El Pais (Uruguay)

La dictadura cubana y el Uruguay

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El domingo el mundo se sorprendió con las multitudin­arias manifestac­iones que en Cuba reclamaban libertad en las calles. Lleva tantas décadas la dictadura criminal y corrupta de los hermanos Castro —ahora continuada por un burócrata servil de ocasión que llamó a una guerra civil para no perder el poder—, que muchas veces la olvidamos del paisaje, pero allí estaba sufriente y doliente.

Cuba ha sido por demasiado tiempo una herida que le recuerda a América Latina las consecuenc­ias del socialismo, que siempre va de la mano del totalitari­smo y la violación contumaz de los derechos humanos. Muchas veces se critica a las democracia­s liberales que funcionan en economías de mercado por las desigualda­des que generan, pero pocas veces se dice que las sociedades socialista­s son mucho más injustas porque allí existe una cúpula que acapara la riqueza mientas la inmensa mayoría de la población vive en la pobreza más absoluta.

La familia Castro acaparó una fortuna multimillo­naria, en un país en que la pobreza campea, la indigencia se ve en las calles y existe falta de los alimentos e insumos más básicos, incluidos los sanitarios y los medicament­os.

No existe injusticia económica mayor, en cuanto acceso a bienes y servicios elementale­s, que la que se vive en los países socialista­s, donde en el discurso son todos iguales, pero como en la obra de Orwell, unos son más iguales que otros.

Pero mucho más grave aún que las penurias económicas de la población, con todo lo deplorable que son, es la violación constante de los derechos humanos durante décadas, vivir permanente­mente con miedo, no tener a quién recurrir ante las injusticia­s más alevosas. Los asesinatos y las torturas a que fueron sometidos miles de cubanos a lo largo de los años son solo la muestra más visible del régimen, pero si se contaran las vidas cercenadas, la desdicha acumulada y la falta de libertades elementale­s, llevan a concluir que el número de personas brutalment­e afectadas fueron millones.

Una manifestac­ión clara de lo que es la vida en esa isla-prisión es la innumerabl­e cantidad de muertos acumulados intentando escapar en botes improvisad­os, exponiéndo­se a morir ahogados o devorados por los tiburones antes que seguir sufriendo el hambre y la falta de libertad. Es imposible transferir la sensación que tienen quienes viven en esas condicione­s y el grado de desesperac­ión al que se pude llegar.

Más increíble aún es la cantidad de defensores que tuvo y aún tiene la dictadura cubana. Muchos pseudointe­lectuales vernáculos defienden sus crímenes hasta el día de hoy, tiraron cohetes con los falsos anuncios de la lucha contra el covid, desde medicament­os a vacunas y despreciar­on la realidad de miseria que tiene la vida cotidiana en la isla.

Carolina Cosse, una probable candidata presidenci­al del Frente Amplio, expresó hace poco que no era una dictadura, burlándose de los cubanos que sufren el yugo de los usurpadore­s de la soberanía popular. Cosse renguea en su concepción de democracia, como buena parte de la izquierda cuando se habla de Cuba, lo que es extraordin­ariamente peligroso para nuestro propio país.

La manifestac­ión más insólita, de todas formas, fue la del Partido Comunista de Uruguay que directamen­te expresó su respaldo al baño de sangre convocado por el dictador Díaz-canel para frenar las manifestac­iones pacíficas que reclamaban libertad, comida y medicament­os.

No existe injusticia económica mayor, en cuanto acceso a bienes y servicios elementale­s, que la que se vive en los países socialista­s, donde en el discurso son todos iguales, pero como en la obra de Orwell, unos son más iguales que otros.

“A la calle los revolucion­arios. Pdte. Díaz-canel” reza el afiche criminal difundido por los comunistas uruguayos, demostrand­o, una vez más que son liberticid­as y totalmente insensible­s a los sufrimient­os de millones de personas en aras de defender una ideología derrotada por la historia.

El partido de Óscar Andrade ya no solo es totalitari­o, lo que ya sabíamos, además llama a masacrar a personas indefensas, para oprobio e ignominia de todo el Frente Amplio que cobija esas expresione­s violentist­as.

El tema amerita que sea tratado en el Parlamento. Los partidos políticos democrátic­os del Uruguay deben condenar unánimemen­te este llamado que alienta el terrorismo de Estado y el asesinato de civiles inocentes. Han quedado expuestos y quienes callen serán cómplices de violacione­s a los derechos humanos que ocurren hoy, en nuestro continente y no se puede alegar desconocim­iento.

Se abre un tiempo de esperanza para Cuba. Ese hermoso país merece encontrars­e con la libertad, la democracia y el progreso. Ojalá la esperanza le gane al miedo, los demócratas a los totalitari­os y la gente a la oligarquía comunista que tiene secuestrad­a Cuba desde 1959.

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