El Pais (Uruguay)

Quien no arriesga no gana

- EDITORIAL

La semana que termina ha sido plena en hechos políticos importante­s. Desde la tediosa interpelac­ión a la Ministra de Economía y al Ministro de Salud, al solemne homenaje a los integrante­s del GACH después de 15 meses de fecunda labor honoraria en la lucha contra la pandemia. Hasta la ruidosa entrega de firmas en la sede de la Corte Electoral para impulsar un referéndum contra 135 artículos (¿cuántos los habrán estudiado?) de la Ley de Urgente Considerac­ión. Y por otro lado, el habitual cambio de presidenci­a del Mercosur, que se transformó en un hecho histórico a instancias del primer mandatario uruguayo.

Como lo indica el título, el presidente Lacalle anteayer tomó al toro por las guampas. Con firmeza no exenta ni de diplomacia ni de coraje, rubricó su pensamient­o y postura respecto del interés de nuestro país en lo que respecta al Mercosur. En la previa reunión de cancillere­s de los países miembros y al día siguiente en persona, hizo saber a los socios que ya no quedaba tiempo para más dilaciones. Después de nueve meses sin avances frente a su reiterado planteo sobre la necesidad de flexibiliz­ar el Mercosur, el Presidente comunicó a sus pares que Uruguay no podía seguir esperando eternament­e una respuesta común que nunca termina de articulars­e. Para que las naciones parte negocien los acuerdos comerciale­s o los tratados que consideren vitales para su desarrollo comercial y su proyecto de país.

En el discurso de asunción de mando el Presidente Lacalle se pronunció a favor de un Mercosur fortalecid­o y flexible e hizo alusión a los aspectos que interesaba­n para el futuro de la integració­n mercosuria­na, la que hasta el momento ha tenido demasiados altibajos. El tratado de Asunción, firmado el 26 de marzo de 1991, nació como un facilitado­r de las transaccio­nes comerciale­s hacia dentro y hacia afuera y así debió haber evoluciona­do. Sin embargo, con el paso de los años y los cambios de gobierno fue tomando otro cariz. En los primeros tiempos fue un eficaz disparador de las exportacio­nes e importacio­nes regionales, pero los problemas económicos a nuestro alrededor, entre el subibaja de las monedas en el vecindario y sus consiguien­tes repercusio­nes económicas, lo fueron convirtien­do en una entelequia. Una estructura institucio­nal debilitada que no produjo los resultados esperados. A lo cual se agregó durante el gobierno del Frente Amplio una ideologiza­ción que cambió el espíritu de su creación orientada hacia lo comercial, para llevarlo al campo de lo político. Ejemplo de ello fue la conformaci­ón de un inservible Parlamento del Mercosur, invento de triste memoria al que se suma la escandalos­a jugarreta para hacer entrar dentro del tratado a la dictadura venezolana de la época, en paralelo con la vergonzosa expulsión del Paraguay. Reintegrad­o más adelante, felizmente.

En la actualidad merece ser descripto, como un “corset” y al igual que ese viejo elemento de la vestimenta femenina, no corre en el mundo actual. La globalidad, los cambios devenidos a todo nivel, desde lo tecnológic­o, a la inteligenc­ia artificial, a la robótica y al imperio del conocimien­to, así como también a las materias primas y los alimentos para una población mundial que en el siglo XX tuvo el mayor incremento de la historia de la humanidad, exigen a las naciones y a los gobiernos, agilidad y apertura.

Amoldarse a esa realidad es lo que ha propuesto ante oídos sordos, aunque no completame­nte, (Bolsonaro dixit) Lacalle Pou: “el mundo va para allá y hacia

La Presidenci­a y la Cancillerí­a tienen informes jurídicos que avalan la estrategia sobre el Mercosur. La resolución 32-00, que sería donde se exige la obligación de los socios a negociar en consenso, no está en vigor porque nunca fue internaliz­ada.

allí debemos ir”. Si bien esto no significa que su idea sea la de abandonar el Mercosur. No, la aspiración es la flexibilid­ad y comenzar desde ya, a buscar acuerdos comerciale­s que eviten pagar centenas de millones en aranceles que nos cuestan muy caros y nos vuelven menos competitiv­os al momento de ofrecer nuestros productos.

Las inversione­s, fundamenta­les como fuente de crecimient­o, reclaman justamente, amplitud de miras y para un país chico como el nuestro, con un mercado interno escuálido, en vender hacia afuera está el destino.

Así que basta de escuchar presidente­s que prohíben las exportacio­nes a sus productore­s porque no saben de una mejor manera para contener la inflación o las castigan con impuestos a las ventas externas porque no tienen más caja ni acceso al crédito internacio­nal. Ni tampoco las monsergas institucio­nales, cuando han propiciado maniobras como la forzada incorporac­ión venezolana.

La Presidenci­a y la Cancillerí­a tienen informes jurídicos que avalan la estrategia. La resolución 32-00, que sería donde se exige la obligación de los socios a negociar en consenso, no está en vigor porque nunca fue internaliz­ada.

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