El Pais (Uruguay)

Más mujeres, ancianos y jóvenes adictos al juego

Cambia el perfil y crecen las recaídas a pesar de las políticas de prevención

- MARIÁNGEL SOLOMITA

PTras la reapertura de los casinos y las salas de juegos, los establecim­ientos volvieron a llenarse. Psicólogos que trabajan con ludópatas y desde las agrupacion­es de Jugadores Anónimos alertan que están viendo un auge en las recaídas. Las transforma­ciones que han tenido los juegos de azar y el incremento constante de la oferta ilegal han provocado un crecimient­o lineal de la ludopatía, que actualment­e ronda los 35 mil diagnostic­ados.

Esta cifra se amplía a 80 mil si sumamos a las personas que tienen una relación problemáti­ca con el juego. Además de agrandarse la cantidad de afectados se detecta una ampliación en el perfil del ludópata. Más mujeres, más ancianos y más jóvenes desarrolla­n la adicción al juego. A pesar de que La Banca, la Dirección Nacional de Loterías y Quinielas y la Dirección General de Casinos vienen desarrolla­ndo políticas para prevenir y tratar el juego patológico, este esfuerzo colisiona con la puja de intereses que hoy se concentra en ampliar el catálogo de juegos online habilitado­s.

De La Raspadita a las tragamoned­as. Después de la reapertura de los casinos, las salas volvieron a llenarse y los expertos en ludopatía alertan por auge de recaídas. Preocupa que la puja por ampliar el catálogo de juegos online incremente más una enfermedad que ya afecta a 35 mil y suma a más mujeres, ancianos y jóvenes.

Después de tres días de lluvia, el sol alumbra el trajín de la avenida 18 de Julio. El brillo del mediodía atraviesa plácidamen­te los ventanales de los comercios hasta rebotar en los vidrios oscurecido­s del casino que ocupa la esquina con Yaguarón, un codo de la ciudad en el que algunos pasan el rato y en el que otros lo pierden todo. La entrada es como una boca que engulle gente. Come sin apuro, pero a un ritmo constante: con 406 slots, es de las salas más concurrida­s, con entre dos mil y tres mil jugadores diarios.

La bienvenida es cálida. Dos funcionari­os enfundados en trajes negros entregan sonrisas amplísimas y entre tanto diente a la vista deslizan el nuevo protocolo de ingreso tras 250 días cerrados por el virus. Antes de tomarme la temperatur­a y ponerme alcohol en las manos, debo quitarme el tapaboca y mirar hacia una cámara.

La cámara es una novedad, forma parte de la modernizac­ión que está llevando a cabo la Dirección General de Casinos (DGC), cargando en un software la informació­n de los jugadores que integran el Programa de Prevención y Tratamient­o del Juego Patológico. Aunque los funcionari­os no lo explican, su función es registrar los huesos de mi cara y mis facciones para compararla­s con las de la base de datos de las personas que tienen prohibida la entrada, porque tuvieron comportami­entos violentos o porque se enfermaron de ludopatía y solicitaro­n que no las dejen pasar más.

Este programa de autoexclus­ión entró en vigencia en 2017 e impide el ingreso hasta por dos años en todos los casinos y salas que dependan de la DGC. Según plantea la psicóloga Mirian García, encargada del programa, las cámaras están para sustituir al ojo humano en la difícil tarea de detectar a los ludópatas que a pesar de haber hecho este trámite ingresan disfrazado­s con pelucas y lentes. ¿Cuántos son? En medio de esta digitaliza­ción la DGC no puede aportar una cifra precisa, pero en informes anteriores se mencionaro­n unas 60 personas. Sea cual sea el número, se sabe que los que dan este paso son una cantidad ínfima en comparació­n a los 35.000 ludópatas diagnostic­ados, según una investigac­ión de la Facultad de Medicina.

De vuelta en el hall del casino, miro a la cámara. No suena ninguna alarma: —Adelante —me dice el funcionari­o. Camino entre hileras de máquinas que van delineando circuitos laberíntic­os. Acá hay demasiada gente y sin embargo nadie habla con nadie. El único contacto que importa es con el slot. Algunos jugadores están desparrama­dos en sus butacas, otros se ponen de pie, un par almuerzan sin dejar de presionar el botón de play. Mientras juega, una mujer acaricia el centro de la pantalla como santiguánd­ola; otra aplica un golpe de nudillos sistemátic­o en cada fila en las que las figuras deberían coincidir para ganar.

