Cuba es la prueba del nueve
El primero de marzo de 2019, exactamente un año antes de que asumiera la coalición republicana, el expresidente Julio María Sanguinetti brindaba una conferencia de prensa para anunciar su candidatura a la interna del Partido Colorado. En esa oportunidad emitió una opinión que hoy debe ser valorada en su pertinencia profética: "El balotaje no va a ser de partidos. Va a ser, de un lado los que creen que Venezuela es una democracia y del otro lado los que creemos que es una dictadura".
¡Y vaya si fue así!
La aguda observación del veterano dirigente colorado se recarga hoy de significación, cuando asistimos a posicionamientos sorprendentes sobre el reclamo popular de libertad en Cuba.
Porque una cosa es tergiversar algunos artículos de la Ley de Urgente Consideración, haciéndoles decir lo que no dicen, para intentar cristalizar el prejuicio de que es "conservadora" o "neoliberal". Con esos pequeños artilugios se puede llegar a embaucar a la gente menos informada o que antepone sus prejuicios al análisis racional. Pero otra cosa muy distinta es enfrentarse al testimonio penoso de quienes intentan justificar a cualquier precio la brutalidad de una dictadura liberticida, expuesta en estos días en toda su crudeza.
Con esto queremos decir que la ideología colectivista se puede disfrazar detrás de valores que los demócratas compartimos con entusiasmo, como la justicia social, el amparo a los más débiles y la acción del Estado en la promoción sostenida de la igualdad de oportunidades. Pero cuando sus impulsores quedan embretados en la triste obligación de justificar regímenes compinches como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua, ahí la careta se les cae sola.
Porque las gárgaras que hacen en favor de la protesta ciudadana cuando esta se produce en naciones democráticas, donde refulgen las libertades civiles y el pluripartidismo (ejemplos recientes, Chile y Colombia), se les atragantan cuando al mismo tiempo aplauden la represión de sus admirados dictadores castristas y chavistas. Y para muestra basta recordar el inefable aporte del expresidente José Mujica, cuando recomendó a los civiles venezolanos "no ponerse delante de las tanquetas".
En estos días fuimos testigos de nuevos testimonios increíbles y patéticos, de dirigentes frenteamplistas de primera línea y sindicales del Pit-cnt. Incluso no faltaron los comentarios edulcorados de algunos periodistas y comentaristas radiales.
Veamos algunos de sus argumentos. Ninguno se atrevió a suscribir la barbaridad del heredero de los Castro, Miguel Díaz-canel, cuando convocó abiertamente a una guerra civil, incitando a los "revolucionarios" a entrar "en combate" contra manifestantes cuyo único pecado fue salir a la calle clamando por libertad.
Pero cada vez que se les pide que se pronuncien en favor de los reclamos del pueblo cubano, repiten siempre los mismos argumentos, que parecen provenir de un manual básico de defensa de lo indefendible. Sacan a relucir el famoso bloqueo, que en realidad es un embargo comercial impuesto en respuesta al saqueo a empresas norteamericanas por parte del castrismo (ni siquiera fue una confiscación, porque las robaron de una) y que, bueno es admitirlo, ha tenido el pésimo resultado de dar una excusa al régimen para perpetuar su política liberticida y hambreadora. Pero asignar tamaña responsabilidad a una medida de
La ideología colectivista se puede disfrazar detrás de valores que los demócratas compartimos con entusiasmo, como la justicia social, el amparo a los más débiles y la acción del Estado en la promoción sostenida de la igualdad de oportunidades.
un país, existiendo una potencia comercial como China que comparte con Cuba la misma simbología marxista, es una exageración que ya no puede creer nadie.
Otra espada de cartón que blanden ahora es la de "respetar la autodeterminación de los pueblos". Si hay sectores que protestan en países democráticos, que de verdad autodeterminan sus destinos, ahí no dudan en sembrar cizaña. Pero cuando los cubanos se alzan contra una dictadura que los oprime, extraen de la galera ese pobre argumento, que más parece un insulto: ¡ojalá en la isla hubiera un gobierno autodeterminado por los ciudadanos!
Ayer de mañana escuchamos a un par de comunicadores radiales diciendo otra preocupante barbaridad: que los manifestantes no reclaman contra la dictadura, sino solo por sus necesidades básicas insatisfechas. Hay gente que parece no haberse enterado por estos lares de lo que significa la palabra libertad...
Así se acumula la hojarasca retórica de los trasnochados sesentistas vernáculos. Su vergonzante defensa del castrismo es la prueba del nueve para aquilatar su escaso o nulo apego al sistema democrático.
LEONARDO GUZMÁN