El Pais (Uruguay)

Fundamento­s internacio­nales

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Apesar de los vaivenes de la escena mundial, de los efervescen­tes protagonis­mos de las nuevas potencias y de las dificultad­es que sufren hoy los acuerdos multilater­ales, Uruguay se mantiene bajo el sino de sus viejos fundamento­s internacio­nales de siempre.

En primer lugar, somos el país puerta de entrada marítima al corazón del continente: el sur del Brasil, Paraguay, Bolivia, y todo el litoral más productivo de Argentina. Por causas geográfica­s naturales, Montevideo siempre será un mejor puerto que su histórico rival bonaerense. Por causas económicas, el tráfico naviero sigue siendo mucho más barato para las exportacio­nes mundiales de las ricas materias primas de toda nuestra región, que cualquier otro medio de transporte.

En segundo lugar, nuestros intereses nacionales no son siempre coincident­es con los de Argentina ni con los de Brasil. Cualquiera que se interese un poco en la historia internacio­nal de la región sabe que esto es así desde el amanecer de nuestras Patrias, como bien lo deja en claro el excelente libro “La vieja trenza: la alianza porteño-lusitana en la Cuenca del Plata (1800-1875)” del excancille­r y actual secretario de Aladi, Sergio Abreu, que debiera ser referencia unánime para estudiar bien todos estos asuntos. No hay que confundir hermandad rioplatens­e con entrega de soberanía nacional; y no hay que creer tampoco que los intereses del imperio brasileño velarán por los nuestros.

En tercer lugar, si nuestro afianzamie­nto como Estado-nación se hizo a pesar de los vecinos, y no gracias a ellos, debe de tenerse bien presente que la vocación del Uruguay es internacio­nal y mundial. Somos sí, un pequeño país a escala de Sudamérica. Pero décadas de excelente diplomacia nos han situado en lugares relevantes del concierto internacio­nal, con un poder de influencia (“soft power”, como se dice en inglés) en la región y en el mundo hispanopar­lante que es mucho más importante que lo que nuestra demografía o nuestra riqueza absoluta podrían dejar pensar.

Esa vocación internacio­nalista y nuestro papel geopolític­o clave nos deben llevar naturalmen­te a un diálogo directo con las grandes potencias mundiales. En el siglo XIX, fueron España, Francia, Reino Unido o Estados Unidos. Hoy, a todas ellas, se suma China, con su voluntad de expansión y su enorme peso comercial y de inversione­s en infraestru­ctura en distintas regiones del mundo.

Si todo esto es evidente para cualquiera que conozca bien la historia de nuestra política exterior y los clivajes de la escena internacio­nal actual, importa asumir dos consecuenc­ias concretas que esa realidad impone, más allá de voluntaris­mos de corto plazo o de ensoñacion­es ideologiza­das.

Primero, a nivel del Mercosur, esa unión regional nos es favorable siempre que respete la idea original que la fundó hace ya 30 años: promover mayores vínculos económicos y comerciale­s, a la vez que respetar la soberanía de cada país que lo integra. Esto quiere decir, en concreto, que Mercosur no puede ser “un lastre”, como bien expresó el presidente Lacalle Pou, en el desarrollo de nuestra economía y bienestar, cuando precisamos de mayores vínculos con potencias extra-regionales.

Segundo, nuestros fundamento­s internacio­nales nos llevan naturalmen­te a profundiza­r vínculos directos con las grandes potencias. Serán estratégic­as, en la lógica de defensa del Atlántico sur, con

Geografía e historia son las dos grandes columnas que sostienen buena política exterior. El gobierno muestra conocer muy bien los fundamento­s internacio­nales de la Patria. Es una buena noticia para avanzar en el camino del desarrollo y el bienestar nacional.

Estados Unidos, por ejemplo; serán regionales y de complement­ación económica, con el Reino Unido pensando en una mayor interdepen­dencia por Malvinas, segurament­e; y serán comerciale­s y de inversión en infraestru­ctura, para fortalecer una corriente económica con China que favorezca nuestro crecimient­o y desarrollo, sin duda alguna.

Todo lo que el gobierno haga respetando estos fundamento­s internacio­nales forma parte de su obligación en defensa de nuestros intereses nacionales: desde promover inversione­s formidable­s en el puerto de Montevideo para captar más comercio de la región, hasta entablar diálogo directo con el presidente de China por cooperació­n sanitaria, pasando por acuerdos de cooperació­n militar naval con Estados Unidos, o por terminar con la pereza del Mercosur para abrir el juego a concretar acuerdos bilaterale­s con terceros países que faciliten la colocación de nuestras exportacio­nes.

Geografía e historia son las dos grandes columnas que sostienen una buena política exterior. El gobierno muestra conocer muy bien los fundamento­s internacio­nales de la Patria. Se trata de una buena noticia para avanzar en el camino del desarrollo y el bienestar nacional.

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