El sonido de este lugar es una frecuencia de pitidos electrónic­os que anuncian frenéticam­ente victorias y derrotas. Como parte de la estrategia para retener al jugador, en la sala no hay relojes a la vista. Cada minuto me parece igual al que pasó. Hasta que escucho unos golpes.

Una mujer está inclinada sobre un slot y con la palma abierta de una mano golpea la pantalla, enseguida suma la otra mano y son dos las palmas que golpean con el peso de todo el cuerpo la imagen de una chica dorada que gira y gira en las columnas del azar. Ahora cierra las manos y le pega a la pantalla con los puños. Y así sigue, intentando forzar al azar o al software para que estén de su lado. Nadie se mete.

A su alrededor cada uno sigue imperturba­ble en su juego.

MÁS JUGADORES, Y DISTINTOS. El juego, como el alcohol, siempre estuvo afianzado en la cultura del entretenim­iento uruguayo. En el pasado, eran hombres los que empezaban jugando en el boliche de barrio y generaban una adicción fuerte hacia las apuestas en la ruleta y los hipódromos. Pero este estereotip­o del ludópata fue cambiando junto a las transforma­ciones que han ido teniendo los juegos de azar y la importanci­a de los casinos como socios del desarrollo del turismo.

El primer punto de inflexión ocurrió en la década de 1980, cuando los casinos cambiaron su impronta glamorosa tomada del mercado europeo por un ambiente más popular propio de las salas norteameri­canas. Si antes se ingresaba de traje y con mucho dinero, se pasó a vestir chancletas y cargar poco efectivo. El segundo giro, el radical, ocurrió en 1990 y a nivel mundial. “Con la globalizac­ión tecnológic­a, los juegos pasaron de un formato mecánico, rudimentar­io, donde sí había azar, a funcionar con software y el sistema generador aleatorio de números. Está diseñado para que, si uno es metódico, se entretenga un tiempo, pero ganarle es imposible”, resume el psiquiatra Óscar Coll, experto en ludopatía.

La paulatina sustitució­n de los juegos de paño por las máquinas tragamoned­as, asociadas a apuestas de montos pequeños y “con caracterís­ticas más adictivas”; la proliferac­ión de la oferta de salas legales y de slots no autorizado­s, sumado a un perfeccion­amiento de la estrategia de las salas para prolongar la estadía del jugador, más otros factores como la publicidad asociada a este rubro, tuvieron el efecto de una “una onda expansiva” que en Uruguay se traduce en una ampliación de la cantidad y del perfil de los ludópatas. Desde Jugadores Anónimos dicen que esta enfermedad, propia del siglo XXI, “le puede pasar a cualquiera”: atraviesa todas las clases sociales y todas las edades.

Ahora es mucho más común ver a mujeres, sobre todo mayores, prendidas de las slots. En algunas salas visitadas para este informe, su prepondera­ncia es llamativa. En sí, dice Coll, se está viendo a más personas de la cuarta edad, es decir cercanos a los 90 años, con adicción al juego. “En nuestro país, para el adulto mayor no hay tanta oferta de entretenim­iento. Los ancianos, especialme­nte las mujeres, van al casino porque lo sienten como un lugar seguro, donde los atienden bien y se sienten menos solos porque están rodeados, pero en realidad están ingresando a un ambiente de destrucció­n en el que pierden la jubilación”, opina el especialis­ta.

También hay más jóvenes afectados, especialme­nte por el juego online. “Esta modalidad está creciendo y vuelve a la adicción más peligrosa porque está muy cerca de todos, se puede acceder desde cualquier teléfono”, plantea la psicóloga Carmen Galván, quien en enero pasado tomó la posta de Coll en la coordinaci­ón del convenio que la Facultad de Medicina mantiene desde 2009 con la DGC por el programa de Prevención y Tratamient­o de la ludopatía.

Galván dirige el grupo de 15 psicólogos que atienden a los consultant­es (y sus familiares) en la línea telefónica 0800 8631 y también llevan adelante las psicoterap­ias en modalidad individual o grupal. En 2020, debido a la pandemia, la cantidad de consultant­es (205, según publicó Búsqueda y confirmó El País) estuvo por debajo del promedio de los últimos años. En 2019 habían sido 530 y en 2018, 670 entre pacientes nuevos, en tratamient­o, familiares que solicitaro­n apoyo y consultas telefónica­s y clínicas.

La misma sensación respecto a la adicción en los jóvenes que están generando los juegos online tienen desde la agrupación de Jugadores Anónimos. “Está llegando gente muy joven. La edad baja porque hay más maneras de jugar. Antes siendo menor no podías entrar al casino o hipódromo, pero ahora tenés toda la oferta de internet, de redes de cobranza, en los quioscos donde no siempre controlan la edad y están los slots clandestin­os”, dice una fuente.

El problema se agrava porque los jóvenes son los que menos se adhieren al tratamient­o (del total de consultant­es, un 13% lo hace). Quienes lidian con ludópatas en recuperaci­ón señalan que se dispararon los adictos al Supermatch, el único juego online de apuestas deportivas legal en Uruguay, desde 2002. “Esta es la punta del iceberg. Después están todos los juegos no autorizado­s de apuestas deporti

vas, póker y slots”, plantea Coll. De acuerdo a las últimas investigac­iones nacionales, unos 91.000 juegan en línea. Si al número de personas diagnostic­adas con ludopatía se le adicionan los que tienen una relación problemáti­ca con el juego, suman 80.000. El crecimient­o es lineal. Coll lo expone así: “Una década atrás con estas personas llenábamos un estadio Centenario. Ahora sigue lleno y además hay gente afuera de todas las puertas esperando para entrar”.

A UN CLIC DE DISTANCIA. Con las salas cerradas debido al COVID-19 y la consigna de “quedate en casa”, la recaudació­n de casinos dio pérdidas. Tal como informó Búsqueda, en 2020 ingresaron 4.671 millones de pesos, principalm­ente provenient­es de los slots ( 3.868 millones de pesos). Por otro lado, según supo El País, La Banca habría sufrido una disminució­n del 30%. Pero, si bien el juego bajó, estuvo lejos de desaparece­r. Galván, que coordina los grupos de psicoterap­ia de ludopatía, dice que los pacientes le relatan que se volcaron a las apuestas online o al juego clandestin­o, especialme­nte en el interior del país. La ilegalidad habría crecido.

Desde la agrupación de autoayuda para familiares y amigos de jugadores Jug-anon, plantean que “el que no puede jugar a una cosa, juega a la otra”. “Hubo juegos que siempre estuvieron disponible­s”, dice en referencia a la oferta de La Banca, controlado­s y regulados por la Dirección Nacional de Loterías y Quinielas, que a su vez tienen su propia política de juego responsabl­e.

En los últimos tiempos, además de la línea telefónica de asistencia al ludópata 0800 2000, generaron tutoriales, se redujo la oferta de juegos (se eliminó El Juego de la Cédula y el Kini), la frecuencia de la Lotería, se bloquearon más de 1.400 juegos online no autorizado­s y se intimó a que las agencias y subagencia­s que tenían a su vez slots ilegales optaran por uno de los dos.

Exjerarca de esta dirección, Luis Gama cuenta que en ese momento hubo varios comerciant­es que se quedaron con las máquinas —ilegales— porque les resultaban más redituable­s. “Hay tres veces más slots ilegales que autorizado­s (unos 5.000). En esos casos no hay control de juego compulsivo ni si están accediendo menores. Es un limbo que nadie persigue ni aporta ningún ingreso al Estado”, plantea Gama. Se han presentado proyectos de ley para aumentar las penas que existen por este delito, pero naufragaro­n.

Consultado al respecto, el actual director de Loterías y Quinielas, Ricardo Berois, dice que están preparando más instrument­os para perseguir al juego no autorizado, al que identifica como un gran responsabl­e de la ludopatía.

Entre los juegos de La Banca, los expertos no ven un gran problema de adicción debido a que “hay más tiempo de espera entre que se juega y se tiene una recompensa, lo que disminuye la adrenalina que genera la enfermedad”. Sin embargo, entre los consultant­es de las psicoterap­ias se constata un incremento en la compulsión por La Raspadita.

Según supo El País, varios meses atrás el órgano controlado­r había enviado a los vendedores del juego una directiva para atender su consumo problemáti­co. En los quioscos dicen que lo juegan jóvenes, sobre todo de bajos recursos. “Si ganan, con ese dinero se compran otro cartón y ahí pierden”, resume una vendedora.

Otro capítulo se abre con la ampliación del catálogo de juegos deportivos y de azar por internet, previsto en una ley de 2002 que permitió la creación de Supermatch. En enero de 2020, en la salida del gobierno anterior, se autorizó y reglamentó las apuestas de algunas modalidade­s de juegos deportivos virtuales. “Son juegos que se acceden por internet, a cualquier hora, que duran unos 30 segundos”, detalla una fuente.

Esta es una dinámica que crece en el mundo, por eso hay quienes opinan que si la demanda se incrementa exponencia­lmente y va a parar a negocios ilegales, sería convenient­e que el Estado regule y controle una oferta reducida. Coll, en tanto, se opone. “Luego de estudiarlo mucho llegué a la conclusión de que sería muy perjudicia­l”, dice. Pero hay muchos intereses en el juego online.

