El Pais (Uruguay)

Los evitables

- elpepepreg­unton@gmail.com

Es verdad. Hay muertes “evitables”. ¿Cuántas muertes podríamos evitar anualmente en el tránsito si, por ejemplo, la velocidad máxima de circulació­n en ciudad fuera de 45 km/hora, y en rutas de 80 km/hora? Casi todas.

¿Cuántas personas menos morirían cada año por enfermedad­es no transmisib­les si prohibiéra­mos la venta de cigarrillo­s, alcohol, snacks, sal y alimentos con grasas trans? Muchísimas.

¿Cuántas muertes por accidentes cardiovasc­ulares evitaríamo­s cada día si obligáramo­s a los uruguayos a comer sano, a hacer ejercicio al menos tres veces por semana y a realizarse chequeos médicos anuales?

¿Y las muertes evitables de los que, por no ir al médico a tiempo, mueren por un cáncer que detectado en etapas tempranas pudo haber sido atacado a tiempo?

Son muchas las muertes “evitables”. ¿Y por qué entonces no se evitan? ¿Por qué no obligar a las personas a hacer aquello que, sabemos, podría salvarles la vida?

Porque vivimos en libertad. El Estado fija pautas. Pone límites. Establece normas. Hace recomendac­iones. Pero los ciudadanos toman cada día sus propias decisiones. Disponen de informació­n para saber qué está bien y qué está mal. Qué puede ponerles en riesgo y cómo cuidar su salud. Pero son libres y toman sus propias decisiones. Y está bien que así sea. ¿O preferiría­mos vivir en un régimen donde el Estado controlara cada paso de nuestras vidas?

A la vista está que no. La enorme mayoría de los uruguayos aprueba la forma en que el gobierno ha manejado la pandemia. ¿Murieron uruguayos? Claro que sí. Y cada muerte duele. ¿Es posible que bajando la movilidad hubiera muerto menos gente? Sí. Pero no es seguro. ¿Acaso no van casi 100 mil muertos en Argentina, que tuvo a todos sus ciudadanos confinados durante siete meses y donde la gente solo podía salir de su casa algunos días de la semana siempre y cuando no se alejara más de cinco cuadras de su domicilio?

¿Qué pretendían que se hiciera los que hoy hablan de “muertes evitables”? ¿Que no se dejara salir a nadie de su casa hasta que no se alcanzara la inmunidad de rebaño? ¿Que se cerraran todos los comercios y empresas, y la gente viviera con una renta básica de un salario mínimo durante más de un año? ¿Cuántos uruguayos habrían muerto de hambre? ¿Cuántos se hubieran quitado la vida por la depresión y la soledad?

¿Cuántas muertes podrían haberse evitado si el gobierno del expresiden­te Vázquez hubiera dejado al país preparado para la pandemia que se avecinaba? ¿Cuántos uruguayos menos habrían muerto o incluso enfermado si la administra­ción frenteampl­ista hubiera hecho caso al tempranero aviso de Interpol a quien nadie prestó atención?

Esa inacción o desidia de quienes a finales de febrero de 2020 decían que la pandemia no llegaría a Uruguay y que les preocupaba más el dengue o el sarampión que el COVID-19, ¿no les indigna? Para nada. Tienen indignació­n selectiva.

Hoy la inundación está cediendo. Cuando el río subió apareciero­n, como siempre sucede, las alimañas. Es triste comprobar que hay gente ciertament­e “evitable” que, en estos casos, es hincha del agua. Y no pueden disimularl­o.

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