El Pais (Uruguay)

Jean Paul Belmondo. Adiós a un ícono cultural francés

A los 88 años falleció una de las grandes estrellas del cine mundial y un ícono de Francia

- FERNÁN CISNERO

Cuando apareció, no había otro como él. Es que en la década de 1950 cuando Jean Paul Belmondo irrumpió, los galanes eran otra cosa. Pero lejos de la belleza hegemónica de, digamos, su compinche Alain Delon, ya en Sin aliento, su primera gran película, Belmondo era otra cosa.

Con sus facciones algo grotescas, su nariz de boxeador, Belmondo representó una nueva belleza (un Jean Gabin para la generación nuevaolera) acompañand­o los nuevos tiempos. Murió ayer a los 88 años dejando atrás una carrera que lo convirtió en la gran estrella del cine francés.

En los últimos años, había estado retirado debido a la fragilidad de su salud después que en 2001 sufrió un infarto cerebral.

“Estoy completame­nte devastado. Voy a intentar aguantar para no hacer lo mismo en cinco horas... No estaría mal que nos fuéramos los dos juntos. Es una parte de mi vida, empezamos juntos hace 60 años”, dijo Delon, de 85 años, en declaracio­nes a la cadena Cnews citadas por la agencia AFP.

“Era un tesoro nacional, un héroe sublime y figura familiar, un temerario incansable y mago de la palabra", tuiteó el presidente de Francia, Emmanuel Macron.

Las dos primeras películas en las que se lo vio en Uruguay y en pantalla grande fueron, de acuerdo al sitio Cinestreno­s, Los tramposos de Marcel Carné y Sé bonita y cállate de Marc Allégret y en la que también estaba Delon. Pero fue con Sin aliento, que acá se estrenó en el cine Coventry en mayo de 1961, donde empezó su camino a ser lo que terminó siendo, una de las figuras más reconocibl­es del cine del siglo XX.

Aunque ya había tenido una carrera en teatro y algunos papeles en cine, ese Michel Poiccard en Sin aliento, aquella ópera prima de Jean Luc Godard, lo presentó a una audiencia global. Allí interpreta­ba a un gangster de poca monta que después de robar un auto y asesinar a un policía, se enamora de una chica americana (Jean Seberg con su pelo a la garçon), quien, de femme fatale no más, termina traicionán­dola. O algo así: después de todo estamos hablando de Nouvelle Vague y Godard.

De hecho, Sin aliento es la quintaesen­cia del cine de la Nouvelle Vague, el revolucion­ario movimiento cinematogr­áfico que crearon un grupo de críticos de cine franceses. Belmondo fue uno de sus rostros más reconocibl­es junto con el de Jean Moureau, Jean-louis Trintingan­t, Anna Karina o Brigitte Bardot.

Ya es su primera aparición en la película —leyendo un diario, fumando, mirando el mundo con curiosidad y pasándose la mano por la boca— Belmondo dejaba claro no solo las intencione­s de aquellos galos majaretas de la nueva ola si no también un estilo propio de actuación..

“En Sin aliento busqué el tema (de la película) durante todo el rodaje y al final lo que me interesó profundame­nte fue Jean Paul Belmondo”, le dijo Godard a la revista Cahiers du Cinema en 1962. “Lo vi como una especie de bloque que era necesario filmar para saber lo que había detrás de él”.

Ambos volverían a trabajar juntos en Una mujer es una mujer y Pierrot, el loco, otro clásico del cine francés.

Aunque recordado por críticos y cinéfilos por sus papeles para otros grandes directores (Bolognini, De Sica, Melville, Chabrol, Lattuada, Resnais) su fama la consiguió como héroe de acción de un cine popular muy exitoso.

Sus mayores colaboraci­ones fueron con Henri Verneuil (Los buitres), Georges Lautner (El estafador, una de las películas más taquillera­s en Francia en la década de 1970, y El profesiona­l), Philipe de Broca (El incorregib­le) y Jacques Deray (Borsalino, El marginal) directores de un cine poco exigente, cierto, pero también muy masivo.

Allí Belmondo mostraba ese lado de recio simpático que es parte de su imagen cinematogr­áfica. Y que repetiría en su figura pública.

En 1963 publicó una autobiogra­fía que se titulaba “30 años, 25 películas” dejando en evidencia una ética de trabajo que mantendría durante décadas. Por lo menos hasta 2001 cuando sufrió un infarto cerebral. Recién volvería al cine en 2009 con Un Homme et son chien, que no se estrenó en Uruguay.

Con una carrera tan larga solo recibió un premio César por Itinéraire d’un enfant gâté, en 1988 una película de Claude Lelouch (quien también lo dirigió en su versión de Los miserables) que tampoco se estrenó localmente. También recibió premios por su carrera en los festivales de Cannes (en 2011) y Venecia (2016).

Había nacido en Neuilly-surseine, un suburbio de París, pero la familia pronto se mudó a la rive gauche parisina, donde vivió una infancia de clase media típica. Su padre era escultor y profesor de la Academia de Bellas Artes y su madre, pintora. Intentó buscarse la vida como boxeador (tres peleas, tres victorias por nocaut), fue soldado en Argelia y en 1953 ingresó al Conservato­rio Nacional de Arte Dramático.

Cuando terminó, creó, con Annie Girardot, entre otros, un grupo de teatro itinerante. El escenario fue su otro gran amor.

En cine debutó en 1958 con A pie, a caballo y en Sputnik. Desde entonces filmó 90 películas que trazan un panorama irregular con grandes hitos y películas de las otras.

Además fue una figura de la farándula. Estuvo casado tres veces y se le mencionaro­n romances con Ursula Andress, Laura Antonelli y la actriz brasileña, Carlos Sotomayor.

Tuvo cuatro hijos: Patricia (fallecida trágicamen­te), Florence, Paul y Stella, a quien tuvo a los 70 años con su última esposa, la bailarina Natty Tardivel.

“Podría decir que hice todo lo que quise”, dijo alguna vez. Y eso incluye al gangster condenado de Sin aliento, el comunista gafoso de Dos mujeres ,el recio macho de tantas películas de la década de 1970 e incluso su Jean Valjean.

Tantos personajes, tanta vida en un montón de películas.

“Un tesoro nacional, un héroe sublime y figura familiar”, dijo el presidente Macron.

Aunque filmó más de 90 películas solo ganó un premio César en 1988.

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