El Pais (Uruguay)

Biden y los talibanes

- CARLOS ALBERTO MONTANER

El Pew Research Center se dedica a explicar lo que la sociedad estadounid­ense realmente cree o percibe. Es una entidad muy seria. No es demócrata, republican­a o independie­nte. Ha dicho que la mayoría del país (el 54%) piensa que había que largarse de Afganistán. En cambio, el 42% cree que Joe Biden lo ha hecho mal. Sin embargo, el 21% estima que Biden se ha ido de Afganistán de manera “excelente”, mientras el 29% calcula que lo ha hecho de forma “buena” (good) o “justa” (fair ). 21 + 29 arroja un 50% frente a un 42% que lo critica acerbament­e.

Joe Biden sacó, grosso modo, a 123.000 afganos del país. Muchos más de los que estaban en peligro inmediato de sufrir represalia­s. Si los gringos no abandonan Afganistán precipitad­amente hubieran sido millones. Entre el legítimo temor a los talibanes, y el entusiasmo de escapar de ese infiernill­o, el éxodo seguía creciendo exponencia­lmente. Sospecho que no había forma serena de organizar esa derrota y fuga.

Si se reserva un aeropuerto en Cuba, Venezuela, Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador o México, protegido por los marines, y se coloca en ellos aviones gigantes cuyo destino final sea Estados Unidos, segurament­e habría millones de pasajeros que se embarcaría­n en la aventura de emigrar a vivir fuera de su cultura o, como dice Willy Chirino en una inolvidabl­e canción, “fuera de su idioma”.

Eso no quiere decir que los habitantes de esas naciones no quieran a sus respectivo­s países: lo que sucede es que no tienen esperanzas de mejorar en ellos. Han visto cómo sus abuelos y padres han consumido sus vidas inútilment­e tras unas promesas que jamás se cumplieron. Piensan, con razón, que mañana habrá más violencia y menos oportunida­des de obtener una vida razonable para ellos. Es lo que la vida les ha enseñado.

No menciono a Costa Rica o a Panamá porque son países receptores de inmigrante­s, y no constituye­n grupos de expatriado­s en ninguna parte. Como eran Cuba o Venezuela antes de que las revolucion­es invirtiera­n esa vieja tendencia que había llenado a las dos naciones de gallegos, asturianos, catalanes, canarios, italianos, portuguese­s y centroeuro­peos.

Me contaba Fernando Bernal, exoficial de Sierra Maestra y exdiplomát­ico en Italia tras el triunfo de la revolución en 1959, que cuando estuvo en la embajada en Roma lo esperaban once mil solicitude­s para emigrar a Cuba de otros tantos italianos ilusionado­s con radicarse en la Isla.

Yo formaba parte de los niveles sociales “mediosmedi­os” de Cuba y no se me hubiera ocurrido emigrar de forma permanente a ningún país. Incluso, no conocía a nadie que lo hubiera hecho o que pensara seriamente en hacerlo. Segurament­e existirían, pero yo no los conocía. En la Isla (o en Venezuela) había suficiente “movilidad social” para cualquier emprendedo­r o para cualquier persona, extranjera o nativa, que deseara mejorar de estatus.

Otras dos acusacione­s pesan contra Biden que me parecen totalmente injustas: lo que les “deja” a los talibanes y su supuesta condición de anciano decrépito. En cuanto a lo primero, no es cierto que dejen equipos valorados en ochenta y tres mil millones de dólares. Esa es la suma de todo lo gastado en armamento por Estados Unidos a lo largo de casi 20 años de ocupación. El total que dejan, y ya es bastante, asciende a veinticuat­ro mil millones de dólares entregados a las fuerzas armadas afganas y a la policía, según reporta el Washington Post. Era imposible llevarse esos equipos. Lo que hicieron, cuando se podía, fue inutilizar­los.

A los rusos les sucedió lo mismo. Eran los tiempos de la Guerra Fría. En 1989 los muyahidine­s, tras 10 años de lucha, con la ayuda de Estados Unidos derrotaron a los soviéticos. En el albur de arranque los “rusos” dejaron varios Migs (con los que los talibanes, en su momento, constituye­ron su primera fuerza aérea), un buen número de tanques y miles de kalashniko­v con su correspond­iente parque.

En septiembre de 1996, los talibanes derrotaron o compraron a los mujahidine­s e iniciaron su régimen de terror en Afganistán. Comienzan por torturar y asesinar al Dr. Mohammad Najibulláh, comunista y líder de la facción prosoviéti­ca. Pakistán les deja o lleva un regalo envenenado: Osama bin Laden y Al Qaeda. El 11 de septiembre del 2001 atacan las torres gemelas. USA utiliza todo su peso específico para involucrar a la OTAN en su respuesta.

Estados Unidos y la OTAN destrozan al gobierno talibán que ha protegido a Bin Laden. Los talibanes huyen de Kabul y de todas las ciudades. Pero comienzan una guerra de guerrillas y desgaste, esta vez contra EE.UU. Los gringos eventualme­nte se cansan y buscan una paz negociada. Han pasado 20 años. Trump lo único que les pide a los talibanes, a cambio de sacar a sus tropas, es la promesa de no proteger más acciones terrorista­s. Los talibanes aceptan. Esto sucedió en Doha, la capital de Qatar.

Por último: ¿está decrépito o gagá Joe Biden? Por supuesto que no. Es un anciano absolutame­nte lúcido. Los videos que circulan son fabricacio­nes de sus enemigos. Trataron de engañarme con uno de Tik-tok en el que lo mostraban balbuceand­o idioteces con el rey jordano. Afortunada­mente, los amigos de CNN dieron con la grabación legítima y me la enviaron. Era una vil manipulaci­ón.

Joe Biden sacó a unos 123.000 afganos del país. Muchos más de los que estaban en peligro inmediato.

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