El Pais (Uruguay)

Avances contra el cáncer infantil

El argentino Guillermo Chantada destacó varios logros en su primer año como Director Científico Académico de la Pérez Scremini

- ANALÍA FILOSI

Un día hablando con Ney (Castillo) le comenté que había cosas que me gustaría hacer en Argentina, pero que no tenía espacio. ‘Bueno, venite para acá’, me dijo y yo pensé que era un chiste. A los dos días estábamos almorzando en Puerto Madero viendo cómo lo podíamos concretar”. Así recuerda el hematoónco­logo pediátrico argentino Guillermo Chantada su incorporac­ión a la Fundación Pérez Scremini que atiende a niños y adolescent­es con cáncer en el Uruguay.

Luego de 30 años de trabajo en el Hospital Garrahan de Argentina, un hospital pediátrico muy grande del país vecino, el profesiona­l aceptó el cargo de Director Científico Académico de la Fundación que dirige el doctor Ney Castillo, con quien lo unen años de relación laboral.

Ambos son fundadores del Grupo de América Latina de Oncología Pediátrica (GALOP), que tiene sede en Montevideo, entre muchos otros trabajos que han hecho en conjunto.

Si bien Chantada reside en Buenos Aires, tiene casa y auto en Uruguay porque sus padres vivieron muchos años en nuestro país. Este fue uno de los tantos aspectos que contribuye­ron a que este cambio en su carrera, si bien fue grande, lo viviera como “un paso muy poco traumático, natural”.

En diálogo con el diario El País, el especialis­ta destacó que “el trabajo que se está haciendo en la Fundación Pérez Scremini es un ejemplo en Latinoamér­ica. Además, me brindaron la posibilida­d de poder desarrolla­r lo que yo hago; para mí es una enorme oportunida­d y un orgullo poder hacerlo”.

Chantada se iba a incorporar a la Pérez Scremini en marzo de 2020. La idea era ir y venir entre Uruguay y Argentina, pero la llegada de la pandemia de la COVID-19 a Uruguay lo agarró en Buenos Aires y nunca pudo asumir el cargo en forma presencial. Desde junio del año pasado lo está ejerciendo en forma virtual, esperando el momento para poder cruzar el charco. —¿Cuál es su tarea como Director Científico Académico?

—Mi trabajo fundamenta­lmente es coordinar y favorecer desarrollo­s de investigac­ión y de educación médica dentro de la Fundación Pérez Scremini. —Qué caracterís­ticas tuvo este trabajo en modo virtual?

—Hubo muchas cosas que hicimos a pesar de la virtualida­d. Aunque en realidad yo no diría a pesar de la virtualida­d, sino gracias a la virtualida­d porque la modalidad virtual para muchas acciones de educación y de investigac­ión es una herramient­a indispensa­ble. El hecho de que se haya intensific­ado su uso para mí fue una oportunida­d para la Fundación. Nuestra especialid­ad, comparada con la oncología de adultos, es una especialid­ad pequeña, tiene bajo número de casos. Entonces los oncólogos pediatras estamos forzados a colaborar porque nosotros solos, con la informació­n que sacamos, no nos alcanza. Por eso tendemos a asociarnos con grupos afines para potenciar el conocimien­to que podemos conseguir.

—¿Qué pudo lograr en este primer año de trabajo? —Siempre digo que la frase que más simplifica lo que yo hago es “hacer puentes entre gente, institucio­nes y países”. Y eso fue lo que hicimos este primer año. Empezamos con un programa muy ambicioso que es digitaliza­r toda la informació­n de los pacientes de la Fundación. Pasamos del modelo de la historia clínica convencion­al a digitaliza­r por completo toda la informació­n que tenemos de nuestros pacientes. Son 6 mil pacientes de los que tenemos una base de datos gigantesca. Hicimos un convenio con una organizaci­ón que está en Estados Unidos y somos los primeros en el mundo que estamos realizando esta digitaliza­ción completa de un servicio que, por suerte, en Uruguay abarca a todo el país porque tenemos todo en un solo centro. En Argentina, por ejemplo, hay 25 centros de oncología pediátrica. Es un trabajo que está en marcha todavía, no está concluido. Sí concluimos toda la primera etapa, que fue migrar todo el registro de cáncer que está en la Fundación e integrarlo con la historia clínica de los pacientes. Es un paso enorme hacia la calidad. Si queremos ver cuántos trasplante­s se hicieron, lo sabemos con un clic; cuál fue el resultado, lo sabemos con un segundo clic. —También se establecie­ron vínculos con centros del primer mundo.

—Hicimos una alianza con el Hospital St. Jude, de los Estados Unidos. Fuimos el segundo centro de América Latina que se unió a la Alianza Global del St. Jude, que es un programa para la educación, la mejora de la calidad de los resultados y demás. Tenemos un montón de proyectos de investigac­ión que estamos realizando en forma conjunta en esta alianza. Nuestros médicos se están entrenando, están viendo cosas nuevas. Este año que pasó por primera vez la Organizaci­ón Mundial de la Salud

lanzó un programa de cáncer infantil y lo hizo en asociación con el Hospital St. Jude. —Además incorporar­on algo que está muy de moda actualment­e como lo es la medicina personaliz­ada o de precisión. —Sí, en la Fundación tenemos una unidad de medicina de precisión donde estamos haciendo un programa de secuenciac­ión muy ambicioso; hay pocos centros en Latinoamér­ica que lo tienen. La adquisició­n de los equipos ya estaba, pero tuvimos que capacitar a la gente. Entonces nos asociamos con otros grupos, porque es un trabajo muy colaborati­vo, muy global. Se está trabajando a nivel internacio­nal, de cualquier centro de los Estados Unidos o de Europa. —¿En qué se ha avanzado en materia de tratamient­os del cáncer infantil?

—Hay algo que está en fase de proyecto, ahí sí por culpa de la pandemia porque la compañía que vende los equipamien­tos todavía no pudo venir a instalarlo­s. Se trata de un nuevo trata

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