El Pais (Uruguay)

El bien común global en peligro

- CLAUDIO FANTINI

Calles convertida­s en ríos caudalosos y salvajes, como los que surcan las selvas tropicales; casas arrasadas por el agua, gente en los techos y autos amontonado­s como si fueran de juguete. Lo que es común ver en rincones surasiátic­os donde suelen embravecer los monzones, o en países del Caribe a merced de los huracanes, ahora se vio en Alemania y Bélgica. La estadístic­a de muertos también parece de otras latitudes, sin embargo vienen de lugares donde el clima puede ser riguroso, pero nunca tiene arrebatos de furia.

Pocos días antes, Canadá padeció temperatur­as saharianas. Con los termómetro­s superando los 50°, hubo más de centenar y medio de muertos en Vancouver y otras ciudades de la Columbia Británica. Esos inéditos calores sofocantes también causaron muertes en estados norocciden­tales norteameri­canos, como Washington y Oregón, mientras los bosques de la costa Oeste volvían a arder desde las fronteras con Canadá hasta California.

Los meteorólog­os hablan de una “cúpula de calor” y la explican como una burbuja de aire tórrido que se estaciona en un punto geográfico.

En la cintura del mapa norteameri­cano están las llanuras agrícolas donde se encuentra el corredor de los tornados.

Siempre existieron porque los factores que los producen han existido siempre. Pero el incremento en cantidad y en intensidad no tiene precedente­s. Si los tuviera, no habría tantas casas construida­s con madera que vuelan como castillos de naipes con los tornados actuales. Si la destrucció­n en el corredor de los tornados bate récords históricos, es porque ese tipo de tempestade­s están alcanzando magnitudes inéditas.

Del mismo modo, si tantas casas en Renania Palatinado y en Renania del Nortewestf­alia no estaban construida­s con materiales resistente­s a las aguas en semejantes cantidades, ni estaban ubicadas en lugares adecuados para no ser arrasadas por desborde de ríos pequeños cuyos causes no pueden canalizar grandes cantidades, es porque la cantidad de lluvia no tiene antecedent­es.

Nadie puede afirmar con certeza absoluta que el fenómeno que dejó centenares de muertos en el centro europeo sea causado por el cambio climático, pero nadie puede negar que el calentamie­nto global hace más frecuentes estos fenómenos atmosféric­os extremos.

Segurament­e, las pandemias también van a ser cada vez más frecuentes debido al cambio climático y las transforma­ciones que opera sobre la biósfera. Si algo están mostrando con claridad el COVID-19 y las tormentas extremas, es que el orden mundial no sirve para afrontarlo­s. A pocos meses de detectado el primer foco en Wuhan, estaba claro que, en un mundo globalizad­o, la única forma de conjurar el avance del virus era logrando dos proezas: la proeza científica de producir vacunas en tiempo récord, y la proeza política de organizar velozmente una vacunación global y simultánea.

La proeza científica se logró, pero la política fracasó. Las inercias del orden mundial impidieron los acuerdos entre potencias, laboratori­os, industria farmacéuti­ca y organismos internacio­nales. Los principale­s liderazgos ni siquiera buscaron esos acuerdos.

Al cambio climático también debe enfrentarl­o la totalidad de los países de manera simultánea. Por primera vez en la historia hay un bien común global que defender: el hábitat que permite la vida humana. La única forma de salvar el bien común global es la que no se está implementa­ndo.

Una representa­ción performáti­ca en Berlín mostró personas en un cadalso, paradas sobre bloques de hielo y con sogas al cuello. La horca cumplirá su función cuando los hielos se derritan.

Si algo están mostrando con claridad el COVID-19 y las tormentas extremas, es que el orden mundial no sirve para afrontarlo­s.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay