Perú: un gobierno que empezó sin gobierno
La referencia a los imperios precolombinos y a la colonización española que hizo Pedro Castillo en el acto de asunción, mostraba el panorama histórico que se ve a través de la lente que aportó Mariátegui. El lúcido intelectual marxista explicó en su obra publicada en 1928, como Perú pasó de la organización económica incaica, que tenía rasgos de lo que siglos más tarde se llamaría socialismo, a un orden feudal con una estratificación en castas raciales que llegaron hasta el siglo XX.
En algunos tramos de su primer discurso presidencial, por momentos parecía estar leyendo páginas de “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”. Esa reminiscencia del pensamiento de José Carlos Mariátegui señala uno de los rostros del dios Jano que llegó al gobierno en Perú. El otro rostro de la efigie de la divinidad romana, que mira en dirección exactamente opuesta, predominó en el resto del discurso, donde describió aspiraciones encuadradas en un reformismo moderado.
Pero el dato más revelador de la jornada inaugural de su gestión, es que Castillo la inició sin tener gabinete de ministros. Lo lógico y lo normal, es que un presidente inicie su mandato con el gobierno conformado. De hecho, Castillo es presidente pero recién podrá gobernar cuando esté conformado el Gabinete, porque todos los actos del jefe de Estado se realizan a través de sus ministros.
¿Y de qué es revelador ese hecho tan inusual? Del aspecto de dios Jano que tiene el poder de Castillo. Ocurre que ese maestro rural de Cajamarca llegó a la presidencia por el aporte que le hicieron dos hombres que son sus respectivas contracaras. Sin la candidatura que le ofreció Vladimir Cerrón, fundador y líder del partido marxista-leninista Perú Libre, Castillo no habría podido competir por la presidencia. Y si el economista socialdemócrata Pedro Francke no se hubiera sumado a la campaña para la segunda vuelta, asumiendo un rol protagónico, Castillo no habría obtenido ese ínfimo puñado de votos que le permitió ganar el balotaje.
Desde un primer momento ocupó el centro del escenario y puso a Castillo a repetir como disco rayado que “no somos comunistas, no somos chavistas, no habrá expropiaciones, no habrá control de cambio…”. Sin ese giro abrupto a lo planteado en la campaña por la primera vuelta que Francke imprimió para el balotaje, los votos centristas que definieron la elección no se habrían volcado a favor de Castillo.
El economista socialdemócrata que posibilitó a Castillo ganar la segunda vuelta es la contracara política y económica de Cerrón, el líder marxista que le dio la candidatura partidaria sin la cual el maestro de Cajamarca no habría podido inscribirse en la competencia presidencial.
En el oficialismo dicen que debió empezar sin gabinete porque las denuncias de Keiko Fujimori demoraron exageradamente la proclamación. Pero esa no es la explicación, porque mientras esperaba la oficialización de la victoria, que tarde o temprano llegaría porque las denuncias fujimoristas carecían de sustento, Castillo bien podía armar su gobierno. Si no pudo hacerlo es porque no lograron ponerse de acuerdo los dos polos opuestos del flamante oficialismo.
El ala izquierda y el ala centrista están combatiendo entre ellas. Como las dos plantean avanzar en direcciones que son opuestas, no logran coordinarse para levantar vuelo con rumbo determinado.
El futuro próximo dirá si a la dirección la fijará Francke o si, por el contrario, será Cerrón quien la imponga. De momento, la puja entre las caras contrapuestas de la efigie de Jano hizo que Castillo iniciara su gobierno sin haber podido armar, precisamente, un gobierno.