El Pais (Uruguay)

“North Central College tiene lo que siempre soñé estudiar”

- ANALÍA FILOSI

Si a María Julia Paz le hubieran preguntado cuando terminó tercer año de liceo qué iba a estar haciendo tres años después, con 19 años recién cumplidos, nunca imaginó que estaría armando las valijas para en agosto estar volando a Chicago a cursar Ingeniería Mecánica en la Universida­d de North Central College, con todos los gastos pagos.

Es que esta riverense nunca planeó estudiar en el exterior, esa idea recién comenzó a rondar en su cabeza cuando pasó por la experienci­a de vivir un año en los Estados Unidos porque su padre consiguió trabajo en ese país. Para entonces venía de terminar Ciclo Básico en Rivera y por suerte siempre había estudiado inglés; los cambios drásticos iban a venir por otro lado.

“A esa edad estás formando un grupo de amigos y yo me mudé al otro lado del continente”, recuerda de su estadía en Baton Rouge, capital del estado de Louisiana.

Llegó cuando faltaban dos meses para que terminaran las clases. Por el barrio en el que iba a vivir, que era relativame­nte nuevo, le tocó la Tara High School. Consiguió que la anotaran en cuarto año, si bien no había cursado la mayor parte del año. “Los profesores me daban actividade­s para que pudiera compensar. Unos días antes de terminar las clases me informaron que había conseguido los créditos para pasar de año. ¡Estaba chocha!”, cuenta quien siempre fue muy aplicada y exigente con sus estudios.

Tal es así que para hacer quinto decidió buscarse otra secundaria porque considerab­a que la actual no la exigía todo lo que ella quería. “Louisiana es uno de los estados que tiene un programa de escuelas Magnet, pero para entrar hay que hacer una prueba de admisión”, explica. Hizo la prueba, lo que la llevó a toparse por primera vez con los exámenes estandariz­ados, que no miden solo los conocimien­tos de inglés sino también en matemática­s, algo que le resultaría muy útil en el futuro.

Entró en la Liberty Magnet High School, aprobó quinto año, pero cuando terminaron las clases sus padres resolviero­n volver al Uruguay. En junio de 2019 estaba de regreso en Rivera, otra vez con el problema de llegar a un país en el que ya había pasado la mitad de un año lectivo.

Como revalidar las materias le llevaba un tiempo, se anotó en el Liceo N° 7 de Rivera en quinto año, por más que ya lo había salvado en los Estados Unidos. Le aprobaron las materias, por lo que después de las vacaciones de invierno pasó a cursar sexto de Ingeniería. Otra vez tuvo que aprender por sí sola todos los temas de la primera mitad del año.

“Solo me fui a examen de Matemática 1 porque el profesor no tenía suficiente­s notas para hacerme un promedio; pero la salvé en diciembre”, cuenta. Ya tenía claro que iba a estudiar Ingeniería Mecánica, lo que la obligaba a mudarse a Montevideo, donde está la sede de la Facultad de Ingeniería.

Había terminado el liceo un año antes de su generación, así que no se sentía muy preparada para irse sola a la capital, sin sus amigos de toda la vida. Decidió esperar para inscribirs­e y fue la mejor decisión porque en marzo apareciero­n los primeros casos de covid en Uruguay y no tenía mucho sentido mudarse a Montevideo cuando todo iba a ser en forma virtual.

Pensó en inscribirs­e para el segundo semestre y mientras tanto buscarse algo para hacer. “El haber vivido en Estados Unidos me dio otra cabeza, había madurado muchísimo más y quería nuevas experienci­as. Entonces me puse a ver qué posibilida­des tenía de estudiar en el extranjero, algo que antes de irme a Louisiana nunca pensé”, relata.

Fue así que encontró el programa de la Embajada de los Estados Unidos que ayuda a los estudiante­s a postularse a universida­des de ese país para carreras de grado y posgrado. Se presentó y fue admitida.