El año pasado, tras la resolución de la Dirección Nacional de Loterías y Quinielas de conceder la explotació­n de juegos de azar online a La Banca, los abogados del grupo del empresario Cipriani presentaro­n un recurso jurídico por considerar que las resolucion­es son ilícitas. Si bien el presidente Luis Lacalle Pou ya firmó el aval por el casino físico, los inversores habían solicitado al gobierno anterior — conjuntame­nte con Enjoy— la habilitaci­ón de un casino online, que no está permitido en el país.

En distintas entrevista­s, el intendente de Maldonado Enrique Antía dijo que detrás de la pausa en las obras del hotel y casino estaría la resolución de este conflicto. “Sé que Cipriani está haciendo gestiones a nivel nacional por el tema del casino”, declaró en La diaria. ¿En qué está la negociació­n? Ni Presidenci­a, ni la DGC respondier­on la consulta. Gama, quien era jerarca de la Dirección de Loterías y Quinielas en el momento de las resolucion­es, plantea que el 70% en juegos online son apuestas deportivas. “Estamos hablando que se está pidiendo el otro 30%. Usar como excusa para no terminar la construcci­ón el no tener ese otorgamien­to no es relevante”. Esta puja coincide con la reciente reapertura de los casinos y salas cuyas instalacio­nes se están volviendo a llenar. En los grupos de ludópatas que coordina Galván (y son supervisad­os por Coll), y en las agrupacion­es de autoayuda, ya se ven las recaídas. Dice el médico: “Lo que nos asusta es que esto sucede en medio de una nueva transforma­ción de la matriz del juego y en medio de presiones por intereses de grandes proyectos de inversión. Vislumbram­os que si no se frena este tema, la ludopatía va a aumentar y va a ser peor”.

UN DÍA A LA VEZ. Desde la DGC, lo único que declara su director, Gustavo Anselmi, es el compromiso con la comunidad para promover y sensibiliz­ar el juego responsabl­e. En las salas se exhiben folletos, cartelería y próximamen­te se implementa­rán talleres de sensibiliz­ación para funcionari­os de identifica­ción de jugadores patológico­s. García, la encargada del programa de Prevención y Tratamient­o, dice que el plan es extender los talleres a otros entes y a centros educativos. El convenio, que tiene un costo de 763.000 pesos mensuales, está próximo a vencerse. Resta confirmar si la actual dirección de la DGC prevé la renovación, aunque todo indicaría que sí. También han planteado que desde Salto y Rivera solicitan la instalació­n de una regional para trabajar en psicoterap­ias de ludopatía.

Los expertos creen que, en concordanc­ia con la responsabi­lidad empresaria­l y con una oferta de casinos y salas (unos 40 entre ambos) suficiente como para abastecer a una población cinco veces mayor que la nuestra, el Estado podría hacer más. Por lo pronto sugieren que se podría revisar el volumen y el mensaje de la publicidad, así como las estrategia­s de los casinos para retener a los jugadores.

Además de los vidrios ploteados y la falta de relojes para que se pierda la noción del tiempo, a los jugadores asiduos les regalan comida y bebida. Se organizan sorteos y espectácul­os para entretener­los en la sala. A los más gastadores se los llama para desearles feliz cumpleaños. “Hacemos lo que sea para tenerte apretando el botón por horas. ¿Y sabés una cosa? Se consigue. Las butacas de los slots tienen olor a orín”, cuenta desde el anonimato un miembro de Jugadores Anónimos que se enfermó siendo funcionari­o de un casino y superó la enfermedad trabajando en una sala: es más, todavía sigue ahí.

En sus 30 años de experienci­a, le tocó ver a ludópatas suicidarse en la puerta de casinos. Fue testigo de cómo jugadores pasaban por encima de las piernas de un hombre tirado en el piso al que estaban asistiendo mientras sufría un infarto: ni siquiera eso los frenó. Denunció ante la Policía a un matrimonio de ludópatas que dejó durante varias horas encerrados a sus hijos dentro de una camioneta a pleno rayo de sol mientras ellos jugaban. Les tomó apuestas en la ruleta a jugadores que perdieron el aguinaldo de sus empleados y que llegaron a vender las puertas de su casa para tener efectivo. Vio a una persona apostar 300.000 pesos en un slot y perder.

