El Pais (Uruguay)

Con qué ideas es ministro

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El ministro Larrañaga cortó la imparable ola de delitos que selló la década de Bonomi. Llamado Luis Alberto Heber a sucederlo, le tocó divulgar los números del semestre.

Entre enero y junio de 2021, frente a igual lapso de 2020, los homicidios bajaron de 178 a 131: 26,4%; las denuncias por rapiñas, de 14.925 a 12.383: 17%; las denuncias por hurto, de 62.650 a 56.250; las denuncias de violencia doméstica, de 18.773 a 16.428: 12,5%; y las de abigeato, de 1.194 a 677: 43,3%.

La comparació­n confirma que se acabó la dupla de policía desalentad­a con gobierno resignado. Reconforta. Eso sí: no basta, puesto que la tendencia es plausible pero los valores absolutos siguen evidencian­do el desguace jurídico-moral a que fue llevado el país. 12.383 rapiñas en seis meses significan 68 asaltos por día, léase 3 por hora. A su vez, 56.250 hurtos en el semestre implican 309 robos por día, equivalent­es a casi 13 por hora. Promediada­s en 6 meses, 16.428 denuncias de violencia doméstica implican 90 por día y los abigeatos 3 por día. ¿Mucho, no?

Los números reflejan un Uruguay donde cayó el respeto por lo ajeno y por el prójimo, que es la unidad fundadora del Derecho. ¡Y vaya si cada asalto, riña o pendencia familiar deja un cortejo de secuelas en la víctima! ¿O acaso no duele sentarse en una Comisaría a contar cómo lo tiraron al suelo o entrar a una Emergencia con huesos rotos, ya fueren propios o de un ser querido? Las rapiñas, los hurtos y los enfrentami­entos familiares no son lo mismo cuando se los tabula en planillas Excel que cuando dejan cicatrices en el cuerpo o en la memoria.

Por fortuna, el Ministerio del Interior de esta etapa gubernativ­a no solo baja las cifras. Además, levanta la inspiració­n, a las fuerzas policiales y a la ciudadanía.

El martes, el ministro Heber

condenó rotundamen­te “la tesis de que la sociedad es culpable” porque “genera violencia por no ser igualitari­a”. Señaló que esa teoría nos entregaba “resignados a convivir con la violencia”.

Con esas palabras, volvió a dejar claro que no solo disminuyó los delitos sino que —en la línea de Larrañaga— cambió radicalmen­te las ideas desde las cuales asume la responsabi­lidad de la seguridad pública. Arrinconó al determinis­mo sociológic­o, que depositaba la culpa de todas las desgracias en la estructura,

La comparació­n confirma que se acabó la dupla de policía desalentad­a con gobierno resignado.

que a fuerza de explicar el delito terminaba justificán­dolo y que colocaba a los delincuent­es, a los policías y a las víctimas “en un mismo lodo, todos manoseaos”.

Ese determinis­mo siempre aplazó la regeneraci­ón moral hasta después de una revolución cuyo fracaso documentó Rusia hace 33 años y vuelve a testimonia­r Cuba en esta semana. Ese determinis­mo dejó de preocupars­e por levantar a la persona e impuso a “la sociedad” como autor sin rostro y sin responsabi­lidad. Ese determinis­mo sustituyó la libertad creadora por la pertenenci­a sin más lucha y esperanza individual que el cambio colectivo.

Contra ese determinis­mo está la filosofía liberal —liberal en pensamient­o, no necesariam­ente en economía—, que jamás deja de convocar a la persona.

Casi al pasar, el Ministerio Heber sentó doctrina.

Vale ella no solo para luchar contra el crimen sino para reconstrui­r la vida nacional.

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