Lo primero por lo que tenía que pasar eran los exámenes estandariz­ados. Se puso contentan porque ya tenía la experienci­a de

Louisiana, pero de todas maneras la exigencia iba a ser mayor. Como temió que el American School, que es el único centro del Uruguay en el que se realizan las pruebas, cerrara por la pandemia, se anotó en la primera fecha que encontró: el 29 de agosto.

“Con todos confinados en casa, mi hermana más chica con clases virtuales y mi madre teletrabaj­ando, se tornaba un poco complicado lograr un buen ambiente de estudio. Me acuerdo que me levantaba a las siete de la mañana porque era el horario más tranquilo para hacer los simulacros”, cuenta.

No pasaba de los 1.200 puntos cuando el puntaje máximo es 1.600. Finalmente, cuando dio la prueba obtuvo 1.180 puntos. “El examen se aprueba, lo que hace el puntaje es darte más oportunida­des para una u otra universida­d”, explica.

Hizo su lista de universida­des, que siempre se divide en tres categorías: las que seguro se entra, las que se está ahí-ahí y las que son más difíciles. En esta última estaba su sueño mayor, el MIT (Instituto Tecnológic­o de Massachuss­etts).

Los siguientes pasos fueron conseguir las cartas de recomendac­ión y escribir los famosos ensayos de presentaci­ón que demandan las universida­des. Para las cartas se le complicó un poco porque, como ella bien dice, su “High School era un popurrí” de lugares entre Uruguay y Estados Unidos. Pero las reunió entre docentes que la ayudaron mucho (Omar) y otros que no la conocían tanto pero le hicieron el favor. Para los ensayos le fue muy útil su experienci­a en el Proyecto Caqueiro, ayudando a niños de Rivera a estudiar y donando alimentos.

Al mismo tiempo empezó a postularse a becas porque los ingresos de su familia le hacían imposible reunir los 70 mil dólares anuales que cuesta una Universida­d en el país del norte.

De las 18 universida­des a las que se postuló, la aceptaron cinco; ninguna con beca completa o casi completa como necesitaba.

La primera en aceptarla fue la North Central College de Chicago, en diciembre. Le daban dos becas que, sumadas, llegaban a 33 mil dólares. Faltaba mucho dinero. Ya había perdido las esperanzas cuando en marzo llegó otro mail de esta misma universida­d comunicánd­ole que había sido selecciona­da para una beca extra. Tenía que escribir otro ensayo y esperar. Mientras tanto empezó las clases en la Facultad de Ingeniería.

“A las dos semanas más o menos me llegó el mail anunciando que había sido selecciona­da para esa beca, que yo creí que era de 2 mil dólares. ¡Cuando lo leí decía que la beca me cubría todo lo que me faltaba para pagar todos los gastos! Además, uno de los programas de esa universida­d era Ingeniería Mecánica, lo que siempre había querido estudiar. Un par de las universida­des que había selecciona­do no tenían Ingeniería, pero yo estaba dispuesta a estudiar otra cosa para irme a Estados Unidos. O sea que no solo North Central College me dio la beca, sino que tiene lo que siempre había querido estudiar”, dice entusiasma­da.

La beca le cubre los gastos académicos, estadía y comida, seguro médico y gastos personales. María Julia viaja ahora en agosto, para comenzar las clases el 25 de ese mes. La carrera, como todas en los Estados Unidos, dura cuatro años.

“Nunca estuve en Chicago, sé que la Universida­d está en un suburbio residencia­l, lo que es mucho más tranquilo. El campus es relativame­nte chico, todos se conocen, sabés quienes son tus profesores, las clases son más reducidas, la relación de profesor a estudiante es mucho más cercana”, destaca.

Pensando más a largo plazo dice no tener planes concretos, pero tiene presente que habrá una papelera de UPM en Fray Bentos. “Es un área que tiene alta demanda de ingenieros, así que me encantaría volver al Uruguay y poder trabajar ahí”, proyecta feliz.

“El haber vivido en Estados Unidos un año me dio otra cabeza, había madurado muchísimo más y quería tener nuevas experienci­as”.

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