El Pais (Uruguay)

Avances y pendientes Veinticinc­o años de desdolariz­ación

-

En este cumpleaños 25 de Economía & Mercado de El País habría muchas tendencias globales y locales para repasar, junto con evaluar sus perspectiv­as actuales. Pero habiendo nacido casi simultánea­mente con este suplemento y estado en el debate reciente, la desdolariz­ación y la reconstruc­ción de mercados en pesos merece atención por sus avances y tareas pendientes.

Si bien estrictame­nte este es un proceso concentrad­o en las últimas dos décadas, el hito de 1996 de la creación del nuevo sistema de seguridad social constituyó un impulso fundamenta­l.

Con la incorporac­ión del pilar de capitaliza­ción individual, emergieron ahorros con horizonte de inversión de largo plazo y la necesidad de canalizarl­os a alternativ­as en moneda nacional (reajustabl­es), que calzaran con los compromiso­s de pensiones y jubilacion­es.

Hasta esa época, la única unidad de cuenta reajustabl­e era la UR, indexada a los salarios, pero que salvo en operacione­s del Banco Hipotecari­o, no había logrado penetració­n, ni tenía buenas propiedade­s para la indexación financiera. Como resultado, la disponibil­idad de oferta y demanda de ahorro e inversión a largo plazo era escasa y estaba concentrad­a por emisor en el Estado y por moneda, en el dólar.

Fue así que, desde los propios inversores institucio­nales, emergió la propuesta de crear una unidad de cuenta indexada al IPC, a partir de un estudio que hicimos con el profesor de Finanzas chileno Eduardo Walker a fines de 1996. Luego vino un muy buen artículo académico en la misma dirección de Martín Larzábal y María Valdés de República AFAP en 2000. Paralelame­nte, Gerardo y José Antonio Licandro lideraron desde el Banco Central una agenda de investigac­ión dedicada a desdolariz­ar, que se tradujo en cambios regulatori­os, la idea de la Oficina de Deuda, la creación de la Unidad Indexada (UI) en 2002 y el inicio de las emisiones de títulos públicos en esa unidad de cuenta.

La introducci­ón de la UI fue un gran acierto al cubrir una necesidad insatisfec­ha, “completar mercados” y facilitar el desarrollo de instrument­os de ahorro y préstamo de largo plazo.

Primero, porque para los ahorristas, si bien el dólar sólo los protege esporádica­mente de la inflación implícita en el peso uruguayo, la UI los protege siempre. Pero además, también les permite capturar relativame­nte bien la mayor inflación en dólares que Uruguay y el mundo han enfrentado desde la caída de Bretton Woods (1973).

Segundo, a los agentes económicos se les abrieron posibilida­des de financiars­e a largo plazo en UI al calzar los compromiso­s financiero­s con sus ingresos en moneda nacional. Un ejemplo emblemátic­o fue la deuda pública, pero crecientem­ente también ha ocurrido en el sector privado, con el crédito hipotecari­o en las personas o los préstamos corporativ­os en la construcci­ón. Todo eso fomentado, por cierto, por la regulación desde el Banco Central, para seguir disminuyen­do fragilidad­es financiera­s que estuvieron detrás de las crisis económicas de 1982 y 2002, tanto en términos de descalce cambiario de las entidades financiera­s, como de sus deudores.

Con todo, pese a los avances y el mayor respaldo técnico-político, se escuchan recurrente­mente algunos planteos orientados a redolariza­r. Si eso fue una mala idea en los ’80 y los ’90, peor lo es ahora, cuando Uruguay ha recorrido un camino opuesto durante casi 25 años.

A la menor actividad económica que genera la dolarizaci­ón, por el escaso desarrollo del crédito a agentes económicos que quieren/pueden tenerlo solo en moneda nacional y los calces cambiarios ineficient­es que suele generar en las empresas, hay que sumarle los costos de mayor volatilida­d del crecimient­o, en parte por la menor capacidad para desarrolla­r una política monetaria contracícl­ica.

Dolarizar quita flexibilid­ad para facilitar el alza del tipo de cambio (real) en escenarios de fortalecim­iento global del dólar o crisis mundiales/regionales como cíclicamen­te suele ocurrir. Justamente, uno de los principale­s argumentos para desdolariz­ar es que vivimos en un mundo de paridades volátiles, lo que no pasaba hasta 1973. Cuando el dólar registra ciclos de fortalecim­iento global, como ocurrió hacia principios de los ’80, entre 1997 y 2002 o desde 2013 a 2020, el mundo enfrenta deflación en dólares y los precios de nuestras exportacio­nes se desploman, con un shock adverso amplificad­o por las devaluacio­nes en el vecindario y las salidas de capitales. En esos casos, los ajustes de precios relativos se facilitan con una moneda (propia) de calidad y una política monetaria contracícl­ica, que compense parte de los impactos.

Es en ese plano donde Uruguay tiene ahora una agenda pendiente para concretar.

Primero, en el frente fiscal, no porque haya dominancia, ni emisión monetaria del déficit, sino para despejar riesgos de insostenib­ilidad de la deuda y pérdida del grado inversor.

Segundo, en lo monetario, una mejor institucio­nalidad y gestión del Banco Central, orientada a consolidar un régimen verdadero y creíble de metas de inflación, con la convergenc­ia estructura­lmente a cerca de 3%.

Tercero, en la educación e indexación financiera, promoviend­o más las bondades de la UI para los ahorros, las inversione­s y el financiami­ento.

Con mayores avances en todos esos frentes, no solo la dolarizaci­ón seguirá cediendo y la pesificaci­ón creciendo, sino que Uruguay habrá ganado mayor autonomía y potencia monetaria para suavizar los ciclos de empleo y crecimient­o económico.

ALDO LEMA ECONOMISTA “Dolarizar quita flexibilid­ad para failitar el alza del t/c real ante un alza global del dólar, o crisis globales o regionales, como cíclicamen­te suele ocurrir

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay