Desfachatez: ¿recién se enteraron?
Unos 150 intelectuales y dirigentes políticos izquierdistas y progresistas —según ellos— condenaron la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua, en una carta publicada en el semanario Brecha. Afirmaron que Ortega “se ha transformado en un presidente autócrata y autoritario aliado, hasta hace poco, a las grandes fortunas…” y “…capaz de reprimir sin piedad a su pueblo”.
En el documento firmantes y adherentes hacen un pormenorizado análisis de lo vivido en Nicaragua y sostienen que Ortega y sus seguidores “fueron transitando un largo proceso de deterioro que registra episodios de corrupción, abandono de principios, enriquecimiento ilícito, maniobras y acomodos junto con la peor derecha destinados a amasar fortunas y a perpetuarse en el poder”.
Recuerdan allí el “enorme enriquecimiento (de Ortega) a partir de 1990…” y sus pactos electorales “con el empresario y dirigente derechista Arnoldo Alemán (…) para conquistar la presidencia y obtener la reelección, que ahora se transformó en indefinida”.
Entre los firmantes y adherentes a esa carta se destacan figuras tales como José Mujica, Christian Di Candia, Constanza Moreira, Daniel Martínez, Gerardo Caetano, Graciela Villar, Hugo Achugar, Álvaro García, María E. Topolansky, Lucía Topolansky, Lilian Celiberti, Juan Raúl Ferreira, Miguel Fernández Galeano y muchos más. Exigen “al gobierno de Nicaragua (en el cual incluyen expresamente como corresponsable a la excéntrica esposa de Ortega, Rosario Murillo) que cese la persecución y la represión, que libere a los presos políticos y respete el Estado de derecho”.
Nadie puede estar en desacuerdo con ello. Lo extraño es que recién ahora (a mediados del año 2021) hayan advertido el “deterioro” que vive Nicaragua y sus derechos humanos. No se conocen críticas, denuncias o declaraciones anteriores de los firmantes, o de su gran mayoría, condenando a Ortega. Y como ellos mismos dicen: cuánto mal hizo ese silencio y cuánto contribuyó “a la soberbia y la impunidad con las que el orteguismo protagoniza una nueva satrapía…”.
Hacen una especie de autocrítica y señalan que tras la represión y los hechos de abril del 2018 que dejaron más de 400 muertos en las calles, “una parte de quienes militamos por la democracia, los DDHH, el progresismo y/o la izquierda nos solidarizamos con las víctimas y exigimos al gobierno nicaragüense que cesara la represión”; otra prefirió dar por buena la ‘explicación’ orteguista que atribuía todo a una desestabilización golpista orquestada por Estados Unidos y se plantó en un cómodo ‘antimperialismo’; otro sector directamente no le prestó atención y actuó como si no pasara nada.
Lo curioso es que recién se hayan enterado. Aunque explican: “Todo esto fue pasando, para la mayoría de nosotros, que lo observamos desde la lejanía poco informada, bastante inadvertido”.
¿Es creíble. ¿Nunca antes vieron, oyeron o leyeron a lo largo de tantos años sobre las continuas denuncias de organizaciones de derechos humanos o la OEA sobre lo que sucedía en Nicaragua? Los firmantes son gente muy conocida y no tenemos dudas que también es gente muy informada (se supone). Y en la larga lista hay firmas que vienen de México, Estados Unidos, Canadá, Ecuador que están cerca de Nicaragua. Y también los hay de España, Chile, Argentina y decenas de uruguayos y ¿a todos se les pasó inadvertido? ¿Nunca se enteraron de los más de 400 muertos de 2018, muchos más que los 170 registrados en la Venezuela de Maduro en 2017?
La “inteligencia” frenteamplista recién acaba de enterarse que en Nicaragua hay una dictadura que encabeza Daniel Ortega y ha salido a denunciarla públicamente. ¿Es creíble o es una simple actitud oportunista?
En esta época de globalización de las comunicaciones, hablar de lejanías parece una broma. El propio documento condena y dice que “no es digno ni decente defenderlos (a quienes violan los DDHH) cuando, por ‘razones políticas’, nos conviene y callar cuando no”.
¿No será justamente por eso que se tardó tanto?
Y un gran detalle que lo hace aún menos creíble y le da ciertos tintes de oportunista. Cuando el documento habla de la violación y defensa de los Derechos Humanos, hace referencia a situaciones en “Colombia, en Palestina, en Myanmar, en el Mediterráneo o donde sea”.
Pero Cuba y Venezuela no aparecen. ¿Olvido, simpatía o gruesa omisión? ¿No saben los firmantes sobre lo que pasa en Venezuela? ¿Nunca oyeron de Nicolás Maduro, de la inexistencia de libertades y derechos, de los presos políticos, de elecciones fraguadas? ¿No han leído los informes de la OEA o de la Comisionada de la ONU para DDHH, la chilena, izquierdista y progresista expresidenta Michelle Bachelet?
Deberían ponerse al día porque si no los van a acusar de que denuncian o callan según les convenga o no por “razones políticas”, lo que no es digno ni decente y es propio de los farsantes.