin parangón y al desmadre de Brasil, con quien la frontera terrestre compartida nos ha castigado con una mutación que ha afectado a muchísimos uruguayos.
Hemos subrayado —como tantos— que el azote equivalía a una invasión de fuera. Que como los bombardeos bélicos con efectos civiles colaterales que pasan en el mundo, expanden el inventario de sus víctimas sin selección previa. El sentido oriental de las guerras vivo en el sentimiento patrio reza clemencia para los vencidos, cuidado de los heridos y buen trato para los prisioneros predicado por José Gervasio Artigas. Y, más cerca, por el ejército nacionalista en las últimas guerras fratricidas.
Una Orden de División del ejército conducido por Saravia y Lamas de 1904 rezaba: “El soldado solo debe ser ávido por las armas y municiones del enemigo; dedicarse al saqueo de los heridos y de los bagajes durante la acción es acto repugnante e indigno cual deserción… y no se olvide que nuestra ley militar condena a muerte a tales desertores”.
El enemigo, reza la orden, una vez “vencido deja de ser tal y se convierte en un hermano extraviado nacido bajo un mismo cielo”.
Ni en los peores antecedentes de lucha bélica nacional el sentido de humanidad fue ajeno a nuestros próceres.
Hay quienes soslayaron ayer la gravedad de las consecuencias en la década del 60 del siglo pasado de las ordenes emanadas de la Organización Latinoamericana de Solidaridad —“OLAS”— en La Habana creada por una banda de delincuentes castristas que buscando un alter ego de la Rusia soviética entonces implosionada promovió el terrorismo en Latinoamérica. En nuestra República las expresiones más denigrantes de los derechos humanos se expresaron en horrorosos crímenes a cargo de agitadores que hoy continúan su acción bajo las directivas del Foro de San Pablo creado por Fidel Castro y Lula da Silva —1991— para prostituir la vida de los pueblos del centro y sur continental. Ayer nos llevaron en su dinámica a un gobierno de facto. Hoy el Frente Amplio adhiere a sus iniciativas con activa participación doméstica de comunistas y tupamaros
El Frente Amplio nos trata a los uruguayos como asesinos dolosos.
uruguayos.
La consigna pública anunciada en 2020 es promover la agitación constante en América Latina, azuzar el descontento social y atacar soezmente y sin límites de humanidad a las fuerzas civiles republicanas que les enfrentan.
Así son irrefutablemente las cosas. La pandemia trágica actual les obligó a cambiar el libreto. Así resulta que un gobierno nacional electo y abierto al diálogo se ve agredido por agente del internacionalismo totalitario disolvente, personalizado entre otras figuras por el “socialista” Olesker y el fervoroso militante internacional del paredón castrista Mario Bergara.
Los hechos de notoriedad han agrandado ante los ojos del pueblo a los ministros Salinas y Arbeleche. Uruguay revista entre los primeros países del planeta en el enfrentamiento exitoso del coronavirus en el mundo. Lloramos sin consuelo a los caídos por el flagelo y besamos su frente. Y enfrentándolo seguimos hacia adelante. No hay otra.