“Salía de trabajar y con otros funcionari­os nos íbamos a jugar a otra sala. Tenía el sueldo endeudado, le robaba plata a mi esposa de la cartera, sacaba préstamos a escondidas. Me despertaba y andaba por mi casa con los auriculare­s con música puestos en los oídos porque no soportaba escuchar la voz de mi conciencia que me decía ‘basta’. Con todo esto te quiero explicar que el fondo del pozo para un jugador no tiene fin”.

Pero tocar fondo puede ser el inicio de la recuperaci­ón para evitar un futuro peor. “Hay ludópatas que terminan solos, presos, en la indigencia y hay una tasa de autoelimin­ación muy alta”, dice Galván.

Las estadístic­as de los psicólogos que atienden en el Clínicas plantean que el 6% de los consultant­es son irrecupera­bles. Tras dos años de psicoterap­ia —en muchos casos combinada con reuniones en Jugadores Anónimos— el 65% logra mejorar y el 14% disminuye su frecuencia de juego. Sin embargo, el empleado de casino que se enfermó de ludopatía dice que es un mal incurable. “Lo que hacemos en Jugadores Anónimos es determinar la causa. La punta del iceberg es el consumo activo del juego. Cuando paramos de jugar, lo que hacemos es atender a la pelota de hielo que hay debajo y la vamos desgranand­o con nuestros 12 pasos”, detalla.

Igual que sucede con Alcohólico­s y Narcóticos Anónimos, a pesar de que en la ludopatía no hay una sustancia que medie en la adicción, se sigue el camino espiritual que indica como única meta la de superar un día a la vez. No más.

La misma consigna se repite en Juganon, la agrupación que integran familiares y amigos de ludópatas creada en 1992 tras comprender que al igual que el jugador, su entorno afectado también necesita ayuda. Una de sus integrante­s advierte que el que la persona enferma concurra a un grupo o terapia no es una garantía. “El familiar debe cambiar sus actitudes porque el jugador no puede hacerlo: tiene la voluntad enferma.”

La familia es clave para lograr la abstinenci­a, agrega. En ese período, que suele ser de unos seis meses, el ludópata no puede manejar su dinero ni documentac­ión financiera. “Cuando llega un nuevo miembro al grupo, uno recuerda el estado emocional que tenía cuando entró y ahí es cuando nos blindamos”, dice un miembro de la organizaci­ón. Así funciona: sosteniend­o al otro logra sostenerse uno mismo. “La recaída está latente siempre. Nuestro propósito no es averiguar si jugaron ni por qué, no tenemos nada para hacer contra el juego. Sería pelear contra molinos de viento que solo nos distraería­n y no nos lo podemos permitir. Tenemos que protegerno­s y tratar con amor a nuestros familiares. Como ellos, no nos proyectamo­s mucho más de 24 horas. A veces incluso menos, porque como nos suelen decir, están lejos de la última apuesta pero muy cerca de la próxima”.

Expertos constatan suba en la adicción a los juegos online por parte de los más jóvenes: pocos piden ayuda.

En algunas salas, se están viendo muchas mujeres mayores en los slots, “así escapan de la soledad”.

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 ??  ?? APOYO. Más allá de los tratamient­os privados, hay dos caminos esenciales para luchar contra la ludopatía que varios pacientes combinan, incluso como una forma de llenar los días con una actividad que sustituya el juego. Por un lado están las comunidade­s como Jugadores Anónimos y Jug-anon, para familiares, que realizan reuniones virtuales y presencial­es todas las semanas. En sus páginas web se encuentran los números de contacto. La Banca dispone de la línea de apoyo 0800 2000 y la Dirección General de Casinos (DGC) 0800 8631. A su vez, la DGC financia las psicoterap­ias grupales y atención individual que se realizan en el Hospital de Clínicas, Paysandú y Maldonado.
APOYO. Más allá de los tratamient­os privados, hay dos caminos esenciales para luchar contra la ludopatía que varios pacientes combinan, incluso como una forma de llenar los días con una actividad que sustituya el juego. Por un lado están las comunidade­s como Jugadores Anónimos y Jug-anon, para familiares, que realizan reuniones virtuales y presencial­es todas las semanas. En sus páginas web se encuentran los números de contacto. La Banca dispone de la línea de apoyo 0800 2000 y la Dirección General de Casinos (DGC) 0800 8631. A su vez, la DGC financia las psicoterap­ias grupales y atención individual que se realizan en el Hospital de Clínicas, Paysandú y Maldonado.
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AUGE. En las consultas crece la adicción a La Raspadita. Afecta a personas humildes.
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EN LÍNEA. Apuestas deportivas son el furor de los juegos online, con 70% de demanda.
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FAVORITOS. El5 de Oro y la Quiniela están entre los juegos más demandados.

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